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MGIndie | Evoland

Un homenaje con tres cuartos de corazón.
Sábado 24 de Enero de 2015 por Diego Emegé

No es que falten juegos que alimenten nuestras nostalgias últimamente, ya lo comenté en el anterior MGIndie. En los últimos años nos hemos dedicado a fomentar la creación de plataformas indie retro hasta tal punto que la abundancia se ha llevado por delante la sinceridad creativa. Ya hemos comprobado que los desarrollos independientes pueden llegar a ser tan cínicos como los desarrollos triple A, como demuestra la ciega fe en la estética old school. No quiero decir que no existan juegos que realmente nacieron a raíz de un amor hacia los orígenes del medio, que se han diseñado desde el corazón y no desde la frialdad del coco. Estos juegos se pueden diferenciar del resto por su inventiva, su personalidad y su conocimiento humilde de un pasado que se suele saquear sin cuidado.

 

Evoland es uno de esos juegos: se trata de un tributo descarado a The Legend of Zelda y a Final Fantasy. Es al mismo tiempo un montón de referencias tontas y un tributo ilustrado hacia los juegos que ayudaron a fundar los juegos de acción y aventura y los juegos de rol. Es más que una muestra de gráficos retro. No obstante, también son muy importantes en el Evoland.

 

 

Al igual que DLC Quest, que le precedió, el que nos ocupa es un juego sobre construir las mecánicas desde lo más básico, aunque las razones satíricas son bien distintas. Al comenzar la aventura, los jugadores nos encontramos en un mundo monocromo hecho de bloques, que recuerda a los gráficos de la verdosa Game Boy. El mundo está plagado de cofres, y cada cofre va transformando el mundo poco a poco a nuestro alrededor, así como la forma en que interactuamos con el entorno. Al principio podemos desbloquear movimientos, música y combate básico con una espada. Poco después, no obstante, Evoland demuestra el porqué de su nombre cambiando los gráficos, añadiendo color y, llegado el momento, haciendo la transición entre los gráficos de 8 bits y los de 16. Más adelante pasamos del 2D al 3D y finalmente al HD.

 

Entretanto, vemos llegar combates por turnos a las tierras que encontramos entre las mazmorras, dividiendo el juego entre una experiencia de mazmorras zeldescas y las transiciones de tipo Final Fantasy. A pesar de que los dos estilos de juego son rudimentarios, ofrecen todos los elementos  que cabría esperar: bombas, flechas y puzles para las mazmorras y experiencia y recompensas de oro para el mundo exterior. Evoland es un juego simple con una historia simple sobre salvar el mundo de un malo maloso, pero como no se repite especialmente, gracias a la parodia de distintos estilos, mantiene nuestro interés. A lo largo de la aventura podemos luchar contra jefes tanto en combates por turnos como en combates directos, añadir un compañero de equipo y convocar monstruos, e incluso repasar las mazmorras al estilo Diablo (incluyendo las montañas de loot de turno). Para más distracción, contamos con un torneo de cartas opcional, que representa una versión algo más dinámica de Tetra Master o Triple Triad.

 

 

Los elementos del juego, combinados, son una carta de amor dirigida a algunos de los juegos más reverenciados de cada género, y sorprende lo bien que funciona la evolución entre los diversos estilos de juego. Al mantener estos elementos a un nivel muy fundamental, el juego se asegura de que la cosa no se líe mucho y no nos canse, pero es verdad que el estudio podría haber explotado más algunos conceptos.

 

Una de las zonas en particular va de golpear cristales para cambiar los gráficos entre el 3D y el 2D, resolviendo puzles mediante cambios de perspectivas. Es un segmento del juego estupendo, pero, como todo en Evoland, es solo eso, un segmento. Una vez que acabamos con este trozo, ya está: no hay más. Es verdad que al final del juego podemos volver atrás para volver a disfrutar de cada mazmorra, pero el contenido opcional es más bien limitado, y solo nos anima a recopilar cartas nuevas o estrellas ocultas para fardar de colección. Todo lo que hace Evoland está hecho con cariño, es divertido y está muy bien construido, pero el resultado final deja con ganas de más, con ganas de ver cómo se podría haber extrapolado alguna mecánica esencial al resto de zonas, más allá que esa floritura paródica.

 

 

El juego es precioso, eso sí, desde los comienzos en blanco y negro hasta el final en alta definición. Como juego en 3D, por desgracia se queda algo corto con respecto a la belleza que trata de imitar, pero tiene carácter, vaya, gráficos hermosos y entornos diseñados con amor. La banda sonora es también una obra de ternura, trazando una fina línea entre la nostalgia y la originalidad. Por pedir, nos podrían haber regalado pistas más largas, pero, como todo en esta obra, la música es maravillosa, pero no es suficiente.

 

Evoland es fantástico durante unas horas, y es una obra que todo amante de Zelda o Final Fantasy debería probar. A pesar de que algunas de las referencias y bromas pueden resultar tontas y dignas de facepalm, muchas de ellas dan en el clavo, y hay otras que hasta nos arrancan alguna sonrisa. Cuesta criticarlo por lo que ofrece, pero no cuesta tanto lamentarse por lo que le falta.


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