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¿Consumimos demasiados juegos?

Sí y no y todo lo contrario
Por Bruno Louviers

El otro día estaba limpiando mi librería Billy del Ikea nº1, toda ella repleta de juegos y consolas, y me paré a observar el curioso patrón acumulativo de juegos: desde la generación de Nintendo DS, eso había explotado a lo loco. ¿Cómo era posible, si por aquel entonces apenas ganaba dinero? ¿Por qué puñetas he comprado tantos, tantos, tantos juegos? ¿Y cómo es posible que los haya jugado todos, y haya acabado la inmensa mayoría? Y no cuento ahí las copias de prensa, que las tengo recluidas en el cajón de la vergüenza (son discos muy feos para enseñar).

 

Y claro, dado mi habitual pesimismo, empecé a extrapolar cosas negativas: simplemente, compro demasiados juegos. Ojo, que no es malo acumular juegos, pero aquí hablo de mi caso. Creo que la mayoría de tiempo que he invertido en ellos me ha servido de mucho y me ha hecho mejor en mi trabajo, algo lógico por otra parte porque se supone que debo hablar con algo de experiencia del tema; pero podría hacer como con los libros: comprar los justos, coger la mayoría de la biblioteca. 

 

Pero no, esto no funciona así: la industria del videojuego es absurdamente consumista y los jugadores, por ende, también. Tenemos que comprar muchos juegos, pasar de uno a otro como si fueran un porro y, a ser posible, cagarnos en la leche en Twitter porque no nos ha gustado o es corto o es largo o a saber qué razones. No valoramos lo suficientes nuestros juegos, y creo que aquí hay una profunda crisis de identidad que luego nos lleva a odiar cualquier cosa que intente combatirla. 

 

Y por esa sencilla razón, creo también, tenemos tanta nostalgia y recordamos con tanto cariño los juegos más antiguos. No recuerdo cuántas horas jugué a Super Mario 64, pero estoy seguro de que fueron más que a todos los Super Mario juntos desde entonces. No es que no tuviera menos dinero y mis padres pudieran comprarme menos juegos, que también; sino que arrojábamos mucho más valor en cada juego individual porque, bueno, no había tantos, tantos juegos. 

 

¿Estamos creando un monstruo, pues, tantos los usuarios que consumimos los juegos como las compañías que nos alimentan? Depende de cómo se mire, pero ya son muchos los que vienen avisando de la burbuja de los juegos Triple A, esos entes inmensos que cuestan tantísimos millones y que, aunque venden muchísimo, solo recuperan la inversión con beneficios cinco o seis franquicias, muchas de las cuales no se lanzan todos los años. 

 

Quizá por eso empiezan a proliferar tantos los juegos cortos que se consumen en un rato y se puede pasar a otra cosa, independientemente de su calidad; como los juegos que se pueden jugar tranquilamente durante todo un año sin necesitar de otra cosa (es lo que muchos hacen con Call of Duty, FIFA o el juego de coches de turno). Y quizá por eso ha nacido y pega tan fuerte el formato episódico, pues el ritmo de juego está entrecortado a propósito y no se puede consumir de golpe, sino poco a poco.

 

No quisiera ser agorero y decir que tenemos la culpa de que los juegos ya no sean como antes o nos gusten menos (bueno, quizá de esto último si tenemos la culpa), pero no estaría del todo mal, ahora que estamos en el día de Reyes, pensar en si dedicar tan poco tiempo a tantos juegos no es una fórmula que sería mejor invertir, que lo mismo nos iría mejor jugando mucho tiempo a pocos juegos. Yo no creo que pueda hacer esto jamás por mi trabajo, pero a vosotros, lectores, lo mismo os viene bien.


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