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Analisis Blasphemous ,PC

Entre el cielo y el suelo hay algo
Miercoles 02 de Octubre de 2019 por Adrián Suárez Mouriño

Blasphemous es un videojuego tan fácil de amar como de odiar profundamente. Es capaz de llevarte a secciones de combate fabulosas, a presentarte a personajes interesantes y anónimos capaces de despertar asco, pena o misericordia, a hacerte caminar por lugares hermosamente dibujados, a leer textos muy bien escritos y a lograr que te interese avanzar, explorar y seguir adelante.

 

Su manejo del píxel, tan bruto y elegante es para aplaudir, y la sencillez de su combate te ayuda a aprender a manejarlo con mucho disfrute. Y parece algo que hace sin querer o que es sencillo, pero ha conseguido la dificilísima tarea de lograr una representación gráfica con personalidad. Ves una captura de Blasphemous y sabes que es Blasphemous, no un Castlevania random u otra aventura en 2D.

 

Pero también tiene detalles que fácilmente pueden hacerte abandonar el juego para siempre, guardarlo en un cajón y no sacarlo de ahí jamás. Sus saltos estropean el elegante proceso de aprendizaje que existe en su combate, y hay muchos, muchísimos. Estos no sirven solo para conducir a secretos, sino que son una de las claves jugables del título, tanto que se podría decir que Blasphemous es una aventura de acción y plataformas.

 

Es fácil fallarlos y sentir que es culpa de la máquina, no tuya. Las cajas de impactos o de aterrizaje muchas veces no están claras, ni los parries o esquivas son tan, tan, tan precisos y entendibles como se desearía. En cuanto a sus luchas, la progresión a través de objetos y las habilidades que obtenemos no acaban de tener relevancia absoluta en el juego. Es decir, tiene una base jugable buenísima, pero el nivel de exigencia de ciertas zonas exigiría convertirlo en una jugabilidad fina y perfecta, y no es el caso; al menos no siempre.

 

Esta mezcla de excelente trabajo y otro que no lo es tanto ofrece tramos de juego sobresalientes mezclados con otros en los que no quiero volver a pensar. Puñeteros pinchos. Por su culpa, la curva de dificultad da altibajos, las secciones malas parecen mucho peores y las buenas son un bálsamo para el alma. Pero con todo, con los fallos y con los aciertos, es muy difícil no recomendar este Blasphemous a todos los que amen las aventuras exigentes con un toque de rol, un buen trasfondo y muchos jefes enormes que matar.

 

La impresionante ambientación de Blasphemous no se olvida fácilmente

 

Controlamos al Penitente que armado con su arma Mea Culpa tendrá que recorrer un montón de escenarios en 2D interconectados. Blasphemous sorprende en su desarrollo por dos elementos. Para empezar, es un juego más orientado a explorar y a descubrir que a matar bosses. En otros títulos del género, solía comprender cada fase por la llegada a un boss, pero el mundo de Blasphemous no es así. Es casi más importante la solución de zonas plagada de pequeños enemigos que la destrucción de sus jefes.

 

Eso nos lleva al otro elemento: la no existencia de una barra de stamina. Podemos dar todos los golpes que queramos, pero estos no suelen frenar los de los enemigos. Nuestros espadazos no cortan la animación del rival. Eso nos lleva a instantes muy, muy interesantes en los que tendremos que estar muy pendientes de nuestro impacto, de la preparación del rival y de sus compañeros, meter el parry o el dash en el instante preciso y seguir.

 

Por norma general, los monstruos suelen tener una rutina de movimientos clara, que se telegrafía y que va a lo que va. La aprendemos y se añade una segunda criatura que pelea a su lado contra nosotros. Descubrimos cómo liquidar a los dos y el juego añade otro a una altura nueva que incorpora la necesidad de saltar. Este ritmo de presentación de situaciones nos lleva a ‘bailar’: golpe-golpe-parry-golpe-golpe-golpe-dash-dash-golpe… Me ha recordado mucho a los Megaman clásicos en los que los rivales no estaban ahí para matarte, sino para obligarte a jugar de una forma determinada, con ritmo en función de sus mecánicas que ya te conocías. Echaba mucho de menos esta sensación.

 

Los juegos de aventura, por culpa de los Souls, tienden a añadir enemigos con un patrón claro de golpes y uno a mayores especialmente puñetero que se activa de forma aleatoria, para matarte y frustrarte. Blasphemous busca más esa antigua sensación de ‘te conozco, bailo contigo, te mato’.

 

Eso explica la sencillez y claridad de su sistema de control y por qué tampoco The Game Kitchen ha acabado incorporando demasiadas variaciones a las rutinas de ataque con las que comenzamos. Sinceramente, no lo he echado de menos, al menos no durante las primeras horas, porque este aprendizaje me pareció totalmente solvente. De hecho, cada vez que el juego decide salirse de este esquema de combates puede llegar a cometer alguna que otra imprecisión que te lleva a morir o a sufrir más de la cuenta, pero la base es estupenda.

 

El combate de Blasphemous es muy divertido; es como bailar con los enemigos, aunque ojalá fuera un poco más preciso

 

En nuestro viaje nos encontraremos muchos coleccionables, situaciones o estampas que construyen, poco a poco, el tono, el trasfondo y las leyendas que rodean al juego. He decir que este aspecto de Blasphemous me ha encantado. El año pasado fui por primera vez a ver la Semana Santa en una visita a unos parientes de Andalucia. Ese ambiente ominoso, entre lo mágico y tétrico, entre la chaladura y el fervor, está perfectamente reflejado aquí. Blasphemous consigue hacer sentir al que es ajeno a esta pasión cristiana emociones similares a ella.

 

El dolor es constante, uno que parece acabar dándole placer a los que viven en el juego. Hay mucha profundidad en los textos y palabras de Blasphemous, también en las representaciones de sus personajes y en la culpa, esa culpa que nos acompaña durante todo el juego, esa culpa que tenemos que recuperar volviendo a dónde hemos llegado tras morir.

 

Y aquí llega el mayor problema de Blasphemous, el que me ha desesperado hasta casi llegar al llanto: las zonas de saltos, los pinchos, las veces que creí que llegaría a ese saliente y no, el castigo tan severo por morir y que vuelve a poner la llaga en que el control del juego no es fino, motivo por el que el combate no llega a cotas más altas y su plataformeo es capaz de desesperar.

 

No soporto las secciones de plataformas de Blasphemous

 

Pese a que Blasphemous apuntaba a mucho más por cómo se presenta, pese a que hay instantes que el control no te deja perderte absolutamente en sus situaciones, sí que es cierto que es un juego que deja un poso en ti y que hay que jugar. Su ambientación, lore y presentación es potente, sus zonas son memorables, también muchos de los encuentros con personajes y enemigos. Un sistema de saltos más gustoso, un combate un pelo más fino, así como un backtracking menos engorroso lo habrían hecho sobresaliente. Jugadlo.

7.5

/ 10


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