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Tripe Town

Sábado 12 de Septiembre de 2015 por Raúl Rosso

Cuando yo era joven todo esto era campo. Me refiero al mundo de los videojuegos. Llegabas una mañana, te levantabas y salía de debajo de una piedra un Alexey Platijnov con el Tetris debajo del brazo. Sucedía a diario; pero como todo en esta vida, ese torrente de novedad e innovación fue menguando, ya que la industria comenzaba a sentir que no había sitio para mucha gente más en esto de ser innovador.

Aun así, de vez en cuando siguen apareciendo simpáticos y risueños señores demostrándonos que no está todo dicho, y uno acaba preguntándose si realmente lo que le falla a esta industria no es la imposibilidad de ser original al estar todo inventado, sino la escasez de talento entre los que parten el bacalao. Razón de más si tenemos en cuenta que últimamente donde más cosas novedosas hay es en el mercado indie. Los pequeños proyectos de buhardilla están dando muchas alegrías e influyendo en los titanes mainstream de la industria por sorprendente que parezca. 

Triple Town

¿Es necesario que para dar esa última vuelta de tuerca a un género haya que plantear barrocos planteamientos jugables en pos de la innovación? Pues dado el jueguecillo que tenemos entre manos, esta afirmación se rompe desde la base. Triple Town nació como un espartano minijuego en el Kindle de Amazon para más tarde dar el salto a Facebook como videojuego social. Desde hace escasos días podemos también jugarlo en smarthpones, y es precisamente ahí, en ese mercado emergente de los videojuegos para móviles y dispositivos Apple análogos, donde ha dado el pelotazo. 

Casi me da la risa al intentar explicarles la mecánica del juego, pues la cosa va de juntar tres piezas del mismo tipo en una cuadrícula de 6x6, con el añadido de que cada vez que unimos tres elementos iguales, se convierten en un elemento de rango superior, que a su vez puede ser combinada también en grupos de tres para generar otra todavía mayor, y así sucesivamente. Y punto. Existen un par de mecánicas adicionales donde poder reservar una pieza para usarla cuando queramos o la molestia que suponen unos ositos que van dando brincos por pantalla. Explicado pierde mucho la idea, lo mejor es que le echen un vistazo. 

Triple Town

Pues con todo esto, sin duda Triple Town es el juego al que le estoy dedicando más tiempo durante las últimas semanas, y resulta aleccionador que una idea tan peregrina como esta me reporte más satisfacciones y colme mis expectativas ociosas mucho más que otros supuestos “Triple A” que están cogiendo polvo en la estantería. Podría considerarse una filia personal, ya que todos tenemos nuestras perversiones particulares, pero habiendo contrastado las sensaciones con otros usuarios que también están dándole al juego, parece que el sentimiento es generalizado.

Los videojuegos nacieron con la idea de resultar experiencias inmediatas, intensas y simples para ser disfrutadas por cualquier persona, una naturaleza evidentemente relacionada con la idiosincrasia de los salones arcade, y que ancló el mercado de sobremesa durante muchos años hasta que más o menos a principios de los 80 empezara a complicarse la cosa haciendo que se olvidaran esas raíces minimalistas. Sin ir más lejos, del 84 es el clásico Elite, aquel simulador de comercio espacial que dejó a todo el mundo con el culo al aire gracias a un universo entero generado de forma procedural y en el que podíamos hacer mil y un cosas. Pero vuelvo al tema, que me pierdo. 

Triple Town responde a una de las características de oro que solo poseen algunos elegidos en la industria: Ser simple en apariencia y de fácil comprensión pero poseer una profundidad jugable que vamos exprimiendo paulatinamente a medida que nos curtimos en su mecánica. Un procedimiento sin edulcorar y totalmente natural que prácticamente nos obliga a seguir jugando. Alcanzas cierta puntuación y te sientes orgulloso, pero miras las tablas de clasificación y compruebas que algún amigo tuyo triplica tu marca, por lo que te autoconvences de que hay un margen de mejora. Efectivamente lo hay, pero este es tan grande que provoca lo que les comento, una irremisible adicción. 

Triple Town

El tema de la competitividad es un recurso más viejo que el tebeo para seducir al jugador, y la gran mayoría de títulos beben de esto de una u otra forma. Los juegos multijugador se sustentan en ello, en ser mejores que los demás. La globalización en nuestra industria ha provocado que casi lleguemos a estar más atentos de los resultados de los demás que de los nuestros. Somos animales competitivos, pero la gracia de Triple Town es que esa plantada de cara no tiene coste alguno en cuanto al aprendizaje o al posible tiempo a invertir para obtener resultados. Y por eso funciona. 

Y hablando de costes, mencionar que el juego es totalmente gratuito en cualquiera de sus encarnaciones, y basa su beneficio en el hecho de que disponemos de un número de jugadas máximas que podemos realizar al día, teniendo que esperar durante unas horas para poder continuar. Esa restricción es eliminable pagando unos euritos, momento en el que podremos jugar hasta reventar sin limitación alguna, al menos en las versiones portátiles. Facebook, que va a su rollo, utiliza su propia moneda, una cosa muy fea. 

Por tanto, no hay más que calcular la ecuación que hemos ido montando a lo largo del texto. Mecánica simple + Profundidad + Competitividad + Gratuidad = Éxito. Vamos a ponernos repelentes y hagamos una analogía un poco subjetiva pero igualmente válida. ¿Se dan cuenta que el ajedrez también cumple todos esos requisitos? Dejemos de lado el del asunto del precio. La magia que provoca el éxito de una propuesta lúdica está en ese triángulo. Piensen en cualquier juego de mesa o virtual y evalúen las tres magnitudes. De su armonía radicará el éxito resultante mencionado. 

Triple Town

Pocos recursos más me quedan para instarles a que le den una oportunidad a este Triple Town. Como todo en esta vida, habrá a quien no le guste o quien no le preste atención a algo tan aparentemente anodino, pero sería una lástima pasar por alto una propuesta tan refinada y “mágica” como la que les comento. Parece que todavía quedan hay Pajitnovs debajo de las piedras.


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