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El debate sobre el sexo está degenerando

La gente grita cada vez más alto y en más partes
Por Dayo

¿Os acordáis de Bill, el de The Last of Us? Es gay. Sí, es gay. No lo digo porque crea que los gays no pueden ser otra cosa que divinos de la muerte, sino porque precisamente choca con esa imagen que se tiene de los homosexuales. Y es por eso que la asociación GLAAD le ha premiado como el nuevo personaje homosexual/transexual más interesante de 2013. Desde luego merece reconocimiento por su sutil construcción y trasfondo, y no tengo nada en contra ni de su sexualidad ni del premio ni de nada de nada. Menciono esto porque la noticia ha hecho de gatillo y me ha recordado a otras noticias y eventos de los últimos meses: toda esta discusión que se ha generado sobre el sexismo en los videojuegos. Se nos está yendo de las manos.

 

Como ya he mencionado, me encanta ver a las mujeres representadas como seres humanos o al menos como algo más que un buen culo y escote al que mirar, pero desde hace ya unos cuantos meses el debate se ha convertido en discusión y la discusión, en guerra. Ahora no sólo las mujeres deben dejar de ser objetos sexuales: tienen que meterse con calzador en todo. GTA V fue muy criticado por ciertos sectores que se preguntaban por qué, oh, por qué no había una mujer protagonizando el título de Rockstar, y recientemente hemos visto cómo una feminista se convertía en RRPP de Mighty No 9 después de presentarse con un fanart que proponía transformar a Beck, protagonista del título, en mujer, bajo el argumento de que no dañaría el juego ni la jugabilidad de ninguna forma. Esto también lo hemos visto con Battlefield 4 y Call of Duty: Ghosts, que tienen mujeres en sus tramas y/o modos multijugador, aunque en su caso parece algo más forzado para corresponder a la etiqueta, el buen gusto y la corrección política. Y por supuesto, también lo vimos en cómo Blizzard cortó una entrevista con Rock, Paper, Shotgun al ver que la conversación se centraba en los diseños de sus personajes femeninos.

 

Sin ti?tulo 2 3

 

“La gente exige más del emperador. Esto es bueno”, decía Adrian Chmielarz en su blog de The Astronauts, y coincido con que la voluntad del público por hacer que sus voces se oigan es algo maravilloso. El problema es cuando saltamos a los radicales, cuando la gente empieza a gritar. Porque entonces tenemos casos como Gone Home, que ha sido criticado porque su trama principal tiene que ver con la identidad femenina. Tenemos casos como el acoso de Zoe Quinn, que sufrió insultos de la comunidad porque tuvo la osadía de ser mujer y publicar un juego en Greenlight. Hay una diferencia entre el equilibrio y la corrección política, la lucha y el acoso. Esto del sexismo se está poniendo muy feo por momentos, y a cada nuevo día, nueva semana, nuevo mes, veo un vídeo, un artículo, una crítica, una persona, algo que tiene que forzar un comentario sobre el sexismo, generalmente con una actitud muy agresiva. Ahora no son sombras de gris: todo parece haberse convertido en blanco y negro. Tenemos por una parte monjas en trajes de licra para los tráilers de Hitman Absolution, por otra a Anita Sarkeesian debatiendo sobre videojuegos desde lentes feministas y por otra a la mayoría de Internet atacando cada palabra que dice la susodicha para decir que no, que no hay sexismo y que lo único que ella quiere es atención y dinero.

 

Esto fue una vez una discusión solemne entre gente solemne, pero ahora es un debate a gritos, radical y sempiterno. El problema no es sólo lo agresivo que se ha vuelto todo, sino que sólo nos estamos centrando en este pequeño aspecto ¿y todos los otros problemas del medio? ¿Por qué no se habla sobre, por ejemplo, los mensajes sociales diluidos? ¿Por qué no se habla sobre las pretensiones cinematográficas de los videojuegos? ¿Dónde están esos temas, por qué todo se ha vuelto un circo de vaginas y penes luchando por la supremacía? Soy el primero que quiere ver a las mujeres integradas a todos los niveles en nuestro medio, y estoy a favor del debate, pero así no creo que vaya a salir nada bien.


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