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El fin del argumento funcional

Dejemos de ver los videojuegos por lo que hacen
Por Dayo

Desde pequeño, mi padre siempre ha querido transmitirme su amor hacia la literatura. No utiliza argumentos sobre hacerme más inteligente, utilizar la imaginación ni nada parecido. Simplemente señala su extensa librería y dice: “Aquí hay cientos de historias pendientes por leerse”. Quizá no palabra por palabra, pero por ahí van los tiros. Hoy he visto un artículo en Gamasutra: “Un nuevo estudio sugiere que una hora al día de videojuegos puede tener un impacto positivo en los niños”. Una vez más, ha actuado como gatillo para disparar una serie de memorias, entre ellas la que acabo de compartir sobre mi padre. Me gustaría comparar ambas afirmaciones. El artículo de Gamasutra emplea de forma subyacente el estudio para decir que los videojuegos son beneficiosos para la sociedad. Mi padre simplemente ofrece historias para enriquecerme como persona ¿Notáis la diferencia?

 

Abriendo uno de sus vídeos sobre Anita Sarkeesian, Instig8tiveJournalism decía que “el arte se sirve a sí mismo. […] Anita Sarkeesian y Hilary Clinton se apresuran en decir que los videojuegos son divertidos, pueden mejorar el trabajo en equipo y la coordinación ojo-mano, no como una concesión a la importancia de los videojuegos sino como un asalto a su significado. Podrían estar perfectamente describiendo un juego de pelota”.

 

El fiscal no tiene más que decir, señoría.

 

Este es uno de esos estigmas que tenemos que quitarnos pero que aún no nos hemos dado cuenta siquiera de que está ahí. Forma parte de los ritos mediáticos: alguien dice que los videojuegos nos educan para matar, otro alguien dice que debería investigarse si jugando mucho acabas poseído por Belcebú y luego otro alguien dice que no, que los videojuegos aumentan tus reflejos. Bueno, aquí hay un artículo que te da seis buenas razones para beber un vaso de vino al día. Bien por el vino, supongo. Es un buen argumento para que lo esgriman los borrachos. Pero más allá de las falacias, el gran problema con esta visión de los videojuegos es que es funcional. Es un detalle minúsculo, pero tiene mucho impacto a la hora de contemplar el medio. Si se utilizan argumentos funcionales, sobre beneficios y ventajas y cómo de positivo es echarse unas partidas al Halo con los amigos, el problema es que se está reduciendo todo a un producto. Es la vieja visión de los matamarcianos, de los años 80. Creía que ya habíamos superado esa etapa.

 

Gone Home 1

¿Quizá fuera tan criticado porque no mejora tus reflejos?

 

Esta visión funcional transpira a la sociedad. Al fin y al cabo aún hay gente utilizando estas bases para debatir lo positivos que son los videojuegos y explicarle a sus padres por qué deberían dejarles en paz mientras juegan a la consola de turno. Y quieras que no, cuando los argumentos que utilizas y oyes para mostrar lo positivo que es el medio lo reducen todo a aumentar tus atributos como si estuvieses en una suerte de RPG, entonces limitas tu visión a eso. Juegas videojuegos porque son juguetes digitales. Un producto. Algo que sólo está ahí para que pases el rato.

 

Voy a sonar algo arrogante, pero hace casi dos años di una charla en TEDxYouth@Madrid. Trataba sobre mi pasión: los videojuegos. Quise aprovechar la oportunidad para explicar a la gente lo que veo, por qué aprecio tanto los videojuegos, por qué trabajo para dos medios mientras mantengo un videoblog que consumen gran parte de mi tiempo. Y para hacerlo elegí algo distinto. Elegí lo imposible. Elegí hablar de los videojuegos como un arte y explicar al público cómo me afectó jugar a LA Noire o Heavy Rain, cómo me sumergí en sus historias y salí aprendiendo algo a nivel personal. Los afronté como esas historias pendientes de leerse de las que me habla mi padre. Quise decir a la gente que los videojuegos son buenos, no porque sean beneficiosos, sino porque son grandes experiencias. Les di valor en sí mismos.

 

Quizá por eso me molesten puntos como la visión didáctica de Valiant Hearts. Muchos análisis mencionaban cómo el juego servía para aprender sobre la Primera Guerra Mundial, a lo que yo pensé “genial, otra cosa más que le quita peso a su historia”. Otra herramienta didáctica. “Mira ¿ves a esos tipos? Eran de una unidad musulmana. Sólo los ponemos ahí porque queremos que tú aprendas. Porque ese es el único modo de darle valor a este título”. Yo digo que dejemos a un lado los argumentos funcionales, que dejemos de ver el beneficio y nos fijemos en la experiencia. No vas a convencer a nadie diciendo que puedes ver más elementos en pantalla. A nadie le importa que tengas más coordinación mano-ojo. Si quieres aprobación, háblales sobre lo que sientes. Cuéntales esas historias pendientes por experimentarse. Ya hay otros sitios para aprender.

 

Como los libros.


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