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Analisis Shadow Warrior 2 ,PC,PS4

Has caído bajo, Lo Wang.
Viernes 21 de Octubre de 2016 por Diego Emegé

Hace tres años, Flying Wild Hog se encargó de actualizar Shadow Warrior fabricando una agradable amalgama de elementos modernos y clásicos característicos del género de los disparos en primera persona. Muchas de las ideas por las que nos fascinó Doom este año ya fueron parte del banquete que preparó Lo Wang en su primera entrega: nada de coberturas, nada de regeneración de salud, nada de desarrollo pasillero y nada de cortarse con la casquería. Shadow Warrior 2 trata de hacer suyas muchas de las «prácticas de 2016», y aunque sobre la mesa esto podría haberle beneficiado mucho, el resultado es el de un título que confunde frentes y no deja de soltar chistes fáciles para salir del paso. ¿Lo bueno? Despedazar demonios sigue siendo una maravilla.

 

Shadow Warrior 2 no pierde el tiempo a la hora de empezar. Cinco años después de los acontecimientos del primer juego, Lo Wang se encuentra en circunstancias casi idénticas, rodeado de demonio y seres mitológicos que quieren hacerle papilla. Flying Wild Hog, que parece haberse tomado muy a pecho las quejas sobre el humor tontorrón del primer juego, pone a Wang a cantar una versión improvisada de Mis cosas favoritas, de Sonrisas y lágrimas, mientras pinta de rojo un templo, y entonces no podemos evitar esbozar una sonrisa. Lo que es una pena es que deciden volver a las bromas de quinceañero que harán gracia solo a los jugadores con un sentido del humor más fácil.

 

 

En lugar de conformarse con el monólogo de Wang, en esta ocasión nos encontramos con una interlocutora, una mujer cuya alma acaba alojándose dentro del cuerpo del protagonista, con la que se intenta generar la misma dinámica que en el primer juego. El problema es que Wang pasa a representar el papel del «hombre recto» del dúo cómico y eso solo hace que el guion se vuelva más insustancial, si cabe. Es una pena, porque a pesar de que la primera entrega no era especialmente brillante a ese nivel, el hecho de darnos de bruces con un conflicto entre dioses tenía su aquel… Vale, vale, aquí nadie ha venido por la trama, sino a matar en escenarios hermosos.

 

En ese aspecto reconocemos que nos lo hemos pasado teta. El sistema de casquería que nos permite desmembrar a los enemigos supera lo visual, y resulta casi tan gratificante como el que ya conocíamos, aunque con algunas salvedades: las armas de cuerpo a cuerpo siguen siendo las estrellas de la función. Se haga con una catana, una motosierra o las propias garras de un cadáver demoníaco, cortar, rajar, rebanar y degollar sigue siendo una gozadera. Encontrarse de frente con un grupo compacto de criaturas se convierte en una piñata rellena de diversos cortes de carne.

 

 

Incluso en las dificultades más elevadas, siempre parece más seguro meterse de lleno en las multitudes girando como un derviche de la muerte en lugar de acudir a las armas de fuego o similares. La razón es porque los enemigos parecen ser esponjas de balas y de tajos. No hacen más que absorber daño, y al cabo de un rato dando espadazos que hacen aparecer números en pantalla casi parece que el clic del ratón se vuelve más mullido. Al final acabamos usando el resto de las armas para darle variedad al asunto… Y justamente de eso hay a raudales. A Shadow Warrior 2 no le falta diversidad de armas, y no tiene problema alguno en regalarnos nuevas piezas cada 20 minutos de partida, aproximadamente: «¿Te gustan las escopetas? Estupendo, aquí tienes una. Espera, espera… Ya que estás llévate esta escopeta de plasma». A esto se le suma el sistema de mejoras usando las gemas que recogemos tras terminar cada fiesta con piñata. Este sistema de botines al estilo de Diablo es una de las novedades que trae esta entrega, y no acaba de acertar en el clavo.

 

Tras superar varios encuentros nos damos cuenta de que hay demasiadas mejoras. Tratándose de un juego tan ágil como este, al dedicar tanto tiempo a los menús para estudiar las mejoras no consigue más que perder el compás. Se consigue una media de veinte gemas por minuto, y de ellas la mayoría es totalmente descartable. Tampoco ayuda que la interfaz de usuario sea poco intuitiva, porque acabamos dedicando el doble de tiempo a hacer de nuestra arma de elección la mejor herramienta para matar. Por lo menos, nos gusta que opte por un arsenal planteado a lo Borderlands, en el sentido de que nos da 50 armas únicas en lugar de 12 genéricas que podemos personalizar con 100 accesorios. Además, hay ciertas mejoras que cambian por completo la utilidad del arma, como el poder empuñar armas a dos manos, usar lanzacohetes como torretas, disparar el doble de daño e infligir el doble de daño, etc. Son las mejoras que de verdad interesan, y no las que aumentan «la velocidad de recarga un 5%».

 

 

Lo que sí que nos ha enamorado es la sensación de movilidad que proporciona esta vez Lo Wang. Aparte de que su velocidad de base ya es más que decente, puede correr, realizar saltos dobles y movimientos para impulsarse en todas las direcciones. Con esto, si encadenamos bien todos los movimientos casi podemos volar por los escenarios, y eso es muy útil, porque el diseño de niveles tiene serios problemas. Mientras que la primera entrega ya permitía moverse hacia delante o hacia atrás en el mismo nivel, en esta ocasión la estructura está al servicio de las misiones. Las misiones principales están muy marcadas y controladas, pero las secundarias se generan aleatoriamente de forma que acaban siendo aburridas. Los mapas son enormes, pero no nos ofrecen muchas razones para explorarlos más que cofres, dinero y monstruos que aparecen de vez en cuando, pero, con todo, la sensación que obtenemos es de vacío. Lo único bueno de repasar los niveles es que a nivel visual son una exageración. Es verdad que esta vez Flying Wild Hog roza lo hortera por buscar una estética muy exuberante y llamativa, pero no deja de resultar espectacular.

 

Aunque luego está el modo cooperativo para hasta cuatro jugadores, claro, que es otra de las novedades del título. Pero por desgracia lo único que consigue es agravar los problemas que ya hemos mencionado sobre los botines y el combate repetitivo. Shadow Warrior 2 afronta el problema de adaptar el juego a varios jugadores aumentando la salud de los enemigos y añadiendo más botines, pero no mejores. Lo que obtenemos son combates alargados y poco más. Lo único que merece la pena es jugar con algún amigo para probar distintos estilos de personaje.

 

 

También hemos encontrado algún que otro fallo. El último ha sido casi la razón por la que hemos cerrado el juego la última vez. Estábamos en una habitación tratando de encontrar un objeto que aparecía en el mapa, pero detrás de una pared. En un momento, hemos saltado para ver si había algún huevo de pascua (como en el primer juego) y nos hemos quedado atrapados entre la pieza visual que forma el techo y la barrera del techo. Aparte existen algunos fallos de texturas y de localización que no arruinan la experiencia, pero sí que la empeoran. Por último, nos gustaría pensar que algunas caras de PNJ tienen algún fallo de texturas, pero sospechamos que no es así…

 

Shadow Warrior 2 no es un mal juego, para nada. Lo hemos jugado con gusto y con una media sonrisa la mitad del tiempo. Es verdad que la otra mitad nos la pasamos con cara de circunstancia cuando Lo Wang se viene arriba con la comedia barata, pero suponemos que todo tiene su público o su momento. Los fallos y la obsesión por hacer del juego una experiencia más comercial acaban por hacerle daño, pero si lo único que os importa es poder cortar y disparar sin parar con algún colega, hay opciones mucho peores.

7
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