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Cuando The Last of Us Parte II se impone a tus deseos

Su magnífica contradicción
Por Álex Pareja

Atención: Spoilers de The Last of Us Parte II del tamaño de Seattle.

 

The Last of Us Parte II va machacando los deseos del jugador paso a paso. Va acabando con su ilusión y jugando con su empatía. Y lo hace a través de sus dos protagonistas, exponiendo sus propias vivencias y sus propias verdades, con la contradicción como bandera. Uno de los aspectos más satisfactorios de la obra tiene que ver con sus momentos de imposición. Aquellos en los que el juego pide algo que el jugador no quiere hacer, enfrentándose a la condición propia del medio que en definitiva trata de pulsar unos botones para superar un desafío. 

 

La primera mitad de The Last of Us Parte II está colmada de rabia, venganza y sufrimiento. Lo compartimos con Ellie pues sentimos como propios sus años de relación con Joel. Nos lo arrancan sin piedad. Abby es nuestro único objetivo y el deseo compartido de jugador y personaje. Esas primeras horas las pasamos degollando a enemigos, mutilando a Lobos, acabando sin piedad con sus perros… Y nos enfrentamos a un pequeño Quick Time Event cuando Ellie logra encontrar a Nora. Una simple repetición de un mismo botón que nos anima a golpearla, matarla sin piedad y torturarla para conseguir la información que necesitamos… y también para aliviar parte de nuestro dolor. Todas estas acciones las realizamos con convicción. Es difícil aceptarlo pero disfrutamos de su muerte y celebramos cada pulsación del botón. Nos sentimos mal por ello justo después, al igual que Ellie, pero es lo que merecen estos bastardos. Nos lo han arrebatado. 

 

 

Esta vorágine de furia continúa hasta que The Last of Us Parte II decide imponerse por primera vez a nuestros deseos. Esta vez es Abby la que encuentra a Ellie y está dispuesta a matarla. Si hemos atendido a lo ocurrido hasta el momento daremos por hecho que los Lobos tenían motivos suficientes para acabar con la vida de Joel. Algo malo ha hecho en su pasado encontrando su merecido, y es imposible no pensar en la posibilidad de que sean los propios Luciérnagas vengándose por la complicada (pero lógica) decisión que toma en la primera parte. Pero, aún así, seguimos compartiendo los sentimientos de Ellie. Nos hacemos los tontos y no queremos atender a estos mensajes. No hay ninguna razón aceptable para dejar atrás este camino de venganza. Abby tiene que morir. Y volvemos al pasado acabando con nuestra ilusión y nuestro verdadero deseo. Nos machaca cuando descubrimos que tenemos que encarnar a Abby en un momento así. Es probable que ella acabe con la vida de Ellie después de todo lo que hemos vivido, ¿y ahora tenemos que ponernos en su piel? De ninguna manera. 

 

The Last of Us Parte II desarrolla con soltura y maestría esta segunda parte protagonizada por Abby, el oscuro deseo de venganza que compartimos con Ellie desde el principio de la obra. No queremos ponernos en su piel, queremos arrancársela de cuajo. Pero poco a poco vamos comprendiendo. Entendemos que no hay mucha diferencia entre el viaje que Ellie decide emprender y el que Abby inicia años atrás. Ambas han perdido a su figura paterna en un asesinato. Todo lo que tenían se marchó en ese instante. Solo viven por ello: Ellie desoye a su pareja, descuida la integridad de sus propios amigos, realiza actos inclementes que le perseguirán para siempre y pone en riesgo su propia vida para cumplir su venganza. Exactamente lo mismo que Abby en su viaje, que deja atrás las posibilidades de tener una vida normal, una pareja y unos amigos, obsesionada con cumplir su cometido. Lo vemos en su rabia al acabar con la vida de Joel (la misma que compartimos después con Ellie al acabar juntos con Nora) y lo vemos en su conducta, anteponiendo siempre su propio entrenamiento físico y su búsqueda enfermiza por delante de todo lo demás.

 

Abby y Ellie son iguales. 

 

Cuando conseguimos empatizar con Abby y llegar a estas conclusiones, llegamos al teatro. A ese punto de la historia que nos obligó a retroceder para vivir la misma secuencia de días desde el punto de vista de nuestro objetivo. En ese momento, entendemos a Ellie y entendemos a Abby, y nuestro deseo ha cambiado. Nos encantaría verlas hablando y discutiendo sobre lo ocurrido, perdonándose mutuamente. Tienen que entenderse, son iguales, han pasado por lo mismo, van a entrar en razón. Pero The Last of Us Parte II vuelve a enfrentarse a nuestros propios deseos y nos obliga a combatir con Ellie controlando a Abby. Todavía recuerdo esta batalla en el teatro, deseando que terminara pero sin tener ningún interés en matar a Ellie. Como un automáta me rendí a las reglas del juego porque era mi papel, pulsando los botones correctos que me permitan superar el desafío del videojuego para seguir avanzando, pero ese no era mi deseo. No quería que Ellie muriese a manos de Abby. Pero tienes que combatir. Gracias a Lev, que irrumpe en la vida de Abby unos pocos días atrás, Ellie encuentra un perdón que quizás no merece. El círculo podría cerrarse: ambas han hecho cosas horribles por completar su venganza, ¿por qué no detenerse? 

 

The Last of Us Parte II Abby

 

Pero ese círculo no puede cerrarse en la vida de Ellie. Abby sí ha conseguido vengarse de Joel y aunque sus amigos han muerto durante estos días Ellie no lo entiende como justicia. Después de haber sido perdonada dos veces, decide volver en su busca para encontrar redención, en contra de los deseos del jugador, otra vez. En este momento el jugador desea que Ellie pase página. Ha conseguido una buena vida junto a Dina, comparten un niño pequeño y solo les queda la feliz incertidumbre de una vida cotidiana. Pero los deseos de Ellie se imponen a los del jugador

 

El último tramo de The Last of Us Parte II reúne todos los ingredientes necesarios para tomar la dirección contraria a la del jugador. Nosotros pensamos que la obra ya ha culminado. Hemos tenido un clímax, Abby consigue su venganza y Ellie necesita comprender que esto ha terminado, ya ha hecho mucho daño a su objetivo y debe pasar página y vivir su vida junto a Dina. Pero no, debemos seguir jugando sin desearlo, en busca de la misma persona que ha perdonado su vida dos veces. Y el enfrentamiento final vuelve a reencontrarnos con las mismas sensaciones que las del teatro pero con los papeles invertidos: no queremos acabar con la vida de Abby. Ese Quick Time Event que se repite y que disfrutamos al acabar sin miramientos con la vida de Nora aparece contra ella, pero esta vez no queremos pulsar esos botones. Cerramos los ojos deseando cumplir el desafío del videojuego, pero renunciando a la empatía con el personaje. Eso que estábamos buscando desesperados durante la primera mitad del juego está en nuestras manos, pero ya no deseamos hacerlo. No existe esa unión.

 

The Last of Us Parte II se impone a lo que el jugador desea en varios momentos y refuerza su mensaje en estas situaciones. Aquello que deseábamos lo terminamos detestando. Eso que realizamos con ganas en el pasado lo odiamos en su final. Qué magnífica contradicción. 


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