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Divinity: Original Sin II y los juegos injustamente tratados

El mejor RPG de esta generación
Por Rafa del Río

Divinity: Original Sin II llegaba finalmente a consolas la semana pasada. Una llegada que se ha visto eclipsada por lanzamientos como Spider-Man, Dragon Quest XI y, en menor medida, la demo gratuita de Forza Horizon 4. El que posiblemente sea uno de los mejores RPGs de esta generación, el mejor para el que suscribe, se ve eclipsado una vez más por los lanzamientos más de moda en un terreno de juego que, por mucha pena que me de, parece condenado a no ser el suyo. 

 

Ojo, no digo que lo último de Larian Studios haya pasado sin pena ni gloria. Eso sería obviar la labor de una potente comunidad de patrocinadores y fans que se aseguran de que el estudio galo siga contando con las herramientas necesarias para seguir haciendo su magia. Lo que sí digo, y me parece indiscutible, es que un título de semejante calidad ha perdido bombo y platillo en su recepción en consolas, sobre todo si lo comparamos con su lanzamiento en PC

 

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¿Qué le pedimos al videojuego?

Divinity Original Sin II tenía que haber sido recibido con orquesta de pueblo, alfombra roja, mozos y mozas arrojando pétalos y la alcaldesa de la ciudad vestida de gala. Su magistral historia, sus mil arcos  argumentales, la forma en que trata a sus personajes y esa absoluta libertad junto a la que otras compañías son como niños jugando con plastilina y pintura de manos, lo hacen merecedor de estar en la cumbre, el hall de la fama, presidiendo esa mesa en la cena de gala del RPG en la que los niños se sientan en el rincón para dejar a los mayores: Obsidian y Larian Studios, hablar de cosas importantes. 

 

Lo pregunto en el epígrafe: ¿Qué le pedimos al videojuego? Una pregunta a la que llevo varios artículos dándole vueltas y cuya respuesta se me escapa entre los dedos como esa niebla entre capas de thul que tanto le gustaba al amigo Bécquer. Tenemos una historia potente -en castellano-, miles de horas de juego, personajes vivos, con su propia historia, que se alejan del papel de minions o secundarios a tus órdenes, y una puesta en escena que es, en sí misma, una partida de rol del bueno, de ficha y dados, en la que, para colmo, podemos jugar con amigos, cada uno a su bola, o acompañados de un grupo con una IA maravillosa.  

 

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El cajón de los condenados

Cada vez tengo más claro que los mejores juegos terminan, casi siempre, en el cajón de los condenados. Ese cajón metafórico que hace años acababa por coincidir con el de las ofertas del GAME y que ahora, más civilizados, termina como carne de cañón gratuita en la plataforma digital de turno. Un cajón por el que históricamente pasaron maravillas como los primeros GTA, Shenmue, Yakuza, Demon's Soul, Beyond Good and Evil o Wasteland, y en el que ahora cae lamentablemente la versión de consolas de un Divinity original Sin II que debería estar en todas las consolas posibles compartiendo su gracia. 

 

Si os atrevéis, si le dáis una oportunidad, os vais a encontrar un juego complejo, profundo, en el que el farmeo no es matar mil veces a un jefe, sino cumplir mil secundarias tan completas y divertidas como la trama principal en sí. Un laberinto plagado de puzles, una mazmorra en la que no basta con blandir la maza, enemigos con los que hay que saber negociar y una partida de rol que, como en los viejos tiempos, nos invita a estrujarnos los sesos intentando encontrar una manera de solucionar los enigmas que vaya más allá del combate. 

 

Divinity Original Sin II es esto y mucho más. Tal vez su vista de juego, alejada de la vista trasera o la primera persona, no sea tan aclamada como el estilo de CD Projekt o tan directa como los de BioWare, pero es mucho más profundo, complejo y realista que todos sus títulos juntos. Es una pena que por su aspecto y por su planteamiento se quede relegado al éxito en PC demostrando que, al final, los videojugadores de consola y ordenador somos muy diferentes. Una pena que será soslayada, en parte, cuando finalmente vuelva a ser regalado en alguna suscripción de pago o en ese online involuntario y obligado de PS4 y Xbox One. ¿Lo peor? Que si saliera en Nintendo Switch todo el mundo lo aplaudiría. Lamentablemente, para eso, no ha habido dinero en Kickstarter. Por ahora.

 

¡Nos leemos!


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