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MGReplay | Katamari Damacy

? Laaa, lalalalala lala la-Katamari Damacy... ?
Martes 27 de Enero de 2015 por Diego Emegé

Katamari Damacy cumplió diez años el año pasado, y es una de las cosas más raras que nos ha llegado desde Japón en los últimos tiempos. Decir esto no es moco de pavo: Japón nos ha dado el Gaku no Tsukai, a Godzilla y el porno de tentáculos. Katamari es un género de por sí. Somos un príncipe celestial que tiene una misión muy peculiar en la Tierra. Su padre, el Rey de todo el cosmos, se ha cargado todas las estrellas, constelaciones y lunas, y nos toca reconstruirlas.

 

Para ello, nos tenemos que dirigir al planeta azul para hacer rodar una bola adhesiva llamada katamari a través de ciertas zonas de la Tierra para recolectar suficientes materiales básicos para crear una estrella. Estos materiales engloban muchos elementos, desde gente a montañas, pasando por cerdos, árboles o  edificios enteros, y el katamari no se deja nada. Es una de las experiencias más extrañas que uno puede tener en una consola, pero Katamari llegó a PlayStation 2 sin ninguna vergüenza y así sigue.

 

 

Cada nivel es una carrera a contrarreloj en la que tenemos que engordar a nuestra esferita pegajosa hasta que alcance un tamaño establecido, o también podemos tener que encontrar un conjunto de elementos específicos. De cualquier manera, para movernos tenemos que usar los dos sticks del Dualshock, cosa que resulta muy simple e intuitiva, y esto es una de las características más agradables del juego.

 

Katamari Damacy es esa clase de juegos cuyos creadores llenan de objetivos que luego nosotros decidimos obviar para crear nuestra propia modalidad de locura. Como cuando nos sueltan en un Grand Theft Auto, lo primero que se nos ocurre tras el tutorial es rodar para ver qué y cuántas cosas podemos apisonar y adherir a nuestra superficie.  El modo para un jugador nos permite entender la escala de lo que nos rodea muy acertadamente. Comenzamos en una casita japonesa para pasar a rodar al jardín trasero y luego irnos al centro de la ciudad. Cuando queremos darnos cuenta estamos arrancando árboles y montañas sin ninguna clase de esfuerzo.

 

 

Y todo resulta muy japonés, desde sus diálogos a su banda sonora, marcada por los sintetizadores del J-pop más clásico. Además, su lanzamiento tuvo lugar en una época en la que el mundo occidental, especialmente al otro lado del charco, había comenzado a aceptar la cultura popular japonesa como animal de compañía, descubriendo sus rarezas y sus peculiaridades, y esto ayudó a Katamari a convertirse en un mito instantáneamente cuando Namco lo trajo a las tierras norteamericanas en 2004. Allí tuvo un recibimiento ejemplar, y ganó varios premios mientras las copias, que habían llegado en pocos números, se agotaban rápidamente en las tiendas.

 

 

Namco no lanzó el juego en Europa, al pensar que era demasiado raro para nuestras educadas y estúpidas mentes de europeos. Aun así, el tiempo hizo que Electronic Arts viera el interés del mercado europeo y sacara las dos secuelas, We Love Katamari y Me & My Katamary, en los años 2005 y 2006, respectivamente. La serie siguió rodando hasta PlayStation 3 en 2009, pero de todos es sabido que es un juego que funciona mejor en plataformas móviles, aunque las versiones tempranas, para PlayStation 2, tienen un encanto y un brillo inigualable.

 

El príncipe de Katamari Damacy conoció una nueva clase de fama cuando Namco lo acogió como mascota oficial junto a Pac-Man. El nombramiento le proporcionó un puesto en varios juegos: Pac-Man World Rally, Noby Noby Boy, y la serie de juegos musicales Taiko no Tatsujin. A pesar de que los juegos móviles no han podido ver un Katamari como Dios manda, no podemos dejar de soñar con el regreso triunfal de una de las familias reales más queridas de los videojuegos. Ya solo nos queda cantar juntos una vez más...


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