Dame un buen jefe y déjate de tonterías

Seamos sinceros y concisos: los videojuegos son un medio joven que aún tiene mucho que demostrar y que tiene que experimentar bastante con su manera de contar las historias, pero ya hay unas cuentas cosas que están claras y que creo deberían llevarse a rajatabla: el malo, el enemigo al que hay que hacer frente, el objetivo de todo nuestro odio, debería estar claro desde el principio, porque si no, no hay forma de enterarse bien de la historia.

 

Vengo de acabar Transistor, esa maravilla hecha por Supergiant Games, por segunda vez y creo que lo que más puedo reprocharle es que no tiene un malo definido. El mundo es malo, el Proceso es malo, la Camerata es mala, pero a la vez, ninguno es realmente un enemigo definido. No necesito tener un jefe final con orejas puntiagudas, piel roja y un tridente en la mano, hablo de una figura, o de algo, que dé sentido al conflicto del juego. Transistor carece de ello, quizá a propósito, pero a mi me deja un poco a medias.

 

 

Hay muchos otros juegos que no tienen ese malo presente, pero cuya manifestación está muy bien llevada. Por ejemplo, en Dark Souls, donde no hay un malo claro, pero sí una maldición que condiciona todo en el mundo. En este mismo sentido funciona The Last of Us: la enfermedad es el enemigo, no una persona en concreto.

 

Ahora bien, si tengo que elegir un tipo de malo malísimo que me gusta por encima de los demás es el jefe omnisciente. Hablo de figuras como GLaDOS o como Jack el Guapo, esos jefes que están siempre ahí para dar la puntilla a todo lo que haces, poniendo un comentario sarcástico o doloroso sobre lo mucho que te ha costado hacer algo, que tienen más carisma que el personaje incluso que manejas...

 

 

Por eso digo que, habiendo un buen jefe, un buen enemigo, una influencia que monopoliza todo el juego y que te mantiene centrado en lo que tienes que hacer; teniendo eso, poco importa el personaje que manejes, poco importa que se un tipo mudo que no pinta nada y solo sabe pegar tiros o resolver puzles. Benditos sean los buenos antagonistas.

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