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Catherine: Full Body y los matices de gris

Un abismo virtual entre el blanco y el negro
Por Brenda Giacconi

Cazar enemigos y subir de nivel. Resolver un enigma y avanzar. Explorar una zona y descubrir un secreto. Vencer a un monstruo y obtener un botín.

 

Tomar una decisión y arrepentirse.

 

El reto y la recompensa son la clave inmediata de la diversión. Una combinación de factores que fascinaron desde el inicio de los videojuegos, utilizándose, todavía, como un pegamento invisible que une al jugador con la pantalla. Y sus variantes, que convierten esta sucesión de acciones en escenas emocionantes, son casi infinitas. Los desafíos más inculcados en el código fuente del medio suelen tomar la forma de jefes finales imbatibles o puzles intrincados, pero hoy quiero centrarme en la simpleza de las preguntas y respuestas. O, mejor dicho, en los momentos de frustrante vacilación disfrazada de inocente sencillez que se muestra a la hora de tomar una decisión.

 

Porque, en nuestra niñez, las preguntas venían de la mano de una respuesta correcta fácilmente identificable. En cualquier aldea de cualquier RPG tendremos la típica conversación estándar con un personaje de vida útil efímera, cuya única función es que le contestemos “Sí” para que nos regale una poción. El intercambio de palabras es casi prescindible, una nimiedad para justificar la ayuda que quiere brindarnos el juego.

 

Pero las interpelaciones han evolucionado. Se han transformado en un engranaje vital para el desarrollo de la partida, con la posibilidad de labrarnos una reputación en base a las contestaciones y actitudes de nuestro protagonista. Y la percepción de los mismos, también han madurado. Aquí es donde Catherine: Full Body hace acto de presencia, dándole a entender al jugador que la vida ya no es blanco o negro. Es una amalgama de grises tan variopinta que abruma.

 

Vincent en Catherine: Full Body

 

Los creadores de matices

 

Si este título de Atlus se ha ganado una gran popularidad silenciosa es, precisamente, por la naturaleza de sus preguntas. Consultas muy reales que se le hacen a Vincent, el protagonista, y que se le entremezclan con un sinfín de problemas personales que están por llevarle a la locura. Catherine, Katherine y Rin, las tres chicas en la vida del joven, parecen haberse puesto de acuerdo para jugar con su mente a través de personalidades completamente diferentes.

 

Catherine es la belleza pasional y fogosa. Katherine, la mujer sensata y racional. Y Rin, la muchacha cándida y amable. Cada una de sus apariciones y filosofías transmitidas mediante conversaciones mueven los engranajes en la cabeza de Vincent, haciéndole pensar nuevamente sobre aspectos en los que creía estar seguro. Cada escena con cada mujer es el detonante de una explosión que no hace más que generar nuevos matices de gris.

 

Catherine en Catherine: Full Body

 

Sin embargo, y aunque el juego se centre en los personajes que le dan nombre, tampoco se quedan atrás las charlas entre cervezas con los clientes del bar ‘Stray Sheep’. Cada uno con sus propios problemas, en los que Vincent puede opinar, pero que también sirven de para alterar los ideales ya de por sí inestables del protagonista. Ante tanta incertidumbre y un cúmulo de decisiones vitales, el círculo de amigos de siempre se convertirá en una base de intercambio de perspectivas, así como el resto de personas que frecuentan el misterioso bar.

 

Pero, al fin y al cabo, todo lo que se escucha no afecta a Vincent más que virtualmente, pues es el jugador el que pasará por una montaña rusa de emociones y cambios de pensamiento. Lleva las riendas, y, por lo tanto, tomará cada vez más cuidado sobre decisiones que puedan tener consecuencias desastrosas. De este modo, y mientras se avanza en el título, los matices entre el “Sí” y el “No”, las respuestas más contundentes, se vuelven un abismo de dudas y posibilidades imposibles de predecir.

 

Catherine, Rin y Katherine

 

La recompensa narrativa, como el vino: se disfruta a pequeños sorbos

 

Al contrario que como se ha visto hasta ahora en el medio, Catherine: Full Body ofrece una línea argumental según la naturaleza de las decisiones tomadas por el jugador. Pero ésta no se presenta de manera espectacular y emocionante en el momento, sino que se deja reposar pausadamente mientras introduce nuevas problemáticas que probablemente desvíen a Vincent hacia otra trayectoria de ideas.

 

Su mismo desarrollo es espontáneo sin pecar de irrealidad. Porque las respuestas a cada pregunta que se nos hace acaban formando parte de la misma personalidad del protagonista, cambiándole como persona y originando diferentes líneas narrativas según su recién alterado punto de vista sobre la vida. Y su evolución mental saldrá a la luz ante Catherine, Katherine y Rin, que, además de actuar en consecuencia de la nueva perspectiva de Vincent, volverán a aportar frases y eventos sorprendentes que acabarán de confundir del todo al joven.

 

De este modo, el jugador casi no se da cuenta de que el rumbo aparentemente natural que está tomando la historia no es más que una ramificación que se multiplica a partir de sus decisiones. Pero su desarrollo es tan sutil, y el clímax tan explosivo, sea cual sea la ruta escogida, que no se da cuenta del agujero de grises en el que ha buceado, haciendo del viaje una experiencia continuada y sin frenos. Porque la vida real es así, una sucesión de respuestas dubitativas, momentos estresantes que no parecen tener fin y, sí, muchos tonos de gris.


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