Así fue la quedada de Pokémon que reunió a más de 3000 personas

AYER FUE MI CUMPLEAÑOS, FELICITADME. Bien, dicho esto, continuamos con el artículo. Ayer era un día muy especial. Para mí, por aquello de llegar a un cuarto de siglo y seguir siendo hermosa, y para toda la comunidad de Pokémon Go en Madrid, porque, sí, amigos, ayer fue la Pokédada. O Pokéquedada. Me da igual cómo queráis llamarla, ¿vale?

 

Debo decir que el encuentro empezó con polémica antes, siquiera, de que hubiera cobrado forma. En un primer momento se habló de hacer la quedada en el Parque del Buen Retiro. Para los que seáis de fuera, deciros que, simplemente, el Retiro se ha convertido en la Poképarada por excelencia. Todo el mundo va allí, a la zona del lago, donde se encuentra el Monumento a Alfonso XII. Allí, convergen tres Poképaradas (y hay una más a dos pasos), por lo que es el sitio perfecto para sentarse a la sombra a esperar a que los Pokémon se acerquen al cebo.

 

Sin embargo, aunque el Retiro es el sitio idóneo para cazar a estas criaturitas, al tratarse de un espacio protegido, los eventos multitudinarios de este estilo no pueden llevarse a cabo. De modo que, oficialmente, la quedada se movió a la Puerta del Sol. Mala idea, mala ubicación, por dos motivos esenciales: Uno, no es una zona con variedad de Tipos de Pokémon, y dos, no hay sombra. Bueno, sí, hay unas pocas, pero muy pocas. Yo, por ejemplo, tuve que aprovechar la sombra de Dayo-senpai. Y sí, proyecta una gran sombra, grande como él solo, pero cuando se movía (el tiempo que sus fans le permitían), era un calvario seguirlo.

 

El resultado, no obstante, ha sido muy satisfactorio: Más de 3000 personas se reunieron ayer en Sol con el único objetivo de coger el máximo de Pokémon posibles. Lástima que, en su gran mayoría, lo que apareciera fueran Zubats y Rattatas. Pero no lo quiero decir muy alto, por si aparece ese murciélago grosero. También hubo mucha gente ocupándose de que ningún equipo dominase el gimnasio más cercano más de dos minutos. Que, por cierto, ¡vaya cantidad de camisetas de Team Valor, Mystic y, bueno, el otro! Hasta ya se ha empezado a hacer negocio con esto, porque ayer un chico me vendió una chapita del Team Valor.

 

Retiro ahora mismo increíble la cantidad de gente pic.twitter.com/mwIpxSxgtS

— Pokémon Go Madrid (@PokemonGo_MAD) 28 de julio de 2016

 

Estábamos viviendo un momento para Nintendo – y para Niantic, claro – en Madrid, como las cifras han demostrado. Con 3000 jugadores reunidos en un punto así, sin sombra (y muchos sin agua ni gorra, cosa que está mu mal), se respiraba muy buen ambiente. Lo mejor de todo es que nosotros no éramos los únicos que sentíamos aquéllo, porque muchos medios se acercaron a recoger el momento. ¿El problema? Que muchos de ellos, a la hora de hablar sobre lo que vieron, lo harán demostrando la sucia demagogia que llevamos viendo ya desde hace un par de semanas. Porque son superiores a nosotros por no jugar a Pokémon Go, ¿verdad?

 

Dejaré ese tema a un lado para centrarme en lo que vi yo. Cualquiera, mirándolo todo desde fuera, os diría que no era más que un gran número de personas, cada una con su móvil, pasando de todo lo que tenía a su alrededor en lo que a mundo real se refiere. Pero, en realidad, era totalmente al revés. Sí, todos mirábamos el móvil, pero estábamos conectados, comentábamos lo que ocurría, los Pokémon que aparecían, nos reíamos de todo y éramos felices. Porque habíamos encontrado un videojuego con un multijugador infinito. Y eso que todavía no ha salido el tema de intercambios y combates.

 

Dayo-senpai y yo (y el pequeño grupo de súbditos que nos acompañaban) no aguantamos mucho en Sol, y al final acabamos yendo al Retiro. Parecer que la quedada sí que se dividió en dos, porque el parque estaba repleto de frikazos como nosotros cazando Pokémon. Habían levantado más polvo que en la romería del Rocío. Lo que saco de todo esto es que, y ya se pueden fastidiar los de “menos Pokémon y más leer libros”, Nintendo ha ganado la batalla. Quizás no la de consolas, pero sí la de móviles. Y somos muy felices así.

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