El final de Far Cry 5 consigue redimir su historia
Hace un mes y un par de semanas me levantaba corriendo de mi sillón de juegos para contaros el principio de Far Cry 5. Para mí, uno de los mejores principios de un videjuego en los últimos años y que nos metía en una situación de miedo y angustia como pocos juegos lo han conseguido antes. Sí, la cosa duraba poco, en apenas quince minutos ya estábamos matando santitos como quien come palomitas, pero esos primeros quince minutos me supieron a gloria bendita, a caramelito, y me hicieron declarar mi amor a un juego en cuyo análisis tampoco salió mal parado.
Los motivos eran obvios: tras varios episodios convirtiéndose en una excusa para repartir candela por diversos puntos del mapamundi, encontrar un inicio tan intenso en un Far Cry 5 del que esperaba muy poco en este sentido me pareció un soplo de aire fresco en una saga que creía agotada. Un soplo de aire fresco a la altura de su mapa, de sus gentes y de una jugabilidad tan divertida como intuitiva que borra los límites entre juego y misiones ofreciendo un todo compacto muy de agradecer.
La cosa se diluye
La tensión inicial era imposible de mantener, y como digo, en escasos minutos se había agotado para volver luego en pequeñas dosis no tan intensas al ser capturados por uno de los Seed o acabar con la vida de algunos de los cabecillas santitos. Es ley de vida, todo va perdiendo intensidad según nos acostumbramos a las atrocidades de los Seed. Ni siquiera los edenes de gozo de Faith son suficientes para tenerle miedo a quienes, como seres sangrantes, pueden morir. Pero Joseph tiene un plan...
...Y con el paso del tiempo, te cansas de oir hablar de su plan. Las confesiones de Joseph, Jacob, Faith y John terminan por cansar. Los discursos, los motivos de 'por qué me convertí en un monstruo', las lecciones sobre el plan y demás acaban por resbalarte. Por mucha pena que pueda darte Faith o por mucho asquete que te de Joseph, al final todo son poco más que palabrería vacía previa al momento en que le metas dos balas en la cabeza y a otra cosa.
...
¿O no?
Debo reconocer que el final de Far Cry 5 me ha vuelto tan loco como su principio, si no más. Hay algo en el momento en que decides acabar con Joseph y ves que puedes salvar a tus amigos que convierten la batalla final en un 'bueno, terminamos aquí y para casa'. Y luego, otro momento en el que las primeras frases, los primeros versículos de este apocalipsis anunciado, comienzan a hacerte dudar. Un segundo de reflexión en el que no entiendes por qué estás deteniendo a Joseph en vez de meterle dos balas en el cráneo. ¿No se dan cuenta de lo peligroso que es un tipo como Joseph Seed entre rejas?
Entonces estalla la bomba atómica y ya todo deja de importar. El séptimo sello cae, Joseph Seed se vanagloria de este, el segundo advenimiento, el infierno destado en la tiera, y mientras, la historia y el juego se dan la mano: ¿Qué pasa con el end game? ¿Cómo demonios va a solucionarse esto? Tras una de las misiones más épicas de la saga, esquivando ciervos en llamas y árboles mientras la onda expansiva mueve la furgoneta de un lado a otro, lo único que quieres es entender cómo va a acabar bien la cosa, mientras Joseph habla de un nuevo orden mundial, el infierno, y canta Amazing Grace.
Al final todo queda claro: no hay forma de que la cosa acabe bien. Va a acabar mal. Muy mal. Y mientras escuchas la música tipo Fallout que acompaña los créditos tratas de apechugar con un final que nadie en su sano juicio podía esperar. Todas las citas, todos los anuncios, todos los discursos de los enemigos al morir cobran sentido mientras las palabras de Joseph resuenan en tu cabeza: 'Ahora somos familia. Ahora soy tu padre'. Un final bestial que te devuelve la desazón del principio y que se aleja de todo lo visto en la saga para dar como resultado el que podría ser un futuro único para la franquicia. ¿Far Cry 6 en un mundo postapocalíptico? Demasiado pronto para decirlo, pero por un final como éste ha valido la pena toda la aventura.
¡Nos leemos!
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