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Avance Evolve ,PS4,PC

«La vida se abre camino»
Jueves 18 de Diciembre de 2014 por Diego Emegé

Oí un fuerte estallido. Venía de allí arriba. Una luz cegadora se filtraba entre el follaje. Aturdido comencé a alejarme del ruido. No sabía de qué huía, o por qué huía, pero algo me decía que tenía que hacerlo. Me adentré en la selva. Allí era el rey. Mi paso provocaba temblores entre las bestias, grandes y pequeñas, pues todas eran manjares al servicio de mi paladar: mi alimento, mi energía, mi evolución. Después de un tiempo esquivando a la misteriosa amenaza y de alimentarme en el buffet de la selva, un latigazo recorrió todo mi cuerpo. Me sentía saciado, pero de una forma que nunca había experimentado antes. De pronto, algo comenzó a presionar mi torso desde dentro. Era como una fuerza inmensa que crecía desde el corazón y se expandía hacia los músculos, haciendo que se tensaran. Mis huesos crujían, mis articulaciones se retorcían y mi mandíbula parecía desencajarse por momentos. Fue entonces cuando sentí una paz inmensa, solo unos segundos, antes de romper la crisálida que se había formado a mi alrededor. Cuando abrí los ojos los vi: cuatro organismos que nunca antes había visto. Y, entonces, sentí el dolor.

 

 

Mi nombre es Griffin. Pertenezco a un equipo de cazadores especializados en… monstruos gigantes. Operamos en el planeta Shear, y somos los mejores en lo que hacemos, porque cada uno de nosotros es el mejor en su especialidad. Yo soy el trampero, mi misión es restringir los movimientos de la bestia. Las bestias a las que nos enfrentamos son seres adaptados a su entorno a la perfección, y se encuentran en la cúspide de la cadena trófica por mérito propio. Conocen muy bien el entorno, así que para poder mirar cara a cara a la bestia lo primero es localizarla. Para ello cuento con balizas sensibles al movimiento de la bestia. Una vez localizada, lo importante es retenerla, para lo que cuento con mi generador de cúpulas móvil y mis arpones. Cualquiera pensaría que encerrarse con una bestia cuatro veces más grande que un ser humano es una mala idea, pero hablamos de cuatro cazadores de élite. Que se presenten ellos…

 

Yo soy Val, médico del equipo. Esos chicos no tendrían ninguna oportunidad sin mí. A pesar de ser mujer, nunca he tenido que hacerme valer en este equipo, porque saben lo que les conviene y porque tienen claro que soy yo la que elige cuándo usar mi pistola médica. Suelo aprovechar el jetpack que llevamos más que el resto para moverme por las alturas o en la distancia; principalmente para tener una visión más amplia de lo que andan haciendo estos cafres en todo momento. En el caso de que las cosas se pongan feas siempre puedo contar con la descarga curativa, que nos pone a todos en pie dentro del radio de acción. No obstante, también formo parte de los combates muy activamente. En mi equipo llevo siempre un par de rifles. El rifle antimateria es un pequeño hijo de puta para las bestias, porque deja profundas cicatrices que mis compañeros pueden masacrar para provocar estragos en esos seres. Mi rifle tranquilizante es mi otra pequeña perla. Un solo dardo sirve para que nuestro enemigo comience a imitar a las tortugas. Hank asegura que en su petaca lleva whisky con unas gotas de mi tranquilizante «para rebajarlo», pero diga lo que diga no le hagáis mucho caso.

 

 

He estado en muchas guerras, pero no hay nada como la guerra de guerrillas. Y si la guerrilla está compuesta por un hijo de perra enorme con muy mala leche, la cosa mejora. Hace tantos años que me llaman Hank que he olvidado mi verdadero nombre. Veréis, yo me apunté a estas excursiones porque la jubilación no me sentaba nada bien. Estos chicos son bien majos, la paga es buena y me dejan beber todo lo que quiero. Os contaré qué hago yo cuando salimos a cazar. Como apoyo me ocupo de la defensa del equipo y del aspecto táctico. Por un lado, proporciono escudos individuales a mis compañeros con mi rayo escudo, por otro lado, también puedo hacerles desaparecer de la vista con la magia de mi dispositivo de camuflaje —esto es una pequeña virguería que se me ocurrió cuando aún estaba casado—, y, por último, nuestro ángel salvador, el bombardeo, que nos ha salvado ya de más de dos… y de tres. Mi compañero Markov es más reservado, pero no se lo tengáis en cuenta, no es nada personal.

 

Como soldado de asalto mi posición es en la primera línea del combate. He mirado a la muerte a los ojos en más de una ocasión. Ahora mismo la tengo delante: es fea, lanza fuego y tiene dientes. La cosa está complicada. Hemos aterrizado en la zona y la bestia se nos ha escapado por los pelos. La zorra ha logrado alimentarse hasta su primer estadio de evolución. Y eso no es bueno. Acabamos de encontrar el puto capullo y no va a ser buen comienzo para esta misión. Un rifle de asalto, uno de rayos y un montón de minas de poco sirven contra un ser mutado y con los ojos inyectados en sangre. Ahí está, recién salido del cascarón, como un bebé hambriento de vida. Tendremos que organizarnos mejor que nunca...


«¡Griffin, arriba esa cúpula!».

 

 

Lo que acabáis de leer es un vistazo a una de las partidas más intensas que experimentamos durante la prueba de Evolve esta semana. Cada partida fue diferente, porque cada persona impregnaba a cada personaje de algo diferente y cada persona que se ponía tras las garras del monstruo actuaba de una forma diferente. A día de hoy solo se conoce una pequeña muestra de lo que va a ser Evolve, pero lo que tengo claro es que Turtle Rock sabe muy bien lo que hace en este campo, y que tiene muchas posibilidades de heredar la gloria de Left 4 Dead y de hacerse un hueco entre Titanfalls y demás multijugadores del futuro.


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