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El polémico final de Final Fantasy VII Remake explicado y con teorías del segundo capítulo

Los Destiny´s Child
Por Adrián Suárez Mouriño

Aviso: spoilers de Final Fantasy VII Remake y de Final Fantasy VII

 

El final de Final Fantasy VII Remake tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Entiendo que sea extremadamente polémico porque lo que viene a contarnos, en resumidas cuentas, es que Tetsuya Nomura va a hacer lo que le venga en gana con el lore del juego original.

 

La conclusión de este remake nos lleva a entender que aquel Final Fantasy VII de la primera Playstation era el destino o la voluntad del planeta, lo que estaba escrito. Los ecos que revolotean sin cesar a nuestro alrededor durante toda la aventura están ahí para asegurarse de que esos mismos hechos se repitan a pies juntillas durante este remake.

 

¿Y por qué el destino necesita que sus agentes nos paren los pies? Por culpa de Jénova, que se manifiesta con la forma de Sefirot a través de sus células, inyectadas en los experimentos fallidos de Hojo. Todos esos personajes que aparecen calvos, muy desmejorados y con un tatuaje en el brazo están dopados con las células de Jénova, lo que le permite a este ser poseer su voluntad y emplear su poder: cambiar de forma.

 

Es decir, no hemos luchado contra Sefirot en ningún momento. Él sigue cristalizado en el mismo lugar en el que Jénova aterrizó como un cometa antes de diezmar a los Ancianos hace tantos años. El caso es que Jénova ahora parece ser consciente de ese destino escrito y quiere cambiarlo. Es por ello por lo que al principio de la aventura se le aparece a Cloud con la forma de Sefirot y le dice que esto es otra historia.

 

Que la calamidad que vino de los cielos haya accedido a este conocimiento del futuro implica que Gaia active la acción de sus ecos. Ese monstruo negro y enorme al que nos enfrentamos al final del juego, ese al que llaman Presagio, no deja de ser otro Arma más del planeta. Al derrotarlo, rompemos la cadena de eventos que iban a sucederse y que tan celosos protegían los ecos. Pero, ¿hemos obrado bien o hemos obrado mal al matar a esta criatura? Pues mal, amigos míos. Mal.

 

 

¿Por qué Jénova se materializó con la forma de Sefirot? Pues para atraer a Cloud y a sus amigos y provocarlos. Gracias a su ardid, forzó el enfrentamiento entre ellos y el destino. Al matarlo, ahora Jénova puede cambiar el curso de las cosas. Es decir, ahora Jénova puede triunfar cuando en el título original fue derrotada junto con Sefirot, su “hijo”.

 

¿Y qué implica haber matado al destino? Pues no solo la posibilidad de cambiar los eventos presentes sino también los pasados. Ahora se sugiere que Zack no ha muerto en manos de las tropas de Shinra, puede que esté vivo. Yo apuesto a que sí lo está porque a Nomura le va mucho la idea de que se enfrente contra Cloud para recuperar la identidad que le robó. Pero eso también implicaría que Ifalna, por ejemplo, tampoco haya muerto.

 

¿Y qué ocurre con Aeris? Pues del mismo modo que Jénova ha obtenido un tremendo conocimiento sobre el destino, parece que la florista también, por lo que pasa de ser un personaje más o un títere de los acontecimientos a controlarlos.

 

La gracia de todo esto es que, en sí, las intenciones de este final están muy bien. Me encanta que se abra un nuevo abanico de posibilidades, adoro no saber qué va a ocurrir, que Zack esté vivo y que Jénova sea más poderosa. Sin embargo, me repatea lo mal que ha introducido Nomura esta idea en el juego. Representarlo todo con más capuchas negras y ofrecer un discurso tan cercano a Kingdom Hearts no ha estado bien. Y mucho menos no ser honesto con los jugadores.

 

Este juego no debería llamarse ‘Remake’ porque no lo es, es una reimaginación o reintepretación. El juego original quedará en el lore como ‘lo que tendría que ocurrir’ y este es 'lo que ocurrirá en realidad'; porque, visto lo visto, lo más posible es que Aeris no muera en esta serie de capítulos que conformarán la antología de Final Fantasy VII Remake.


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