Assassin's Creed Odyssey es arte: más allá de la estatua de Zeus
Assassin's Creed Odyssey me ha cautivado. Como espectador entusiasta de las viejas películas basadas en la Odisea y como lector avezado de las recopilaciones de Homero, Ubisoft ha sabido recopilar en su juego muchas de las experiencias que tan atractivas me resultaban en esas otras formas de ocio y arte. Visitar el Monte Parnaso, escenario de muchas de las traducciones de Heródoto que tuve que realizar en el instituto, y hacerlo tras haber hablado con el famoso historiador griego, es tan gratificante como conocer de primera mano los escenarios e inspiraciones de autores como Sófocles -que parece haber inspirado gran parte de la historia de este Odyssey-, Eurípides o Esquilo.
El videojuego como arte
Todos, o casi todos compartimos que el videojuego es una fuente de arte tan rica e importante como el cine, la literatura o el teatro, por eso no podemos dejar pasar la oportunidad de aplaudir un trabajo como el de Assassin's Creed Odyssey y no centrarnos en la ausencia de hojas ocultas o la imposibilidad de matar a alguien de mayor nivel de un flechazo en la cabeza.
El videojuego es arte, y uno de los mayores exponentes en este sentido es la saga de asesinos de Ubisoft, con dos entregas especialmente punteras en este aspecto: Origins y Odyssey. Dos herramientas que se han utilizado en universidades y colegios para ilustrar un determinado periodo de tiempo, la agricultura de la zona, la arquitectura, la ropa y demás elementos que hacen de la cultura de una época y un marco geográfico concretos un ente diferente y único respecto a sus coetáneas. Desde los templos egipcios a las Termópilas, del Templo de Delfos al Nilo, las nuevas entregas de Assassin's Creed: Origins y Odyssey, han sabido trascender con el uso del modo Discovery Tour y llegar a más rincones exprimiendo el sobresaliente trabajo de documentación y recreación histórica de un equipo que sabe lo que hace y se entrega al máximo para cumplir sus objetivos.
Más allá del arte como tal
Más allá del uso de Assassin's Creed Odyssey como material ilustrativo en escuelas y universidades, de ese modo Discovery Tour que sirve de documental -y que aún debe llegar a Odyssey aunque ya ha confirmado su presencia-. Más allá de todas las estatuas, templos, modelos arquitectónicos, cabrerías, porquerizas, termas y personajes famosos como Artajerjes, Aspasia, Pericles, Heródoto, Leónidas o Hipócrates, que darían por sí solos para hacer todo un especial, la nueva aventura de Ubisoft imbuye de arte cada pequeño momento de la aventura con unos escenarios mediterráneos con la fauna y flora propias de la zona. Olivos, pinsapos, abetos blancos, espesos pinares, enormes hayas y robles junto a peonías, lavandas, higueras, granados, viñedos y, en definitiva, unos campos que hablan por sí solos de la ubicación de la aventura y crean bellos efectos de luz sobre el terreno dándole una mayor profundidad al escenario.
Puede gustarte más o menos la propuesta de Assassin's Creed Odyssey -algo que a mí, personalmente, me tiene muy enganchado- pero lo que es indiscutible es que, si queremos defender el juego como arte, el trabajo de Ubisoft puede ayudarnos mucho, y más en esta ultima entrega. La forma en que el estudio juega con el escenario y la verticalidad del mismo desplegando cordilleras, montañas, picos, distintos climas y paisajes, cuentan con una gran belleza que hace que pasear por sus parajes o montar a caballo sean, de por sí, un espectáculo a la vista. El reflejo de la luna en el agua, las olas del mar Egeo, la posibilidad de saltar del barco y bucear junto a delfines, cachalotes y tiburones... al final todo se reduce a esto, a momentos, al goce visual de un mundo que está ahí para ser disfrutado y que debe ser valorado en toda su gracia junto a otros elementos si queremos salir de las ya clásicas medidas de 'sonido', 'jugabilidad', 'gráficos' y 'adición' con las que empezamos a analizar en el mundo del videojuego.
¡Nos leemos!
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