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El arma secreta de Watch Dogs

Impresiones desde la Gamescom
Por Alejandro Pascual

Más de un año ha pasado desde que se anunció y ha ocurrido de todo, pero por fin hemos podido tocar y jugar a Watch Dogs y tras unos meses previos con algo de miedo por cómo el juego podría comportarse cuando nos pusiéramos a los mandos, así como por su extraño cambio gráfico, podemos decir que hemos disfrutado de nuestro paseo virtual por la ficticia Chicago. Watch Dogs es envolvente, lleno de cosas por hacer y que no deja de sorprenderte en ningún momento.

 

La primera sorpresa de todas quizá fuera su esquema de control; tras una generación acostumbrada a comprimir todas las acciones en un sólo botón, la nueva obra de Montreal separa coberturas, de acciones, de salto de obstáculos, de utilizar tu smartphone, de guardar o sacar el arma, de ir en modo sigilo y, por supuesto de apuntar y disparar. Y esto es así porque necesitaremos tener un buen control de cada uno de los movimientos que hacemos para no llamar la atención, ya que uno de los objetivos del juego es pasar desapercibido el máximo tiempo posible. Para ello puedes andar detrás de coberturas e intentar que no te descubran, pero aquí el sigilo no es suficiente, sino que manipular el entorno tecnológico es vital para distraer a los guardias o quitártelos del medio hasta tu objetivo. Une a ello persecuciones a pie o en vehículo, la posibilidad de escuchar las conversaciones ajenas y verdaderamente sentirte poderosos y tienes al primer superhéroe sin poderes sobrenaturales: sólo la tecnología, y eso es lo que más miedo da.

 

 

El mensaje de Watch Dogs no está en su historia, la cual seguimos sin conocer muchos detalles al respecto, sino en las propias acciones que hacemos al interactuar con este mundo a través de los ojos de Aiden Pierce. Y el resultado es atemorizante, ya que Watch Dogs no oculta su voyeurismo en ningún momento. ¿Alguna vez has espiado a alguien en Facebook? Exacto. En una misión cualquiera, por ejemplo, para conseguir hackear un teléfono, podemos conectarnos al Internet ficticio del juego, entrar a la casa del tipo en cuestión, observar sus morbosos fetiches con maniquíes a través de la webcam de su ordenador, pasar a la cámara de su tablet y después hackear su smartphone.

 

Vale que la premisa principal para hackear algo es un poco inverosímil. Hackear sólo las cosas que puedes ver por el simple hecho de verlas es un poco increíble, pero en el juego funciona a la perfección. Logra que te sientas poderoso. Un gran detalle al respecto es que el juego no sólo se forma de las misiones principales y secundarias. En el multijugador integrado y prácticamente invisible, el juego te quita ese poder y se lo da a toda la comunidad conectada. En algunos momentos notarás que alguien te ha hackeado información de tu smartphone y tendrás que encontrarle y recuperarla antes de que escape con ella. Para ello, él tiene que permanecer en un área cercana mientras descarga la información, y tú tienes que buscarle, creando un juego de "escondite" ridículamente divertido.

 

Lo admitimos. Teníamos miedo con Watch Dogs. De hecho, lo seguimos teniendo, porque Ubisoft siempre aspira a crear conceptos de juego que a veces se les puede escapar un poco de las manos, pero lo visto hasta el momento da suficiente confianza para que no ocurra como Assassin's Creed y tengan que solucionarlo a la segunda. Calidad no le falta.


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