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El maestro Shaval y la publicidad

Menuda tontería que es. Pero cuánto me gusta
Por Dayo

Algo que odio de esta, nuestra querida industria, es lo enraizada que está en la publicidad. Todo me huele a anuncio: los eventos, las previews, las entrevistas… Con el tiempo es algo que llega a agotarte anímicamente. Pero, al igual que con la televisión, hay veces en las que un anuncio te presenta las cosas desde otra perspectiva, está hecho con buenas intenciones, y de pronto todo cambia. El maestro Shaval es uno de esos casos.

 

La premisa es sencilla: todos conocemos esos clásicos gurús de medianoche que dicen poder curarnos todos los males y hacer que esa chica que tanto nos gusta al fin corresponda nuestro aprecio. El maestro Shaval es uno de esos gurús, pero en vez ocuparse de asuntos tan mundanos, él está aquí para ayudarnos con nuestro ansia pre-PS4. Honestamente, el anuncio es una imbecilidad, y si él os va a convencer para compraros la PlayStation 4, temo por vuestra salud mental. En serio. Id a un psicólogo o algo.

 

Pero, sin embargo, no puedo odiar este anuncio.

 

Otro ejemplo de buena publicidad, esta vez por parte de Microsoft

 

El maestro Shaval es una muestra de otro tipo de publicidad: no es algo intrusivo que nos bombardee con características y nos diga por qué la PlayStation es tan increíble. Es algo divertido, un anuncio de esos que se queda con nosotros durante mucho tiempo. Hace unos años en los EE. UU. hubo otra campaña de marketing que iba por unos derroteros similares cuando Sony creó a Kevin Butler: un falso directivo que hablaba con un tono jocoso y familiar a la gente y les hablaba de lo increíble que era la PS3 sin que pareciera que lo estaba haciendo. Es un anuncio que entretiene, lo cual se agradece muchísimo después de ver a ese infame bebé de juguete llorando delante de una PS3 en una habitación vacía.

 

Esta publicidad basada en la mascota puede transmitir un mensaje distinto y mucho más fuerte que todos los anuncios multimillonarios que nos recuerden por qué habría que comprar tal o cual producto. La buena publicidad, la que no te restriega por la cara el hecho de que tengas que comprar nada, vive a otro nivel. Recuerdo un anuncio de Xbox 360 que por algún absurdo motivo censuraron en el que toda la gente de una estación empezaba a jugar a que se disparaban con las manos haciendo “pew, pew”. Era muy cercano y humano y te transmitía su mensaje sin que te dieses cuenta: con la Xbox 360 todos juegan juntos como si fueran amigos y es divertido. No necesita más: lo recuerdo y ese anuncio lo vi hace años. El resto de publicidad que me ha bombardeado a lo largo de los años la he olvidado, pero recuerdo ese anuncio porque no estaba hecho para entrometerse. No eran explosiones y monstruos mientras me decían lo increíble que era: sólo un grupo de gente haciendo “pew, pew” y el mensaje final, “jump on”. Y punto. El maestro Shaval recupera ese espíritu, y por eso, con todo lo estúpida que pueda ser su campaña de marketing, agradezco su existencia.


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