Analisis Tetris Effect PS4

No suele ocurrir muchas veces, pero hay videojuegos que consiguen abstraerte hasta estados de éxtasis, hasta momentos de concentración en los que la pantalla y tú sois uno. Guitar Hero, Rhythm Paradise, Lumines… con todos ellos he sentido que mis pulsaciones bajaban cuando paraba de jugar, que volvía de una suerte de simbiosis con la experiencia en la que la conexión era mucho más fuerte de lo habitual. Ocurre, imagino, por la suma de tres elementos: el espectáculo visual y colorido que ofrecen, el brillante apartado sonoro y, por último, debido a unas mecánicas sencillas de asimilar, tanto que llegas a manejarlas como quien cambia de marcha tras años conduciendo.

 

Tetris Effect es un nuevo miembro de esa familia. Su propuesta es tan fácil de explicar como difícil de transmitir a quien no la haya jugado: juegas como siempre, con el típico panel con siete piezas distintas que debes ir colocando para ir formando líneas que eviten que se llene, que llegue hasta arriba y pierdas. Salvo novedades como la opción de guardar una pieza o la activación de un especial -curiosamente llamado ‘La Zona’, donde dejan de bajar las piezas y encadenas combos de líneas-, esto se vehicula igual que hace treinta años. Pero, como digo, se juega como nunca.

 

 

Tetsuya Mizuguchi (Lumines, Rez Infinite) ha ideado un concepto de juego en el que la obra de Alekséi Pázhitnov se transforma en otra cosa, en algo más cercano a un viaje sensorial que a un juego de puzles. Todo, cada pequeño movimiento de pieza, se convierte en parte de la canción y del escenario, atribuyéndote el papel de un director de orquestra que no sabe qué viene después. No haces más que jugar a Tetris, pero de algún modo te transportas a lo que ves, escuchas y sientes con la vibración del mando.

 

La gran puerta de entrada es un Modo Viaje que nos planta ante grupos de tres o cuatro pantallas consecutivas, cada una con su temática central. A diferencia del concepto de juego de siempre, aquí la velocidad de las piezas se coordina con los clímax de cada canción, lo que significa que puedes llegar a pasar de la tranquilidad a la locura para luego regresar a momentos más reposados. Hay niveles más resultones que otros, y aunque es algo que ya depende de gustos musicales yo me quedo con el beat rapeado de Pharao’s Code, el paseo por la luna de Deserted o el espectáculo de Celebration. Todos merecen la pena, eso por descontado.

 

 

La magia se completa con el modo Effect, una colección de distintas pruebas arcade en las que se te pide de todo, desde acumular combos hasta apañártelas con la caída de fichas más grandes que ponen el tablero patas arriba. No falta el modo infinito o el de alcanzar la máxima puntuación en 150 líneas y es que, sin duda, la oferta es bien amplia. Un punto característico de este lugar es que sus pruebas varían en función de lo que escoge la comunidad, según su estádo de ánimo, y habrá días en los que predomina el relax, otros la fiesta, otros el ritmo, etc. Tras completar el modo viaje en cada nivel de dificultad, este es el lugar en el que seguir disfrutando del juego.

 

Aunque es algo opcional, es de recibo comentar que puede disfrutarse con PlayStation VR. Si bien es cierto que las primeras partidas se juegan peor por la sobredosis sensorial, luego no concibes volver al juego sin las gafas puestas. Aquí recomiendo alejar el tablero tanto como sea posible, principalmente para no tener que recurrir a la visión periférica para saber qué ficha baja después o cuál tienes reservada. Tetris Effect es disfrutable sin la realidad virtual, pero si la tienes hablamos de un imprescindible que debería estar en tu catálogo.

 

 

Nuestro protagonista llega con la seguridad de ser sobradamente conocido, y a la vez con esa chispa que asegura una experiencia distinta. Vaya si la hay. Tres décadas después Tetris es capaz de ofrecer algo único y potente, sencillo y efectivo, tradicional e innovador. Cuando las piezas encajan algo se está haciendo bien, y aquí cada una está hecha para mejorar al resto.

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