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Analisis Do Not Feed the Monkeys ,PC

Capitalismo, neurosis y cotilleo
Viernes 30 de Noviembre de 2018 por Adrián Suárez Mouriño

Do not feed the monkeys ha sido toda una sorpresa. Es un juego inteligente, divertido, estresante y con un estupendo mensaje que consigue tejer partida tras partida. Nuestra misión consiste, simplemente, en sentarnos en nuestros escritorio y observar las imágenes captadas por una serie de cámaras. Estas están instaladas en domicilios particulares, en despachos, en la calle, en el campo… Vemos lo que ocurre desde la distancia y tomamos decisiones sobre lo que ahí sucede.

 

Somos miembros de un extraño club que tiene como misión estudiar a personas anónimas en sus hábitats. El videojuego se refiere a ellos como ‘monos’, y ese es uno de los grandes aciertos del título: lo bien que consigue que acabemos entendiendo a otros seres humanos como criaturas insignificantes. Que algo se nos revuelva por dentro al descubrir que sí estamos pensando eso de ellos es fundamental en Do not feed the monkeys. Y lo logra

 

Escudriñamos lo que hace cada uno de ellos, tomamos nota de lo que dicen y de sus actividades, lo apuntamos todo, formamos relaciones entre las pistas que extraemos de su su visionado e intentamos reconstruir su contexto. Esta parte de Do not feed the monkeys está resuelta de una manera muy acertada. Si vemos que en los bocadillos de texto de nuestros monos aparece una palabra en amarillo, pinchamos sobre ella y nos la 'quedamos', es decir, la apuntamos en nuestro cuaderno para empezar a investigar. También podemos hacer clic en distintos elementos de la escena. Con todo, hacemos conjeturas hilando cabos y buscamos esos términos en la versión propia de Google que tiene el juego. Al hacerlo, obtenemos más términos en amarillo con los que profundizar más en su vida. Pero no solo eso, también del trasfondo de toda la aventura en términos sociales, culturales y políticos.

 

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Do not Feed the Monkeys construye una particular visión de nuestro mundo en la que nos sumergimos poco a poco

 

Hay varios motivos para que queramos hacer esto, pero puede resumirse en uno: dinero. El club nos propone retos como ‘cuál es el número de teléfono del mono de la jaula 1’. Si conseguimos averiguarlo, obtenemos dolares.

 

La cuestión económica es importante. Necesitamos dinero para comprar comida, pagarle a la casera la renta para que no nos eche del piso y otros gastos, como darle la propina al del reparto o unas monedas a nuestro vecino gorrón. Pero no solo para eso, también para comprar nuevas jaulas; es decir, nuevas cámaras que tener conectadas a la vez. Cuando poseamos unas dieciséis, pasarán muchas cosas a la vez en cada una de ellas o se apagará la luz en los habitáculos, por lo que necesitaremos nuevas funcionalidades para seguir grabando.

 

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Tienes que mantenerte sano, ganar dinero, cotillear y vuelta a empezar

 

A eso se le añade una variable que también hemos de cuidar: la de vivir de forma sana. Tenemos que dormir y comer, pero también coger trabajos temporales para ganar dinero y satisfacer la tarifa del club, comprar, gastar y… ¡llaman a la puerta! ¿Me como una pizza o me como una rica manzana? ¿Duermo mis horas o...?

 

Do not feed the monkeys es un interesantísimo juego de gestión que parte de la premisa de Papers, Please. Gestionamos la vida de personas que son anómimas pero que dejan de serlo para nosotros con el paso de las horas. La cuestión es: ¿cómo reaccionamos a sus problemas? En Papers, Please se nos otorgaba un poder absoluto solo en apariencia, pues solo lo era para los que querían cruzar la frontera, pero, como jugadores, sabíamos que era uno insignificante en realidad. Si lo hacíamos mal, nuestra familia pasaba penurias. En este caso, quien acaba sufriendo es el propio jugador, pues acaba comiendo grasientos perritos día tras día en lugar de fruta porque es más cómodo y barato. Desatendemos nuestras responsabilidades, esquivando el pago del alquiler a la casera y durmiendo mal. Y todo para poder observar durante un rato más las vidas de los monos.

 

Do not feed the monkeys tiene algo que resulta muy grato: es rejugable. Podemos alterar las realidades de quiénes espiamos o comportarnos de una u otra manera, lo que cambia las dinámicas del juego. En media tarde os haréis una run completa, pero querréis jugar otra partida tomando distintas decisiones.

 

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Explorar todos los entresijos del juego es un placer y cuando verdaderamente se comprende la complejidad tras Do not Feed the Monkeys

 

Tiene un aspecto que podría estar más trabajado: las historias de aquellos que observamos. Acaban siendo muy anecdóticas salvo en un par de casos. Sin embargo, no creo que sea algo malo o que estén mal escritas; al contrario, van con el tono de la aventura. Pensadlo: consumimos nuestra salud y nuestra vida por observar la vida de otros, del mismo modo que podemos perderlo en la vida real viendo un programa de cotilleos. ¿Son las vidas de esas celebrities interesantes? Pues en realidad no. Pero seguimos mirando.

 

También se le podría haber sacado más partido a su acabado técnico. Se recurre a un pixel art muy solvente, pero no acaba funcionando como acento a la narración. Podrías haber sido dibujado con pinceles o con polígonos y habría dado igual. Lo mismo puede decirse del empleo de la música, que le va perfecta a los tiempos muertos de juego pero su uso se desdibuja a medida que avanzan los días. Pero todo esto son elementos triviales. La propuesta de Do not feed the monkeys es interesantísima, bien resuelta, sabe contarte algo importante y emplea los mecanismos del videojuego de una forma muy original. A por él.

8.5

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