Avance Assassin's Creed II PS3

Viernes 23 de Octubre de 2009 por Omar Álvarez

No puedo ser más sincero: soy un detractor y usuario decepcionado del primer Assassin's Creed. Que Ubisoft nos invite a probar su juego clave para el 2010 y enviar a probar al, probablemente, periodista menos entusiasta de Mundogamers de la saga, no ha sido una decisión baladí ni sacar las uñas de forma gratuita: existe una gran cantidad de jugadores decepcionados con el original que veían esta secuela con la boca torcida en vez de como el gran acontecimiento que Ubisoft realmente sí tiene entre manos.

Unas cuantas horas, tazas de café y juego intensivo... comprendemos porqué efectivamente, el equipo de Assassin's Creed no han temblado a la hora de abrirme la puerta.

El equipo de Montreal nos ofreció un juego espectacular y atrayente que absorvia con sólo un par de demostraciones (esos escenarios en plena tierra santa, esa inmersiva trama de ciencia ficción a lo Philip K. Dick...) pero que pecaba tras unas horas de juego de vanidad y soberbia, la cual no hizo ver a su estudio que repetir una y otra (y otra) vez las mismas rutinas y esquema no divertirían al jugador, más bien lo extasiaban.

La aventura de Ezio no pretende sorprenderte tan rápido ni agotar todos los cartuchos antes de tiempo: abandonaremos el complejo Abstergo Industries en el que como Desmond (en el siglo XXI) nos sometieron al proceso de Ánimus (la máquina que nos transportaba a los recuerdos de nuestros antepasados) donde descubríamos que nuestros antepasados fueron asesinos dentro de una rama secreta de los templarios. Ahora la incógnita sobre nuestro futuro se multiplica al escapar de forma furtiva junto a Lucy Stillman (la doctora del primer AC, interpretada por la actriz Kristen Bell) a un laboratorio clandestino.

Nuestro flash a través del tiempo nos lleva la Florencia del renacimiento, en el seno de una familia de clase alta. Allí asistiremos al parto de Ezio, nuestro nuevo asesino bajo crononauta con el que viviremos gran parte de su vida. Este nuevo personaje propone un giro significativo respecto al primer AC: mientras que de Altaïr no conocíamos prácticamente nada, a Ezio lo veremos nacer, conoceremos a sus amigos, su entorno, familia y pareja: parece un personaje mucho más vivo, con pasado y no una mera marioneta con la que interactuar. Viviremos con nuestra familia, tendremos amigos (entre ellos Leonardo Da Vinci, que nos ofrece armas y tiene más el aspecto de un jovencísimo Kurt Cobain que el de la figutra de taciturno y anciano pensador de sus grabados) y lucharemos por motivos distintos a los de Ezio: venganza familiar o nunca mejor dicho, vendetta.

La mecánica jugable sigue siendo muy similar a la del primer AC, observa, infíltrate y asesina, pero con matices. Escalar y subir por las diferentes fachadas es más complejo y menos automático, hay más lugar al error y necesita obligarnos a buscar caminos alternativos y saltos a distancia para acceder a las torres y lugares de verdadera altura con el que conseguir información de enemigos, puntos clave y similares (como las atalayas en el original). El combate ofrece más posibilidades y armas así como la opción de asesinar desde cornisas y escondites, buscando más el sigilo en los jugadores que la acción gratuita.

ACII sabe impresionar a los jugadores de forma continua y no con unos primeros minutos maximalistas. Uno de los escenarios más espectaculares del juego, la pequeña aldea toscana de los Auditore no estará disponible hasta unas horas de juego añade factores novedosos e inesperados: imagínate una pequeña villa a nuestra entera disposición y donde venimos a ser los alcaldes de la zona. Aquí podremos emplear nuestro dinero en reperar edificaciones, potenciar el comercio y mejorar la vida local. Esto nos permitirá el acceso a nuevas zonas (efectivamente, para recolectar todo tipo de objetos, como los fans del primero ansiaban) y poder lucir ese porte y altivez italiana tan característica.

La imágen es un factor fundamental de Ezio y su entorno y Ubisoft ha cuidado mucho esta peculiaridad. Nuestro caserón (casi castillo) puede ser decorado con cuadros (de artistas reales del renacimiento, como Da Vinci, personificado en el juego o Rafael), dispondremos de vestidores donde guardar nuestras armas y armaduras y ofrecer un descanso a nuestro asesino.

El dinero es un factor fundamental en esta secuela, incluso con reminiscencias mafiosas: puedes lanzar dinero para que los transeuntes se agachen a recogerlo y hagan tropezar a nuestros cazadores, sobornar a los pregoneros para que hablen bien de nososotros (y perder así notoriedad negativa), controlar con nuestro poder la villa o mejorar y comprar nuestro equipamiento para mejorar nuestra imágen.

La gran duda, el eterno enemigo de Assassin's Creed se despejó cuando Philippe Bergeron se sentó a nuestro lado para enseñarnos distintos niveles más avanzados: la variedad llega al mundo de AC. Se han incluído todo tipo de cambios y variaciones para que el jugador no crea que está repitiendo una y otra vez el mismo asesinato: se han incluido niveles interiores, con puzzles, como catacumbas con un regusto a plataformas de Prince of Persia, tendremos la opción de conocer bandas y grupos organizados callejeros (como ladrones o asesinos a sueldo) que nos ayudarán en determinadas misiones, ya sea para distraer a los guardias o entrar en acción, las misiones podrán superarse de forma más sigilosa o entrando con toda la caballería, etc.

Assassin's Creed II necesita un largo recorrido para someterlo a juicio, las prisas consiguieron unas críticas poco sinceras con el original y reposar un juicio será lo más justo con la secuela. Sin duda es elogiable que Ubisoft haya tenido tan en cuenta a los jugadores decepcionados y haya trabajado especialmente en contentar nuestras exigencias: en este primer y largo contacto, confirmo rotundamente que lo ha conseguido con creces. No obstante, el veredicto no lo tomaré yo, si no un ferviente defensor del original dentro de unas semanas. Nuevos puntos de vista, como los que ha aprendido a tomar la franquicia, se merecen la oportunidad de ser revisados por un defensor acérrimo del credo.