15 años de The Legend of Zelda: The Wind Waker, un adelantado a su tiempo

El pasado fin de semana se cumplieron quince años del estreno de The Legend of Zelda: The Wind Waker en tierras norteamericanas (aquí nos llegaría en mayo de 2003), una fecha que si bien no es el estreno oficial del juego, estrenado en diciembre de 2002 en tierras niponas, sí que fue entonces cuando se calibró el impacto internacional de la saga en su salto a GameCube. Se daba carpetazo a la etapa de Nintendo 64, y se hacía con polémica.

Porque después de dos juegos definitorios como Ocarina of Time y Majora’s Mask se esperaba un viaje que apostase por una estética continuista, con otro Link adulto que demostrase las bondades del nuevo hardware de Nintendo. Pero la compañía cometió un error, porque la consola se anunció con una demo técnica con cierta escena que daba a entender que así sería; en su lugar nos llegó el cell shading, se cambiaron los prados verdes por el mar azulado y los piratas tomaron la iniciativa.

The Legend of Zelda: The Wind Waker fue un capítulo que dividió a la audiencia. A muchos nos encantó la nueva estética, un apartado artístico que ha sido amable con el paso del tiempo y que hace que, aún hoy, el original de GameCube se siga viendo bastante bien. Pero hubo un sector del público que no vio con buenos ojos ese aparente salto al tono infantil, y fue tan crítico que terminó siendo, junto a un caballo, uno de los motivos por los que Nintendo canceló una segunda parte que llegó a estar en desarrollo.

Pero a los mandos la calidad era indiscutible. Se nos ofreció un Zelda que recogía la idea de mundo abierto de Ocarina of Time y la extendía con barreras invisibles en lugar de muros de piedra y madera. Si no podíamos alcanzar alguna parte del mapa era porque todavía no dominábamos los vientos a placer; era una ilusión muy bien planificada para dirigir la historia mientras se nos daban herramientas para ir explorando cada vez más, cada vez mejor, cada vez más lejos.

Cuando Wind Waker abre sus alas nos ofrece un mapa lleno de islotes con pequeños tesoros, pruebas de combate y mucho más. También con él se introdujeron con mayor naturalidad elementos más creíbles y cómodos para el jugador como la tienda ambulante de Terry, y también los primeros eventos cíclicos que daban pie a momentos de relativa jugabilidad emergente como el de cierto barco fantasma que nos podía aparecer dependiendo de nuestro lugar y la posición de la luna. ¿Ciclo día y noche? No, más que eso.

Pero si por algo esta entrega fue capaz de conquistar corazones fue por cómo supo introducirse en la mitología global, siendo una continuación directa de Ocarina of Time con referencias directas al juego. Todo, desde el mensaje a las nuevas generaciones, la banda sonora y la localización final, pasando por momentos inolvidables como la obtención de la espada y por personajes memorables como Tetra o Ganon -el más nostálgico y emblemático de toda la saga-, consiguieron hacer historia. Hicieron que quince años después algunos sigamos recordando por qué The Wind Waker fue uno de los mejores Zelda.