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Dragon Quest Builders y su crítica a la humanidad

Dragon Quest, Minecraft y Gran Hermano
Por Rafa del Río

Hay una cosa que me encanta de Peppa Pig, El Pequeño Reino de Ben y Holly, Gravity Falls, Phineas y Ferb o Gumball, cada uno a su edad y con sus historias, y es el doble nivel de información que incluyen. Por un lado tenemos una información estandarizada dirigida al público general, entre ellos los niños, y que contiene un lenguaje narrativo tanto lingüístico como visual que es captado por los más pequeños de la casa. A su lado tenemos un segundo nivel de información -y en ocasiones un tercero y un cuarto-, dirigido a los adultos que vemos los dibujos con nuestros hijos y que conecta con otros elementos que los niños no perciben y logra que los adultos nos riamos o comprendamos algo que va más allá del entendimiento infantil. 

 

No todas las series hacen esto igual de bien y no todos los adultos van a conectar con su mensaje, pero sólo el intento ya me parece genial -sobre todo cuando te pasas mínimo casi dos horas al día viendo dibujos con tu hija-. Es por esto que encontrarme con semejante sorpresa en Dragon Quest Builders, a pesar de estar avisado por el amigo Mou ha supuesto una alegría como jugador y como padre que juega con su hija

 

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La gente y sus locuras...

 

Dragon Quest y su crítica a la humanidad

No voy a hablaros del juego en general, pues entre Mou y yo llevamos machacando con él desde que salió la demo hace cosa de tres semanas, pero sí sobre el alto concepto de crítica que el juego lleva intrínseco en su naturaleza y que funciona a un nivel que está por encima del entendimiento infantil. Mi compañero lo llama melancolía, yo prefiero pensar en él como una crítica a la humanidad y al estado del bienestar que demuestra que, a la hora de la verdad, el ser humano tiene sus más y sus menos como criatura en estos mundos de Dios. 

 

¿Recordáis cuando empieza Gran Hermano? Bah, no me digáis que no, todos hemos visto algún Gran Hermano, aunque fuera de los primeros -yo me quedé en el de Mimi y porque tenía que cubrirlo para una revista-. El caso es que en el primer 'episodio' de Gran Hermano todo es estupendo y maravilloso: todos son supermajos, van guapísimos, se hacen super amigos, pactan llevarse bien y ayudarse... Pronto la naturaleza humana toma las riendas y, a los pocos días, surgen las facciones, los grupos, las alianzas y las traiciones. Un brindis por El Señor de las Moscas

 

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Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos

Este es precisamente el tono que tiene Dragon Quest Builders al proponernos crear nuestra primera ciudad con Pam. Pronto va creciendo en habitantes que, de primera, parecen muy majos -casi todos, al menos- pero pronto empiezan a mostrar sus miserias y fobias en una ópera de fondo que acompaña nuestro trabajo como Constructor. 

 

Pam, la dulce y linda Pam es una de las primeras en poner a parir a sus compañeros, aunque eso sí, todo es una broma, jajaja, y seguro me quivoco, jijiji, pero no deja títere con cabeza con una personalidad sorprendente bien trazada con varios niveles de maldad y momentazos como su obsesión con las barbas. Luego tenemos a Rouco, el lobo solitario, el escéptico, el cínico que sabe que todo se irá a la mierda porque el ser humano no está hecho para convivir. El singular Dolfo y su necesidad de sentirse líder en las sombras, el bueno de Magnus y su intención de dedicarlo todo a la defensa, el simpático Benjamín... Todos terminan por odiar comprtir espacio con los demás, criticando de una forma u otra a sus compñeros y demostrando lo sucio y vil de la naturaleza humana. 

 

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Sorprendente crítica a la sociedad del bienestar

Detrás del divertido Dragon Quest Builders, de sus horas de diversión construyendo y minando y de su aspecto colorido e infantil se esconde un juego que critica la sociedad del bienestar y que no teme en argumentar que la Teoría del Buen Salvaje de Jean Jaques Ruseau no cae lejos de árbol con estos humanos que se unen para prosperar y que al lograr sus objetivos comienzan a propiciar una vez más su propia caída. 

 

No me malinterpretéis: Dragon Quest Builders sabe ofrecer luego un punto de vista positivo en el que toda mequindad desaparece cuando la cosa se arregla, es un juegazo, es divertidísimo y no va a hacer que os sintáis mal, pero sí tiene ese toque cínico que se destila de la auténtica naturaleza del ser humano y que hace que en series como The Walking Dead los caminantes sean el menor de los peligros. Una apuesta arriesgada de Square Enix que aumenta su edad y que hace que disfrutemos del juego a un nuevo nivel que va más allá de su propia -y exquisita- jugabilidad. 

 

¡Nos leemos!


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