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The Elder Scrolls III: Morrowind, vuelta al clásico antes de The Elder Scrolls 6

La sensación de volver a Seyda Neen
Viernes 20 de Abril de 2018 por Rafa del Río

Hace unos días Microsoft cumplía lo prometido y la primera remesa de los 19 juegos de la primera Xbox que serán retrocompatibles en Xbox One llegaba a sus consolas. Conker: Live and Reload y Panzer Dragoon Orta entre otros acompañaban al que para mí es el título indispensable por antonomasia en estas lides de la retrocompatibilidad: The Elder Scrolls III: Morrowind. Con esta tercera entrega numerada, Bethesda daba un golpe en la mesa y se alejaba de todo lo hecho anteriormente en sagas como Might and Magic, Ultima Underworld o King's Field para ofrecer un potente mundo abierto muy detallado, cientos de gestas, una gran libertad de acción y un motor de progresión de personaje muy potente capaz de permitirnos jugar a nuestra manera tras superar unos inicios realmente duros. 

 

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Primeros pasos

The Elder Scrolls III: Morrowind llegaba en 2002 a PC y Xbox One ofreciendo por primera vez en consolas una experiencia rolera en 3D con entornos creíbles y un completísimo mundo por explorar. Comenzamos la aventura en un barco de prisioneros, posiblemente de nombre extranjero, en donde debemos elegir nuestro nombre, género y raza de un extenso catálogo que incluye Khajitas, Argonianos, Imperiales, Bretones, Guardias Rojos, Elfos Oscuros, Elfos del Bosque y Altos Elfos. Tras elegir nuestra raza, nombre, género y -horrible- apariencia, salimos del barco. 

 

La primera parada obligatoria es el opuesto de la guardia, donde seguimos rellenando nuestra ficha de personaje con el signo bajo el que nacimos, nuestros atributos favoritos, habilidades primarias, secundarias y accesorias y todo lo necesario para poder empezar nuestra aventura. En este punto se nota, y mucho, la experiencia que hemos ido adquiriendo en los diferentes Elder Scrolls y cómo la build, esa creación de personaje, ha pasado de ser algo intenso y en ocasiones poco acertado a ser algo casi automático que busca explotar todas las ventajas de cada opción. 

 

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Bienvenidos a Seyda Neen

The Elder Scrolls III: Morrowind nos sitúa en Seyda Neen, puerta de entrada a la isla de Vvardenfell, tierra de elfos oscuros gobernada por la casa Hlaalu. Esta pequeña aldea, que hace poco veíamos renovada y con un nivel de detalle impresionante en la expansión Morrowind de The Elder Scrolls Online, sirve como punto de partida no sólo a nuestra historia, sino también al cambio de orientación de la saga previo a la llegada de Oblivion, Skyrim y Tamriel Unlimited. Seyda Neen es apenas una mínima acumulación de casas al sur de Bitter Coast, pero su puesto de la guardia Imperial, la tienda de Arrile y el faro son suficientes para que empecemos a familiarizarnos con la aventura y con los controles de una Bethesda que buscaba una forma de mejorar sus productos de cara al público. 

 

Acceder a menús, aprender los rigores del combate, descubrir las penalizaciones al uso de armas que no conocemos, probar el proto-sistema de abrir cerraduras, hablar mucho y tener nuestros primeros combates con los bichos de la zona son tan sólo algunas de las actividades recomendables en Seyda Neen antes de empezar la aventura y cumplir nuestra misión: Ir a Balmora y preentarnos ante Caius Cusades con una carta a su nombre que, pequeño spoiler, hará que entremos a formar parte de los Blades, los famosos Cuchillas destinados a defender a Tamriel. 

 

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Comienza tu aventura

Pero como siempre pasa y pasaba incluso entonces, The Elder Scrolls III: Morrowind se limita a pintar una hoja en blanco para que seas tú quién ponga las pinceladas a la que será tu historia y la de tu personaje. Ya desde el principio podemos elegir entre ir automáticamente a Balmora o hacer nuestro camino a pie aprovechando para unas más que necesarias subidas de nivel de cara al futuro, recogiendo plantas que nos ayudarán a entrar en el gremio de magos y manteniendo nuestros primeros combates épicos a vida o muerte con gusanitos y cangrejos. 

 

Morrowind nos pone ante los ojos un lienzo en blanco que, a la vez, está maravillosamente detallado, y nos da una caja de ceras y una paleta de acrílicos para que hagamos lo que nos dé la gana. Y esto lo hace usando elementos tan maravillosos y dispares como los distintos gremios, con unos ladrones perseguidos y un Morag Tong cuyo culto a Mephala vuelve a estar en pleno apogeo en el momento de la historia. Una vez más podremos entrar y colaborar con distintas facciones, incluidas la legión y el culto imperial, con la posibilidad de ir cumpliendo misiones para uno u otro bando en nuestra carrera por mejorar a nuestro personaje y lograr cumplir nuestra misión como miembro de los Cuchillas o, simplemente, explorar el escenario en busca de aventuras cada vez más peligrosas.

 

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¿Qué hay de nuevo, viejo?

Obviamente hay muchos elementos modernos que echaréis en falta en The Elder Scrolls III: Morrowind. Aparte de su aspecto tosco y de un sistema de diálogos que bebe otros tiempos os encontraréis un juego completamente en inglés y unos controles con algunas decisiones discutibles como la necesidad de mantener pulsado el stick izquierdo para caminar en modo sigilo, el bloqueo automático en combate o el uso del gatillo izquierdo para saltar. Podemos elegir entre usar magia, arcos o armas de cuerpo a cuerpo sin mezclar aprovechando ambos gatillos como en versiones más modernas del juego, pero lejos de ser algo criticable, nos sirve para recordar cómo eran los juegos antes y restar un poco de la obsesión gamey a los tiempos actuales. 

 

Teniendo maravillas como Skyrim o TES Online -que en unos meses nos llevará a Summerset, al fin- es normal que retomar Morrowind con el aspecto de antaño con algunos pulidos a nivel de texturas, rendimiento y antialiasing no resulte igual de atractivo para todos los públicos, más si tenemos en cuenta que podéis jugarlo en PC con mods que le dan un aspecto impecable muy cercano o incluso igual a los Elder Scrolls actuales. Sin embargo, es precisamente por esto por lo que está gustando tanto volver a Morrowind tal y cómo era en el pasado: por esta forma de entender su momento y sus maneras, de ver la evolución que ha ido sufriendo a lo largo de los últimos 16 años y prepararnos tanto para Summerset como para un posible anuncio de un próximo The Elder Scrolls VI que esperamos como agua de mayo.

 

Volver a Morrowind es una experiencia interesante, tanto si lo jugaste en su momento como si eres fan de la saga. Reconocer los  primeros pinitos de este cambio de política en la saga es una forma de arqueología que nos devuelve a tiempos distintos, en los que aún no estaban instaurados los mecanismos que a día de hoy damos por hecho en todo videojuego moderno. Junto a esto, encontramos una historia profunda, uno de los mejores escenarios de Tamriel y muchas gestas por cumplir, mazmorras por explorar y aventuras que vivir. Un juegazo del pasado, sin duda, y un trozo de historia viva del videojuego gracias a la retrocompatibilidad. 

 

¡Nos leemos!


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