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MGReplay | Enslaved: Odyssey to the West

? Vamos con afán todos a la vez ?
Martes 21 de Julio de 2015 por Diego Emegé

Es fácil pasar por alto Enslaved: Odyssey to the West. Fue una propuesta de alto presupuesto que no vendió para nada bien, a pesar de acarrear consigo grandes nombres —Alex Garland a la pluma y Andy Serkis prestando su voz y cuerpo para dar vida a Monkey— el apartado lúdico-interactivo se quedó algo huérfano con un desarrollo lineal de trazados fijos, puzles de fácil resolución, mucha sección machacabotones y muchos efectos de luz y color y chiribitas encantadores. No tiene mucho más, pero a mí me gusta.

 

Enslaved se expresa en unos términos lúdicos más bien escuetos, pero porque detrás tiene el apoyo de en un mundo hermosísimo y asquerosamente exuberante, unos diálogos concisos e inteligentes, una sección sobre un aeropatín divertidísimo y un sistema de combate contundente que responde muy bien. ¿A quién no le apetece machacar robots con un bastón de energía de vez en cuando? En sonido del metal crujiendo es tan gratificante, que cuesta no volver. No le pidáis una historia sesuda, porque tampoco lo busca. Se permite acudir a los hitos del camino más tópicos, pero sin dejar de hacer bien lo que quiere hacer bien.

 

 

Es un extraño en el reino del género de acción en tercera persona, pero solo uno que «pasaba por aquí», porque sabe que los Batman de Rockstady se aferran a su trono, y tampoco le preocupa, y tampoco le interesa el trono de los juegos postapocalípticos cinematográficos, porque The Last of Us. Pero no por ello debiéramos olvidar a Enslaved, de verdad: tiene muchas cositas buenas. Es un juego que jamás frustra, y es suficientemente listo y flexible como para evitar aburrirnos con unas mecánicas peligrosamente repetitivas. También es una historia de ciencia-ficción épica que no se para a lamentarse por sus faltas narrativas, sino que pega saltos de alegría en un espectáculo de fuegos artificiales.

 

Vamos a ver, la historia está ahí, e importa. Narra la aventura de dos esclavos fugados que aterrizan en la Tierra, en la ciudad de Nueva York, dentro de unos 150 años. La ciudad está invadida por la vegetación y por una legión de robots asesinos, y la pareja se ve forzada a cooperar para lograr salir con vida y regresar a casa. El título —en español, «esclavizado»— viene a reflejar la naturaleza real de su relación, que se debe a que la pelirroja del dúo subyuga a su simiesco compañero (Monkey, para los amigos) con una diadema modificada. De esta forma se ve forzado a ayudar a la moza para cruzar los Estados Unidos para llegar al clásico reducto de vida en el yermo, ubicado al otro lado de las montañas.

 

 

Esto se traduce en un viaje a través de los paisajes más fantásticos. Es uno de esos juegos con un profundo arraigo en el arte conceptual original, cosa que no oculta jamás. La jungla de Nueva York ya quita el hipo, pero hay otras secciones del juego, como la granja del viento, que son todo un deleite visual. La paleta de colores es riquísima y muy luminosa, y eso es algo que, para ser un juego ambientado en una realidad postapocalíptica, se agradece mucho.

 

La odisea que supone atravesar estos entornos tan apabullantes se expresa en una serie de zonas de acción que unen secciones de puzles con combates, en los que tenemos la oportunidad de dar buenas toñas con el bastón del señor monete (y con muchos otros juguetes) a los montones de robots que pueblan este mundo. Sobre todo se pide mucho salto, mucho ritmo para asestar los golpes y mucha observación a las pistas del entorno. Estas zonas de acción son más bien secas, y de ellas solo destaca una en especial en la que un robot-coche se deja ver. Es una pena, porque las ideas de base podrían dar mucho más juego (pun intended), pero como hace falta muy poco esfuerzo para superarlas, que nos acunen un poco puede resultar placentero.

 

 

Quizá la mejor idea que tuvo Ninja Theory fueran las secciones de aeropatín, en las que atravesamos amplias zonas del mapa a gran velocidad, y que podrían haberse explotado muchísimo más, en lugar de haberse restringido a un minijuego como recompensa a mitad de la aventura. Supone un contraste muy refrescante frente a los saltos y las toñas, y un par de secciones más habrían funcionado estupendamente para redondear la experiencia.

 

Merece la pena la compra, en serio. Enslaved es un juego que os entretendrá todas las horas de juego. No es original, ni profundo, ni nada por el estilo, pero lo que hace lo hace bien, y punto. Si aún no os habéis hecho con él en una de las múltiples rebajas de Steam, os recomiendo que subsanéis el fallo en la próxima. La versión no exprime especialmente las capacidades de la plataforma, pero con un poco de magia pecera (uséase: de editar el .ini de turno) os pueden salir unas imágenes como las que hacen bonito este artículo que, una vez más, provienen de Dead End Thrills.


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