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Adios a Azpiri, el maestro ilustrador de la edad de oro del videojuego español

Se nos va un grande
Por Rafa del Río

Hablar de los ochenta es hablar de videojuegos, de cómics, de cantantes rindiendo tributo al desamor con rasguidos de guitarras y de películas y series frenéticas, machaconas, tesoro compartido de toda una generación. Los ochenta fueron colores chillones, El Equipo A, El Coche Fantástico, MSX, Amstrad, Commodore, Spectrum y, por supuesto, Alfonso Azpiri

 

Forjado a golpe de trabajo y alcanzando la excelencia antes de su primera portada de Dinamic, el arte de Azpiri comenzó a tomar forma en los cómics publicados en las revistas de la época, destacando sus inicios en Trinca y Muerde, su trabajo en Heavy Metal y, finalmente, su labor en CIMOC, donde verían la luz Zephyd y la emblemática Lorna. Lorna, la guerrera que acompañaría al artista hasta el día de ayer, momento en el que nos abandonaba a los 70 años de edad tras haber ilustrado los cómics de toda una generación de adolescentes apasionados por su impresionante visión gráfica y las carátulas de los videojuegos de un mercado que empezaba a cobrar fuerza en España. 

 

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El factor Azpiri en los videojuegos

Dicen que Azpiri siempre tuvo ese 'problema' con los videojuegos, con que la gente no le reconociera por sus cómics, sino por sus carátulas. Personalmente nunca lo noté más allá del suspiro acompañado de una sonrisa que solía esbozar el autor cuando alguien reconocía su trabajo en las portadas de Topo, Erbe y, por supuesto, Dinamic. Lejos de su esfuerzos con unos cómics realmente grandes como los publicados en la publicación Muerde, Dos Fugitivos en Malasia, Zephyd, Pesadillas, su magistral Lorna y, por supuesto, Mot; el público parecía decidido a reconocer al maestro por su trabajo dándole personalidad a unos videojuegos que prometían el mundo de los sueños con sus épicas carátulas. 

 

Pero has de entenderlo, maestro: por bueno que fuera tu trabajo en el mundo del cómic, tu mano influyó a toda una generación de recien nacidos videojugadores, enseñándoles a confiar en un mercado español que comenzaba a nacer y que convertía el desarrollo patrio en uno de los máximos exponentes de la época a escala mundial. ¿Habría sido el mismo el éxito de Dinamic sin carátulas como las de Rocky, Desperado, Abu Simbel Profanation, West Bank o Camelot Warriors? Una pregunta peliaguda, pero que no puede obviar el hecho de que las carátulas dibujadas por Azpiri pronto se asociarían de forma natural con videojuegos de gran calidad. 

 

Army Moves, Phantis, Nonamed, Rescate en el Golfo, Bronx, After the War, Corsario, Hundra, Sirwood Black Beard y, por supuesto, Mot. Azpiri se encargó de que pudiéramos soñar ante la carátula de los videojuegos de la época en un momento en el que la potencia gráfica necesitaba de estos estímulos externos para que los píxeles que veíamos en pantalla alcanzaran en nuestra cabeza la grandeza visual que surgía de la mano y la imaginación de Alfonso Azpiri. 

 

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Una auténtica obra de arte: Viaje al Centro de la Tierra

 

Un brindis por su marcha

Pocos son los nombres que cubren un espectro tan amplio de toda una época del mundo del videojuego. Recuerdo cómo, en el último expocómic al que acudí hace ya un buen puñado de años, le decía esta misma frase al maestro mientras nos tomábamos una copa de coñac en la cafetería que hay a medio camino entre la parada de metro de la Línea 8 y los pabellones.

 

Se rió con esa risa cascada, canalla, viendo más allá de las palabras que le decía un pureta calvo, visualizando al joven adolescente que fuí y mi particular predilección por las chicas de sus portadas y la intimidad. Entre bocanadas de humo y risas, con los ojos ocultos tras sus gafas de sol, Azpiri contaba algunas anécdotas de su trabajo, como el contacto con Pablo Ruíz que le abriría un mundo nuevo como ilustrador, o lo difícil que había sido crear algunas carátulas emblemáticas, como la de Titanic o Viaje al Centro de la Tierra, por culpa de la escasísima información con la que contaba a la hora de trabajar. 

 

Azpiri se ha ido, y el mundo ha perdido un toque de color, de humor ácido y de simpatía canalla con su marcha. Quedan para el recuerdo la magnífica labor que a muchos nos influyó en nuestros inicios como videojugadores, los coñac compartidos y esa conversación a medias, lejos del ajetreo de los pabellones de la feria, que me demostró que Azpiri no sólo era un artista, sino también una gran persona.

 

Brindo por ti, maestro


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