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Avance Binary Domain ,PS3,X360

Uno de esos juegos que recordar toda la vida
Jueves 06 de Junio de 2019 por Rafa del Río

Pensad en juegos de acción. A granel, ¿verdad? Pensad, de hecho, en cualquier juego en el que se utilicen armas de fuego, que aunque vayan dentro de la acción, podrían englobarse en terror, aventura e incluso estrategia. Muchísimos más. Infinidad de juegos, muchos de ellos genéricos hasta decir basta, muchos otros que directamente se conforman con salir a la venta y aspirar a un 6 fácil, pero realmente son pocos los que se quedan en la memoria. ¿Estamos entonces anticipando que Binary Domain podría ser uno de esos juegos que recordar toda la vida?

No van por ahí los tiros. Lo que Binary Domain nos sugiere es que una buena mezcla de referencias e inspiraciones, por muy descarada que sea, es tan efectiva como una idea totalmente original. Vale que “quien mucho abarca, poco aprieta”, dicho popular con más razón que ninguno, pero si os decimos que Binary Domain se atreve a inspirarse en partes del mismísimo Half-Life 2, no es queriendo decir que vaya a ser mejor. Evidentemente no llega a la altura de la obra de Valve, pero bravo por la valentía de Toshihiro Nagoshi y su Team Yakuza por marcarse como referencias aquellos que están en lo más alto.

Como resumen rápido, se puede decir que Binary Domain es un Gears of War japonés, ambientado en un futuro distópico con tintes de Blade Runner, añadiendo al esquema jugable toques de Mass Effect, Dead Space, Bulletstorm, EndWar, Vanquish, e incluso de Metal Gear Solid. La base es la de Gears of War y más que pretender disimularlo, parece que lo lleva con orgullo por cosas como su sistema de armas o su control y sistema de coberturas idéntico al de la obra de Epic. El resto de menciones son meras inspiraciones, algunas puntuales, otras no dejas de verlas.

Os ponemos en situación: En un futuro no muy lejano, la robótica ha avanzado tanto que existen incluso criaturas cibernéticas que no saben que lo son, porque han sido creados para pasar por humanos, salvo que se mire en sus entrañas. Una rebelión en Japón ha hecho que un grupo de élite formado por soldados de todo tipo de nacionalidades se unan en una misión secreta para poner fin a este drama entre robots, humanos y robots que se creen humanos. No tendrá la profundidad de Blade Runner, y todo viene bastante mascadito para que cualquiera pueda pensar en el dilema sin demasiadas complicaciones, y lo aunque en las primeras horas puede ir más despacio en este aspecto, a medida que avancemos nos daremos cuenta de las dimensiones del conflicto.

Somos Dan Marshall, un americano chulesco y ruidoso con buena fama en el ámbito militar, y aunque nadie nos haya nombrado líder, llevamos la voz cantante en nuestro grupo de aliados, que irá creciendo a medida que avancemos, aunque en combate sólo podamos elegir que nos acompañen dos controlados por la CPU. Muy como si de Mass Effect se tratase, al principio de cada misión se nos dará esa opción, y como en la saga de BioWare, tendremos que afianzar la relación con nuestros compañeros, no en pos de la historia (que también), sino para mejorar en combate. Y es que una buena actitud en el campo de batalla o las respuestas adecuadas en los diálogos nos lleva a ganarnos su confianza, y eso implicará que acatarán nuestras órdenes con menos problemas.

Órdenes que podemos dictar por medio de un menú de accesos rápidos, o por medio de un headset como ya pudimos hacer en EndWar, con nuestra propia voz. No tan complejo como el del RTS de Ubisoft, sino más bien como lo que podremos hacer próximamente en Mass Effect 3 con Kinect. Dar la voz de ¡Fuego!, reagruparse, esperar, pedir auxilio,... Empezaremos también con un repertorio de órdenes limitado, pero luego aumentará. También con nuestra voz podemos responder a las preguntas que nos hacen, algunas incluso dentro de la batalla sin cortar la acción, o incluso llamarles gilipollas o felicitarles por su actitud. Todo, incluso el fuego amigo, influirá en la confianza, un factor más importante de lo que parece en un principio.

También gestionaremos el equipo de nuestros compañeros, bien mejorando su arma principal o equipándoles mejoras, todo esto gastando créditos que obtendremos por acabar con nuestros enemigos, y si lo hacemos de según qué formas, obtendremos más créditos. No hay tanta variedad y locura de skillshots como en Bulletstorm, pero sí que es un buen motivo para esforzarse en apuntar a la cabeza de los “cabezalata”. Y puntuaremos más, pero un disparo a la cabeza no es la muerte para los robots enemigos.

Como en Dead Space, tendremos que acabar con ellos dejándoles sin varios miembros, ateniéndonos a las consecuencias. Si les dejamos sin piernas, podrán seguir disparando desde el suelo o se arrastrarán persiguiéndonos, si se quedan sin el brazo que sostenía el arma, se agacharán para recogerla y seguir disparando con el otro, y si les dejamos sin cabeza, dispararán sin ton ni son, sea a amigos o a enemigos.

La referencia a Vanquish viene tanto en la chulería del prota (sin llegar a los extremos de Sam) y sobre todo, en el diseño general de enemigos, más aún cuando hablamos de los gigantescos bosses robots recubiertos de placas blanquecinas. A Metal Gear Solid podemos verlo en un momento protagonizado por misiles Stinger, y lo de Half-Life 2... Mejor dejamos que lo veáis vosotros mismos, pero el parecido es innegable.

Aún podemos profundizar más en Binary Domain. La trama va llenándose de matices, los compañeros van ganando en importancia, la espectacularidad va en aumento también con secuencias interactivas variadas que nos alejan de los tiroteos sin abusar de Quick-Time Events... Desde luego, Nagoshi y su equipo están haciendo un gran trabajo con este shooter en tercera persona, con un acercamiento a todos los públicos y sin basarse en un control tan duro como el de los Yakuza, y si bien no aspira a ser uno de esos títulos memorables, sobradamente será mucho mejor que cualquier título conformista. Binary Domain se basa en lo mejor para aspirar a lo mejor, y tras varias horas de juego sólo podemos deciros que haríais bien en seguirle la pista.


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