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MGIndie | Agar.io

Politología sociocelular.
Sábado 11 de Julio de 2015 por Diego Emegé

Hace un mesecillo Dan Gimeno, nuestro fiel Dan Gimeno, me propuso centrar un MGIndie en torno a un juego de apariencia inofensiva llamado Agar.io. Se trata de un planteamiento la mar de simple que acaba teniendo consecuencias muy serias en nuestras capacidades de atención. Diría que también logra mermar las sociales, pero siento que estaría mintiendo, puesto que se trata de una suerte de MMO en el que uno acaba interactuando con los otros jugadores como buenamente permiten las pocas herramientas de que disponemos ahí dentro, en el campo de batalla de la placa de Petri.

 

Agar.io es un juego para navegadores (aunque ya está comenzando su expansión por otros medios, como Steam, Android o iOS) que nació en las entrañas del foro /v/ de 4chan y pronto comenzó a expandirse. Se basa en una mecánica de juego que, si no inventó, popularizó el juego Osmos, y consiste en lo siguiente: dentro del juego somos una célula, o pelota de color, y nuestra misión es hacernos grandes, siempre asimilando pelotas de inferior tamaño que el nuestro. Algunos son inanimados, pero otros son jugadores que, como nosotros, se han perdido en el mar de la procrastinación y han encontrado un objetivo secundario para su tiempo de trabajo o estudio. En nuestra existencia dentro del juego, siempre vemos una tabla de clasificación con los entes más voluminosos de cada servidor. Quizá por ello se pueda entender que la meta es ser el más grande, pero una vez vivida la experiencia me he dado cuenta de que el juego es tan libre como queramos que sea.

 

 

Los usuarios crean las reglas, pero el juego propone las herramientas y los modos de juego. Dos son las herramientas y cuatro los modos de juego. Entre las herramientas contamos con la habilidad de lanzar pequeñas porciones de nuestra propia masa y de dividir en dos nuestra masa total para que una de las porciones salga disparada, siempre hacia donde apuntemos con el ratón. ¿Usos? No tan obvios como pensáis. A veces pueden ser nuestras armas, otras, nuestra expresión, otras, nuestra generosidad, y otras, nuestra supervivencia. El contexto es el que lleva la batuta, generalmente, pero la creatividad y, a veces, la picardía, marcará el tono de nuestras interacciones con estas herramientas. Los cuatro modos de juego, por otra parte, sí que definen más el tipo de experiencia. Así, tenemos una especie de todos contra todos, un juego por equipos de tres colores, un modo de experimentación con virus y otro para generar partidas con amigos.

 

Agar.io es una maravillosa alegoría del poder y de la evolución —exagero, sí, pero divirtámonos un poco— que se expresa a través del crecimiento y los cambios en las interacciones. Cuando somos pequeños, somos rápidos, ágiles, escurridizos ante los ojos del cazador o de los titanes, que ya no se preocupan de perseguirnos. Al principio recolectamos las pelotas inertes para crecer, pero a partir de cierto punto, empezamos a ver otros jugadores aparecer, y la diferencia de tamaño nos da otra perspectiva. Comenzamos a cazar para aumentar de tamaño más rápidamente y pronto nosotros empezamos a resultar muy jugosos para cada vez más jugadores —llamémosles enemigos ya. Con suerte, nuestra escalada hasta lo más alto se ha consolidado al ingerir medias partes de otro titán mayor que nosotros.

 

 

Estamos en lo más alto de la pirámide alimentaria, y nuestro puesto peligra constantemente. Hay unas pelotas de color verde que solo afectan a las células grandes, dividiéndolas en muchas y pequeñas partes. El poder se tambalea, se vuelve frágil. Llamamos demasiado la atención, y recordamos cuando éramos pequeños y la célula más grande parecía una enorme pared en movimiento cuando pasaba frente a nosotros. En ese punto uno se plantea qué clase de dios quiere ser.

 

Hace dos noches llegué a ese punto, y en mi caso decidí ser generoso; regalando mi carne a los débiles y atacando a los injustos. Entonces encontré a otro jugador de similares dimensiones a las mías. ¿Había encontrado un aliado? Juego de Tronos nos ha enseñado bien que nuestro mayor aliado lleva el filo a la vista, pero la situación nos hizo encontrarnos. Supimos que éramos de fiar por la forma de tratar a nuestros inferiores. Pronto las tablas de clasificación cambiaron, y nos adelantaron en tamaño otros dos titanes. El tiempo estaba de mi contra. Era tarde y debía levantarme pronto. Mi última decisión fue dividirme y dar mi fuerza vital a ese aliado, a ese tal I’m Gay con quien tantas batallas había compartido…

 

Por si no lo habíais notado, los nombres son personalizables. Así que ya podéis inventaros uno bueno antes de meteros a jugar ahora mismo. ¿Qué clase de emperadores, reyes o dioses seréis? Ya me lo contaréis.

 

Dedico este artículo a Dan y a Simón, cada uno con sus taitantos billones de células muy bien puestas.


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