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Alan Wake. Las pesadillas dentro de la pesadilla

¿Estoy despierto?
Por Álex Pareja

Se despertó casi de súbito, como si el proceso de cerrar los ojos y volver a abrirlos hubiese sido casi instantáneo. Parecía que las horas no habían pasado, pero la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana parecía indicar lo contrario. No podía seguir durmiendo. Se levantó y encendió la luz, sorprendiéndose al ver en el espejo que llevaba puesta su ropa, sin recordar muy bien por qué. Avanzó unos metros por aquel pasillo hasta que oyó un ruido extraño a su espalda, uno que le hizo recordar de forma brusca a alguna de sus peores pesadillas, por lo que se quedó paralizado y decidió no mirar atrás. Escuchó otro fuerte ruido e inmediatamente después la luz de la casa se apagó, dejando todo en tinieblas. Sabía que no estaba a salvo en la negrura de la noche, lo sentía, por lo que se armó de valor y trató de correr para encontrar el interruptor; estaba seguro de que la luz le salvaría. Avanzaba muy lento, a pesar de que intentaba correr con todas sus fuerzas tenía la sensación de que no progresaba, como si le pesaran las piernas, sintiendo una ansiedad aguda al dar por hecho que algo se acercaba por su espalda. Cuando consiguió llegar al interruptor, no sin esfuerzo, descubrió que no funcionaba: no había luz, estaba atrapado en la oscuridad. Cerró los ojos cuando sintió que esa extraña criatura estaba a pocos metros de él. En ese momento se dio cuenta de que estaba en una pesadilla e iba a despertar enseguida. Ya le había pasado más veces, pero en esta ocasión percibió que había algo diferente. ¿Por qué tardaba tanto en volver a abrir los ojos? 

 

Todos hemos experimentado las pesadillas en nuestra vida, esos sueños que aparecen sin desearlos y que trastocan nuestro descanso, muchas veces recordando lo ocurrido al despertar. Es uno de los muchos misterios que a día de hoy ocurren en esa maquinaria de la que en realidad sabemos tan poco: nuestro cerebro. Las pesadillas, generalmente, provocan miedo al que vive la experiencia al generar situaciones muy personales y únicas para cada sujeto, pero también hay miedos universales y pesadillas que siguen siempre la misma tónica y estructura para todas las personas.

 

Tratar de encender la luz y que no funcione (sintiendo una indefensión extraña en la oscuridad) o tratar de correr, generalmente huyendo de algo, pero no poder avanzar a pesar de que lo intentemos con todas nuestras fuerzas, son solo algunos pequeños ejemplos de estos casos que suelen experimentar varias personas durante sus sueños. Alan Wake, el título de Remedy, trata muchas de ellas de una forma muy especial: a través de la historia, de su guion, de sus secuencias, pero también a través del propio control

 

Alan Wake

 

Alan tiene muy poca resistencia cuando el jugador lo maneja, en esas fases que en la mayoría de ocasiones son terroríficas. ¿Por qué no avanzas más deprisa? Al igual que la extraña obsesión con la luz, que el jugador puede llegar a buscar a través de los escenarios de forma enfermiza, ya que es el único lugar donde se va a sentir a salvo. Es muy complicado plantear un mundo de pesadillas en un videojuego y aplicarlas tan bien dentro de la propia jugabilidad, pero Alan Wake sabe hacerlo perfectamente bien. 

 

El jugador siempre se pregunta de forma constante si lo que está viviendo es real, es un sueño o es una mezcla de ambos, pero esa atmósfera no se construye únicamente con las piezas y herramientas que orbitan alrededor de las fases jugables, sino que también están introducidas en ellas. ¿Alan está despierto? ¿Por qué estas pesadillas? ¿Qué está ocurriendo en realidad? Aunque en sí mismas puedan ser algo discutibles, las fases de pesadilla en Alan Wake donde el jugador tiene control directo del protagonista son capaces de mantener el tono y coherencia con la historia y sensaciones que Remedy quiere transmitir


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