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El parque de consolas vuelve a los ochenta

Fragmentación y oferta masiva en la nueva generación
Por Jaume Esteve Gutiérrez

Tras una generación en la que hemos tenido tres consolas de sobremesa, dos portátiles y el eterno PC como opciones jugables, el futuro se nos presenta lleno de incógnitas. Sony, Microsoft, Nintendo, Steam, Ouya... ¿con cuál me quedo?

 

No nos cansamos de repetir en Mundogamers que vivimos un momento fascinante para la industria del videojuego. La incertidumbre, que tan cargada llega de malas noticias a diario con cierres de estudios y nubarrones negros de cara a los años venideros también nos dibuja un panorama, a corto plazo, en el que nadie tiene ni la más remota idea de lo que va a suceder. Y ante la incógnita, el abanico de ofertas se ha multiplicado de manera sorprendente.

 

Hagamos un repaso de todas las opciones que vamos a tener de cara a la siguiente generación. Ya tenemos con nosotros a Wii U, a Nintendo 3DS y a PS Vita. En marzo comienza el envío de las primeras unidades de Ouya y a lo largo del año veremos a Game Stick y a Playstation 4. No nos olvidemos de Valve, que asegura que mandará los primeros prototipos de su hardware en pocos meses y de Microsoft, que debería anunciar su consola, como muy tarde, en el próximo E3. Y no me olvido de smartphones, tabletas, el project Shield de Nvidia o la Razr. Y, por supuesto, el PC

 

Informática de consumo a precios populares. ¿Quién podría decirle que no?

 

A su manera y con su filosofía, cada una de ellas apuesta por un modelo de negocio. De lo tradicional a lo rompedor, del niche de mercado a aprovechar ese gigante que resurge como es el PC, los jugadores tenemos opciones para todos los gustos y, lo que es más importante, para todos los bolsillos. Tener una consola portable, que no portátil, como Ouya por menos de 100€ me parece una bicoca en los tiempos que corren.

 

El panorama poco o nada tiene que ver con el que nos encontramos en la pasada generación. Sin smartphones de por medio, DS y PSP lucharon en el ámbito portátil mientras que Wii, 360 y PS3 se han dado tortas por el reino de la sobremesa con la mirada por encima del hombre del PC, que los ha superado en rendimiento hace ya un tiempo. Habría que retroceder a la generación anterior, en la que Dreamcast se unió a Gamecube, PS2 y la primera Xbox para contar con cuatro consolas de sobremesa entre la oferta existente.

 

La situación actual nos recuerda, por narices, a los años ochenta, cuando la oferta de máquinas se ocio se multiplicó exponencialmente. La revolución de los microordenadores, las primeras máquinas llegadas de Japón y el siempre incipiente PC configuraron un ecosistema en el que nadie era capaz de dar un duro por el futuro vencedor. Recuerdo haber leído a gurús de la industría en revistas de esa época afirmando categoricamente que las consolas no tenían ningún futuro.

 

El planteamiento no es tan diferente del que en su día propuso Sinclair.

 

Hablo de unos tiempos en los que por un lado estaba el hardware inglés, con el ZX Spectrum, el Amstrad, el Oric o el Acorn Atom, el norteamericano con su Commodore 64, su Atari 2600 incluso la Colecovision. Por otro lado, las consolas se hacían su hueco, pequeño, gracias a la NES y a la Master System de SEGA y también de Japón nos llegaba un estándar, el MSX, que gozó de popularidad en nuestro país. España, siempre pionera en dar cancha a propuestas que no tienen éxito en otros territorios, llegó a hacer del PCW, un PC pensado para la gestión y la edición de textos, un ordenador para juegos.

 

Como veis la oferta era considerable, y me estoy dejando mucha máquina que intentó ver la luz y se la pegó en el intento. El panorama actual tiene un punto de aquel paisaje ochentero con sus gigantes (Atari por Sony) y sus pioneros (Sir Clive Sinclair por los creadores de Ouya), disparando sus novedades a un mercado que no tenía nada claro lo que quería después de una crisis devastadora.

 

Estamos en 2013 y no hemos sufrido una crisis como la de antaño, pero el modelo de negocio se resiente como nunca. Sabemos que la industria no va a ser tal y como la conocemos dentro de cinco años pero nadie tiene ni idea de cómo va a ser ese futuro. ¿Alguien se atreve a apostar? Yo, desde luego, me reservo mi veredicto que las hemerotecas son muy caprichosas.


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