1. Mundogamers
  2. Articulos
  3. PS3

Bloodborne y Dark Souls II: la gran comparativa

Regreso al pasado
Miercoles 29 de Abril de 2015 por Bruno Louviers

No hay más que mirar dos veces un vídeo de Bloodborne para ver que el legado de la saga Souls está muy presente. Demon’s Souls; el juego original; luego Dark Souls, el sucesor espiritual; después Dark Souls II, la secuela de este; y ahora Bloodborne han constituido una saga en la cual cada juego supera al anterior, sino a nivel argumental y estética, al menos sí a nivel mecánico.

 

Con Bloodborne, sin embargo, ya no estoy tan seguro de estas cosas, que antes he tenido siempre muy claras. Aunque cada jugador ha experimentado la saga y esta le ha afectado de una manera, soy uno de los afortunados que la ha jugado en estricto orden evolutivo y siempre he tenido claro que Dark Souls se jugaba mejor que Demon’s Souls aunque este fuera más cautivador en algunos momentos y que Dark Souls II es el que mejor se juega dentro del estilo espada y escudo aunque es el más soso. Y eso lo veía claramente, sin dudar en ningún momento.


Bloodborne se juega muy diferente y es un punto y a parte a nivel estético y narrativo, y de ahí mis dudas. Por esta razón, he regresado a Dark Souls II ahora que se ha lanzado la Scholar of the First Sin para evaluar cómo se combinan ambos estilos. ¿Mi conclusión? Que son muy parecidos, pero también muy diferentes, algo que ya sabíamos todos, pero que no viene mal identificar punto por punto. Ahora bien, en mi opinión, ninguno termina de ser mejor que el otro, y eso que en un principio yo me atreví a coronar por encima a Bloodborne.

 


El extranjero solitario en tierras remotas, esta vez, es algo literal


Es un hecho que sus estilos de combate son algo casi opuesto: mientras que Dark Souls II es defensivo hasta decir basta, Bloodborne despunta en la acción directa, y eso a pesar de que From Software afinó el tema de los frames, las esquivas y las ‘hitboxes’ de los enemigos y el protagonista.


Me resulta imposible jugar a esquivar en este juego porque la respuesta es lentísima y porque, aún con una indumentaria ligera, sigo consumiendo mucho vigor y recibiendo golpes que, según mis ojos, no debería recibir porque ya me he quitado de la trayectoria del arma enemiga. Bloodborne es infinitamente más simple en este apartado: esquivas prácticamente todo a una velocidad de vértigo y pudiendo responder casi al instante y sin un consumo excesivo de estamina.


Traducido a un mismo idioma, significa que Dark Souls II exige un copón más de habilidad para jugarlo remotamente parecido a Bloodborne, mientras que este último es imposible jugarlo como los anteriores Souls por mucho que quieras. Retirarte y curarte todo el rato es una táctica inútil porque las curaciones terminan siendo muy limitadas, terminas agotando sus reservas y no aprendas a matar al enemigo con parries.


Ahora bien, no me atrevería a decir que uno es mejor que el otro. La versatilidad que permite Dark Souls no existe en Bloodborne, por mucho que me duela admitirlo. Esto se debe en parte a que las armas, aunque suficientes y bien diferenciadas entre sí, no le dan tanta importancia a sus efectos secundarios. Imbuir un arma de fuego, rayo o arcano cuesta mucho tiempo y exige explorar a fondo.

 


No veía tantos números desde la tabla de multiplicar


Esto es lo que más me ha alegrado de volver a Dark Souls II, volver a alternar entre dos armas que hacen daños casi opuestos pero que manejo con más o menos soltura porque mi clase no está del todo especializada. Pierdo grandes poderes como hombre de fe, pero gano a cambio otras cosas. Bloodborne está muy limitado a los variopintos estilos de sus armas con truco y armas de fuego, y no explota por suficiente el potencial de la sangre o el arcano, y eso que la oportunidad estaba ahí al haber resumido el coñazo supino de la magia, el fuego, el rayo y la oscuridad en un par de características.


Sí, eso es algo de Dark Souls II que, aunque me gusta, termino viendo también como un lastre. He pasado muchas horas, incluso como experto, volviendo a plantearme cómo mejorar mi personaje para tener exactamente lo que quiero, algo que en Bloodborne era sencillísimo y muy efectivo, sobre todo gracias a la versatilidad de las gemas que se pueden intercambiar libremente entre las armas, cosa que no pasa en Dark Souls II, donde tu arma de rayo es de rayo y te jodes, no puedes cambiar de opinión más adelante o adecuarte a un jefe concreto si este resiste al rayo.

 

Hay que reconocer que da gusto desangrar a un enemigo en Bloodborne


Podría seguir diseccionando y comparando el combate de ambos juegos hasta el juicio final, pero voy a cerrar hablando del parry. Curiosamente, el desequilibrio de ambos juegos en este sentido me encanta. Aunque Dark Souls II es más amable con el backstab, pues no hay que cargar el ataque potente como en Bloodborne, algo que en el PvP facilita mucho la vida; el parry es mucho más complicado, no solo porque ni dios intenta hacerlo nunca porque hay pocos enemigos que se dejan matar así sino porque los jefes no son vulnerables a él casi nunca. ¿Para qué practicar entonces esta táctica? Bueno, pues por el PvP, donde sigue siendo un poquito suerte (debido al lag) pero también mucha habilidad (porque contrarrestas a un humano).


El parry en Bloodborne es mucho más masivo, pero es cierto que hacerlo tan asequible le ha quitado un pelín de su pasión. Aún tras cinco partidas a Dark Souls II, lanzar un parry en el momento adecuado es un momento de realización personal mientras que en Bloodborne se ha convertido, curioso esto, en el nuevo escudo: mientras tenga balas, no hago otra cosa porque es muy fácil y efectivo. Curioso cómo los dos polos se oponen y atraen a la vez.

 

Nada de esto coloca a un juego por delante del otro, incluso si el PvP me ha abierto aún más los ojos con respecto a los defectos de Bloodborne. Si en Dark Souls II había unos combates épicos y un gran peso de los pactos para enemistar o aliar a los jugadores online, y muchos de estos estaban directamente pensados para jugar online más que offline; Bloodborne de momento carece casi por completo de esto, incluso si el combate es más propicio al 1 contra 1.


La culpa está, supongo, en que en Bloodborne pides ayuda en lugar de aceptarla tras pulsar sobre una señal en el suelo del mismo modo que las invasiones están limitadas a unos lugares concretos y no ocurren en cualquier zona. Sueño con que un futurible DLC o actualización de Bloodborne mejore este aspecto del juego, que tiene mucho, mucho potencial.

 

Eso, que mis esbirros luchen por mi

 

Dejo ahora para el final el tema del lore, pues creo que aquí cada uno tendrá sus preferencias. Habiendo investigado ambos (y creo que voy a escribir del de Bloodborne, porque tiene miga), no tengo una preferencia. De fondo, siempre hay un poder al que se le va de las manos su capacidad para transformar el mundo, ya sea la Iglesia de la Sanación en Bloodborne o los reyes de los tres Souls. Y siempre hay algo que nos hacer ser humanos, ya sea la humanidad en sí o la búsqueda del conocimiento a través de la lucidez. 

 

Bloodborne y los Souls cuentan una misma parábola, en resumen, y a través de los mismos mecanismos. Es verdad que en Bloodborne hay cinemáticas, cosa que no hay en los Souls, y que Dark Souls y Dark Souls II están íntimamente relacionados, algo que hace aún más fuerte su lore porque hemos visto en qué han desembocado los acontecimientos del primero; pero incluso mi inclinación por la magnífica evolución de Lordan en Drangleic y la tragedia de que el ciclo siempre se repite y nosotros no somos más que un peón, no puedo sino alabar lo intrincadísimo y oculto que está también el trasfondo de Bloodborne. 

 

Ah, Nassandra, hija de puta


En fin, creo que he repetido una y otra vez cosas que los fans de la saga sentimos casi al instante con cada juego pero que, yo al menos, necesitaba sacarme. He estado un mes sin saber muy bien qué prefiero, y ahora lo tengo claro: depende. Y creo que estaréis de acuerdo conmigo en esto, que depende del momento y de cómo te pille.


¿Te apetece la experiencia Souls directa? Eso es Bloodborne, una versión pulida, depurada, perfeccionada, sin miramientos ni problemas que, sin embargo, nos arrebata el placer doloroso de machacar con nuestras manos y herramientas la dura e imperfecta piedra hasta que sacamos una escultura con un estilo, una época y unas sensaciones propias que nosotros hemos fabricado. Eso sería Dark Souls II.


Realmente, existe algo bonito en que haya esta dicotomía dentro de una saga porque satisface a todos los paladares, incluso a los que un día se levantan con ganas de una cosa y otros con ganas de otra. A mi a veces me apetece cerveza, otras veces me apetece vino. ¿Eso significa que me guste más lo uno que lo otro? Caray, si a veces hasta bebo gintonics. Me entendéis, ¿no?


<< Anterior Siguiente >>