Analisis FIFA 18 ,PS4,SWITCH

Hace unas semanas comentaba que existía la posibilidad de que FIFA 18 se convirtiera en la mejor entrega de la franquicia hasta el momento. Hoy lo puedo confirmar, pero con un matiz en mis palabras. Se trata de la mejor entrega de la saga en estos últimos años, cuando EA Sports ha centrado sus esfuerzos en unos contenidos y características muy concretas que en esta ocasión ha sabido potenciar al máximo. 

 

Con esto me refiero a que FIFA 18 es el mejor exponente en los últimos años del género a un nivel puramente ambiental y visual. El motor gráfico Frostbite ahora saca a relucir su poderío real, con unos modelados de jugadores, estadios, campos y detalles fuera de cualquier tipo de duda. También a nivel de licencias, donde sigue siendo el rey sin discusión, con la mayoría de ligas del mundo a entera disposición del jugador tal cual las encontramos en la realidad, incluyendo su fantástico sistema de actualizaciones que nos permite tener un título deportivo a la última casi en tiempo real. 

 

 

Pero también encontramos potenciados los dejes que a muchos les pueden parecer menos positivos, como el extremo protagonismo de la modalidad Ultimate Team que, casualmente, es la que concentra los micropagos de FIFA 18. Montar nuestro propio club y modificarlo a nuestro antojo gracias a los jugadores, consumibles y objetos que obtenemos a través de unos sobres, que sí, pueden obtenerse jugando (mucho) o a través de dinero real. Con este equipo, deberemos competir con el resto de jugadores de todo el mundo hasta alcanzar la gloria global. 

 

Ultimate Team, además del apartado gráfico y ambiental, son los elementos que más se han mejorado respecto a la entrega del año pasado. De hecho, casi os podría decir que es lo único que se ha modificado. Por supuesto, se ha perfilado el sistema de control para que la jugabilidad sea todavía más fluida, manteniendo esa esencia que FIFA ha sabido cuidar y potenciar a lo largo de todos estos años, con partidos realistas pero bastante frenéticos en su mayoría. Los que gusten de este estilo de juego, encontrarán en FIFA 18 su enésimo perfilado. 

 

 

También podemos disfrutar del regreso de Alex Hunter en el modo El Camino, que vuelve a ser una suerte de modo historia en la que encarnamos a este jugador ficticio a lo largo de un nuevo tramo de su carrera deportiva, donde podremos tomar decisiones y jugar los partidos por él, descubriendo hasta dónde pueden llevarle nuestras acciones. Desde luego, aunque no deje de ser una modalidad pensada para superarla y dejarla olvidada en el juego, reconozco haberlo pasado bastante bien tratando de emular a un posible futbolista en su vida real, tanto dentro como fuera del terreno de juego. 

 

Pero incluso este Camino nos conduce al final del sendero hasta los sobres, regalándonos por el camino unos cuantos para que no se nos olvide probar esa modalidad y quedemos enganchados en sus redes. Ultimate Team es un modo interesante, que puede llegar a viciar de manera insana incluso sin pagar dinero real, pero si quieres competir realmente y tratar de estar a la altura del resto, tendrás que pasar por caja en algún momento. Y eso es algo que, de forma personal, a mí me echa para atrás. 

 

 

Y es una pena que el resto de jugadores, esos que no quieren convivir dentro de FIFA 18 bajo los mandos de los sobres, consumibles y competiciones multijugador, tengan que volver a enfrentarse a los mismos modos de juego, casi sin ningún tipo de modificación, que hemos visto en los últimos años de la saga. Está claro que, como os he dicho al principio, esta es la mejor entrega de la historia de la franquicia, pero dentro de este nuevo ecosistema creado desde hace ya unos cuantos juegos. 

 

La puesta en escena de FIFA 18 es brillante y deslumbra a cualquier competidor posible, aunque luego mantenga su propio estilo de juego que puede gustar más o menos a cada tipo de jugador. Es la mejor entrega vista en los últimos años, aunque para el que busque una evolución a otros niveles y un cambio de rumbo notorio, va a volver a encontrarse por un sendero que siempre termina guiándonos hasta los queridos y odiados sobres de cartas. 

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