1. Mundogamers
  2. Noticias
  3. PS4

Depresión y videojuegos, ¿amigos o enemigos?

Entendiéndonos a través de un mando
Por Kysucuac

Desde hace más de diez años, sufro depresión crónica. Este tipo de depresión no es tan grave como suena, aunque tiende a atosigar al individuo con un estado constante de desánimo, una tristeza con la que te levantas y te acuestas todos los días, a veces sin saber bien por qué. Esto suele acompañarse con una baja autoestima, anemia, escasa concentración y cansancio, aunque cada caso es un mundo. A pesar de que se trata de un trastorno que creí haber superado recientemente, o, al menos, haber aprendido a sobrellevarlo un poco mejor, he vuelto a recaer hace poco. A veces no se necesita un estímulo exterior. Simplemente un día te despiertas y te das cuenta de que no puedes enfrentarte ni al espejo.

 

Los tratamientos para la depresión crónica se basan en terapia y antidepresivos, pero hay otros tipos de ayuda que, según la persona, sirven de mucho. Si, como yo, necesitas tener un mando (o un teclado) en las manos, es hora de contarte la verdad: el videojuego no tiene por qué ser un aliado de la depresión, sino su enemigo, y, por tanto, nuestro más fiel amigo a la hora de seguir adelante.

 

Cuando hablamos de la adicción a los videojuegos, os comenté que era algo más serio de cómo nos lo estábamos tomando. Sí, la adicción es una enfermedad y, como todas, necesita su tratamiento. A veces, esa adicción puede ir de la mano de la ansiedad y la depresión. De la ansiedad ya hemos hablado largo y tendido, pero no está de más recordarla de vez en cuando. Sí, es cierto, jugar a videojuegos, y aquí colocamos un asterisco, puede causar ansiedad y depresión. No por el hecho de jugar en sí. Estaríamos hablando de gente con un trastorno, con una adicción seria, que puede verse afectada por la ansiedad y la depresión. Estas dos hijas de perrilla, no obstante, se darían más comúnmente en personas que ya se están tratando. Es decir, personas que pueden sufrir el “mono” de los videojuegos, más que en personas que están jugando activamente.

 

 

El videojuego puede ayudarnos a comprender la depresión

Más que una ayuda para superar todo tipo de distimia, trastornos causados por la ansiedad o depresión grave, el videojuego nos ayuda a comprenderlos. A veces, hay títulos que suponen un camino, un repaso, desde el origen de lo que sufrimos hasta el final de todo esto. Juegos como Elude son capaces de representar la experiencia de la depresión en sí mismos, basándose en metáforas sencillas. En este caso concreto, el jugador camina hacia delante en un título 2D que nos sitúa en un bosque oscuro, un ambiente deprimente. Pero en el camino, encontramos elementos positivos, en este caso los pájaros, y aunque no parezca que haya un progreso, nos vamos dando cuenta de que vamos superando algo. Sin embargo, si al caer nos rendimos, nos encontraremos con el Game Over. Casi no hace falta explicar nada de este juego, ¿verdad?

 

Hellblade: Senua’s Sacrifice es un gran ejemplo de cómo un videojuego puede ayudarte a entenderte a ti mismo y de cómo puedes llegar a superarlo todo. Desde el principio del juego entendemos que Senua no está bien, que hay algo en ella, en su cabeza, que no funciona como debería funcionar. Sin embargo, es capaz de cumplir con su objetivo, de seguir luchando, aunque el mayor de sus enemigos se encuentre dentro de ella. Hay otros casos de apariencia más amable, como Stardew Valley. Juegos que consiguen distraernos con ideas sencillas, pero que son más complejos de lo que imaginamos.

 

También hay géneros de videojuegos ideales para ayudar a una persona con depresión. Los títulos de mundo abierto, esos que invitan a perderse y llegar a cualquier parte, son una terapia positiva. The Elder Scrolls V: Skyrim o The Legend of Zelda: Breath of the Wild son grandes ejemplos que, en mi caso, me han ayudado mucho.

 

Al final, lo que hay que entender es que el videojuego puede ser nuestro aliado, pero, al igual que con cualquier otro tipo de terapia, debe tener unas normas. No todos los videojuegos pueden ayudarnos, algunos pueden llegar a perjudicar nuestro estado; y desde luego no deben ser nuestro único apoyo.


<< Anterior Siguiente >>