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Analisis Keep Talking And Nobody Explodes ,PC

Petándolo con los amigos
Viernes 27 de Noviembre de 2015 por Dayo

Dicen que cuantas más bombas desactivas, más fácil se vuelve. Eso dicen. No saben cuánto se equivocan. He visto de todo en esta habitación minúscula. Aquí estoy, frente a un nuevo explosivo; sean quienes sean los responsables, parece que nunca se cansan de repetir. Es curioso: con toda mi experiencia y todavía no sé cómo funcionan estos condenados aparatos. Necesitamos un manual para desactivarlos, un maldito manual de veintitrés páginas. Cuando nos lo dieron en Central pensé que sería una broma. Hasta ahora las bombas se desactivaban solas; te acercabas a una mina agachado y podías cogerla antes de que estallara, o era cuestión de reconectar un par de cables antes de que el contador llegase a cero. Oh, esos tiempos quedan ahora tan lejos… Esto va en serio. Diego y yo formamos un buen equipo: él está seguro en su ordenador, leyendo instrucciones sobre cómo desarmar el artefacto mientras yo me juego la vida en el frente, describiéndole cuántos módulos hay, qué hay en cada uno. Generalmente es fácil: cables en paralelo, botones grandes y redondos… Pero las bombas se están volviendo cada vez más sofisticadas. A cada nuevo dispositivo parece que se esmeran todavía más en ponérnoslo difícil. Los cables se cruzan, hay secuencias de números, código morse, incluso Simón Dice. No hay límite a su maldad. Normalmente seguimos adelante, no hay bomba que se nos resista. Tarde o temprano la desarmamos; me siento seguro junto a Diego. Pero hay un problema: hoy no trabajo con él.

 

Tengo a un becario leyendo el manual.

 

Bueno, “becario” quizá sea una exageración. En realidad Diego está hoy indispuesto y he traído a un amigo para ayudarme. Al fin y al cabo sólo tiene que leer un manual en inglés, tan difícil no puede ser ¿verdad? Y lo sé, traer a un amigo para algo tan serio como puede ser desarmar una bomba quizá dé la impresión que me estoy tomando esto como si fuese un videojuego, pero no os preocupéis. Él sabe leer. Y quizá suene preocupante el formar parte de unas fuerzas de seguridad que acepten a básicamente cualquiera que cruce sus puertas, pero la junta directiva lo entiende como una forma de “aumentar la accesibilidad”.

 

Dios sabe lo que quieren decir con eso.

 

 

De vez en cuando me paro a leer los informes de otras amenazas de bomba. Hay muchos escritos por novatos que iban a disfrutar de su primer día y se encontraron con algo muy distinto. Escuchando las cajas negras les oigo gritar hechos un manojo de nervios: “Vale, veo cables”, “¿Dónde están conectados?”, “Bueno, el negro está conectado de la primera posición a la quinta, el rojo de la segunda a la primera y el blanco con rayas azules…”, “¿Blanco con rayas azules?”, “Que sí, y tiene una estrella encendida”, “¿Seguro que estamos hablando de cables?”, “¡Claro que hablamos de cables, son cinco cables paralelos en vertical!”, “Oh, mierda, estaba mirando otro módulo en el manual” “¿Que estabas QUÉ?”. Y luego una explosión. Hay veces en las que no soporto la presión y prefiero que sea otro el que se ocupe de la bomba mientras yo le doy instrucciones. Es lo bueno de mi trabajo, que da flexibilidad. Y no siempre es Diego quien se encarga del desarmamiento. Los principiantes son más agitados, no saben cómo funciona el mecanismo, pero eso lo hace todo mucho más interesante. Hace que recuerde a esas películas de los 80 en las que el protagonista tiene que cortar el cable verde en el último segundo. Aquí ni siquiera tenemos cables verdes…

 

Pero no tengo derecho a quejarme de mi trabajo. Bueno, está todo eso de que puedo morir y tal, pero siempre hay un nuevo desafío. Nunca veo dos bombas iguales, incluso si el informe tiene el mismo número identificador. Además las instalaciones en las que llevo a cabo mi trabajo son cada vez más incómodas, con ese maldito despertador y unas luces que no dejan de fundirse porque la junta directiva no quiere pagar. Pero me lo tomo como un desafío, un plus, y hace que mi trabajo sea aún más interesante. Tanto, de hecho, que me traigo a veces a la familia para que me ayuden o, qué demonios, incluso les dejo a ellos que se administren y ya volveré para escuchar los resultados.

 

Prefiero no hablar de eso.

 

Pero lo importante es que desactivar bombas sigue siendo un trabajo excitante y fresco para mí a pesar de todos estos años. Me da igual que esté al manual o en la sala frente a la bomba: hay ciertas emociones que sólo se pueden vivir aquí, en el frente, en situaciones límite. Y por eso me he traído a mi amigo, para que me ayude y me recuerde por qué amo tanto este trabajo. Pero creo que os he hablado suficiente, debería volver y centrarme en la bomba, que ya se me está acabando el tiempo y-oh.

 

Oh, no.

 

Hay un Simón Dice.

 

Estoy muertísimo.

8.5
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