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Analisis Ryse Son of Rome ,XONE

El auge y la caída de la nueva generación
Martes 26 de Noviembre de 2013 por Alejandro Pascual

Como la propia historia de Ryse hace, es mejor empezar por el final. Ryse es ese juego que quieres tener, que te mueres por ver, que necesitar introducir en tu consola para flipar con la nueva generación... Hasta que lo haces y juegas. Entonces es cuando comienza este via crucis romano de seis horas ventilando la pantalla de enemigos y preguntándote antes de cada nuevo combate cómo hemos llegado a esta situación. Cómo los videojuegos, después de varias décadas a sus espaldas, pueden seguir cometiendo los mismos errores.

 

Entonces te paras a pensar que a lo mejor (o casi seguro) no eres el público de Ryse. Que este título apela al nuevo jugador que no ha sentido la llamada del entretenimiento interactivo hasta hace poco, se compra una nueva consola y quiere flipar con lo que ve en pantalla mientras aprende las mecánicas básicas de cualquier juego básico de acción. No se puede decir que no intente dar profundidad, pero su sistema de combos es un espejismo. No utilizar tus puntos de valor ni mejorar tus habilidades no supone ningún problema para cualquiera que haya jugado a un hack 'n' slash anteriormente. Aun así, a su facilidad para superar cualquier combate se le une que cada ejecución bien terminada te añade salud, foco, daño o más experiencia si cabe. El resultado es que durante nuestra partida sólo morimos una vez, en una trampa de suelo y porque estábamos distraídos con un logro que habíamos desbloqueado.

 

De los pocos juegos que tienen el privilegio de poder acercarse tanto a la acción, sin desentonar, hay que concederle eso.

 

No ayuda tampoco la sensación de repetición constante, acentuada por diez (sí, diez) modelados de enemigos distintos divididos en cinco clases. En ocasiones hemos luchado a la vez contra un bárbaro fondón con perilla como si lo estuviéramos haciendo contra Naruto multiplicado por tres. Toda mecánica en eliminarlos pasa por las mismas repeticiones de botones una y otra vez, que por si no quedan claras, el brillante color que desprenden los enemigos en sus ataques o eliminaciones te recuerda qué botón tienes que pulsar en cada momento. De hecho, sus Quick Time Events son el menor de sus problemas. Ya puestos, y con lo poco atractivos que resultan, mejor que el juego no detenga nuestra progresión si los fallamos.

 

No puedes perderte en sus calles ni en sus bosques, decidir cómo emboscar a tus enemigos ni añadir ningún otro elemento que aparecer ante ellos con tu pose heroica y despacharlos uno a uno"

 

El mayor problema de Ryse es que no sabe mantener ni crear ritmo. Cuando sales de un combate, sobre todo al principio, puedes dejarte seducir por su tecnología y sus animaciones. Pero acto seguido, tras unos cuantos pasos, viene otro combate. Y otro, y otro, hasta fin de juego. No hay nada que te invite a detenerte en sus hermosas recreaciones de Roma y la campaña británica. Puedes hacerlo, por supuesto, pero el juego no recompensa tus exploración con más que meros coleccionables. No puedes perderte en sus calles ni en sus bosques, decidir cómo emboscar a tus enemigos ni añadir ningún otro elemento que aparecer ante ellos con tu pose heroica y despacharlos uno a uno.

 

La única variedad que ofrece, pues, son pequeños minijuegos en los que usamos la formación de tortuga para refugiarnos de las flechas y arrojar lanzas a los arqueros. El otro es el uso del escorpión, la enorme ballesta romana que aquí funciona casi como una ametralladora.

 

Si tan sólo pudiera llegar allí... Ryse necesita motivos para admirar sus increíbles decorados, pero sólo te da una espada.

 

Pero claro, ahí está ese apartado técnico por el que no podías dejar de pensar en que querías jugar a este juego. Y hay que reconocérselo: no hay mejor manera de imaginarse cómo van a ser los juegos que te gustan en esta generación que con Ryse. Aun con su constricción del espacio y sus muros invisibles, lo que ves ante tus ojos es una mirada al futuro de la virguería técnica. Tiene ciertas imperfecciones, como un efecto de desenfoque al correr, que ayuda a las texturas a cargar (aunque a veces las pillarás con los pantalones bajados) que no le termina de sentar bien, pero por norma general, no puedes dejar de admirar el detalle de todo lo que sucede en pantalla. A destacar la batalla de York, creando un filtro realista de ciudad nórdica, medieval y brumosa, sin necesidad de acudir a los manidos efectos de niebla, con una iluminación tan fotorrealista que asusta.

 

Ryse es como esos adornos navideños en forma de regalo que decoran los grandes almacenes. Sabes que dentro no hay nada, que es sólo una caja de cartón, pero está tan bien envueltos que dan ganas de abrirlos. Si vas a comprar Ryse de salida, tienes que tener en cuenta este factor. Es un benchmark, un 3dMark jugable para ver antes de que ocurra de lo que es capaz tu consola. Pero no hay nada nuevo bajo el sol. Un juego como Shadow of Rome en PS2 hacía las cosas de maneras más imaginativas, si cabe. Ni siquiera su historia ya no sólo inconsecuente con la otra Historia, sino inconexa, con falta de motivación, poca profundidad en los personajes y mal escrita es capaz de salvar a Ryse de convertirse en la primera decepción de la nueva generación. Pero la más bonita, eso sí.

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