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Analisis Ever Forward ,PC,PS4,SWITCH,XONE

Un sueño denso y repetitivo.
Viernes 04 de Septiembre de 2020 por Brenda Giacconi

Érase una vez, Maya.

 

Maya despierta en un playa soleada y vacía. Allí, con los pies enterrados en la arena blanca y rodeada de conchas y cangrejos, divisa a lo lejos un paisaje natural precioso y lleno de colores. La hierba brillante cual esmeralda, los árboles emplumados de flores rosadas, el cielo vestido de cian y el simpático viento agitando su negro cabello. Un pequeño robot en forma de cubo, que aparentemente responde al nombre de CPQ, la sigue revoloteando.

 

¿Dónde está? Quizás simplemente se ha quedado dormida y esté soñando. Sin embargo, Maya ignora la viveza casi ilusoria de todo lo que observa, y tampoco se da cuenta de la ausencia de sensación del sol sobre su piel. En realidad, está en algún lugar entre la realidad y la imaginación.

 

Pero ella no lo sabe.

 

 

Camina distraída, sin rumbo, deslizando sus pies por la tierra, hasta que observa algo que perturba la harmonía de la zona. Una habitación que parece no pertenecer a tal paraje paradisíaco. Unas paredes de hormigón a medio construir con un aura tan oscura que impregna a un gran árbol cuyas raíces pasaban por allí. Nada más entrar en el cubículo, Maya se ve teletransportada a un lugar totalmente distinto. Un mundo infinito y vacío.

 

Silencio sepulcral, aire denso y estructuras cuadriculadas que se suspendían en la nada. Y una luz roja que nacía del suelo, como si llamara a Maya con su luminosidad en tal lóbrego ambiente. Al acercarse con CPQ, éste se coloca rápidamente en el agujero de donde procede la iluminación, provocando la aparición de nuevos caminos con obstáculos que ponen a prueba las habilidades mentales de la niña. Un puzle con cubos.

 

El primero es sencillo, Maya lo termina en un santiamén y procede a continuar su camino. Pero pronto aparecen más escollos en el camino; más enigmas en forma de rompecabezas que involucran botones, cubos y columnas que se mueven. Algunos son un verdadero quebradero de cabeza. Y muchos de ellos, si no la mayoría, cuentan con la vigilancia amenazante de los Roundy-bots, unos pequeños robots esféricos cuyo campo de visión y sensor de movimiento impedirán el paso de la pequeña protagonista de esta historia. Su misión: detectarla y lanzarle unos rayos láser mortales. Por suerte, la niña es lo suficientemente inteligente como para pasar de puntillas cuando está cerca de una de estas máquinas, además de que tiene la opción de volver al punto que ella quiera en el momento que vea oportuno.

 

Y tras cada solución, un recuerdo. Flashbacks rápidos y sin contexto de una vida encerrada en una casa con su madre. “No se puede salir”, le recuerdan muchas veces, pues hay una especie de ventisca de nieve que ha provocado que la sociedad viva confinada. Así que Maya se entretiene sola mientras su madre dedica todo su tiempo al trabajo. Las conversaciones, entre el perdón y la comprensión, no hacen justicia a lo que se siente en esa habitación. Se percibe soledad. ¿Por qué le han venido esas escenas a la cabeza? ¿A ella no le gustaba vivir así?

 

Ella no lo sabe.

 

 

Maya vuelve a ese escenario idílico y perfecto mientras la oscuridad de la habitación en la que había entrado se desvanece. Los colores de la naturaleza desbordante ya no parecen tan brillantes, ya que los observa con cierta tristeza en el corazón y con la imagen en la mente de su madre volviendo al trabajo. En la lejanía, vuelve a ver otros cubículos fuera de lugar que transmiten esa sensación de vacío que sentía cuando resolvía puzles en ese mundo tan gris. No obstante, la pequeña presiente que, superando cada obstáculo y solucionando todos los enigmas que se encuentra en la zona oscura, podrá saber un poquito más de ella, así como recordar momentos con su madre y, quizás, reencontrarse.

 

Y, con mucha valentía, lo hace. Viaja otra vez a ese ambiente tan solitario y resuelve decenas de puzles que funcionan exactamente igual. Uno tras otro sin descanso y sin mucha variación que los haga interesantes. Pero sigue hacia adelante. ¿Qué encontrará en el camino? ¿Habrá enigmas distintos? ¿Más divertidos? ¿Recuerdos menos fugaces?

 

Ella no lo sabe.

 

 

Maya resuelve los puzles poco a poco. La mayoría son fáciles de completar, y la dificultad de los mismos va incrementando a medida que avanza, haciendo que, en algunos puntos, tenga que dedicar un buen rato. Cada recuerdo se relaciona con su determinación y con la dureza del mundo gris. Porque la niña podría estar todo el día tumbada en la hierba ligeramente húmeda del mundo colorido y natural, sintiendo la brisa en su piel y mirando al cielo claro. Pero para continuar, debe enfrentarse a esos retos duros que le esperan en aquellas estructuras flotantes en la nada. No obstante, y a pesar de recuperar parte de sus recuerdos con cada puzle, sigue vacía. ¿Por qué?

 

No obtiene ninguna recompensa interesante por cada vez que logra superar una habitación llena de enigmas. Los flashbacks que obtiene son tan efímeros y descontextualizados que su misión de solucionar puzles acaba siendo una inercia por terminar el viaje, más que por descubrir sus recuerdos. Y, a medida que se acerca al final de su recorrido, comprende la razón por la que hay elementos que se repiten tanto como obstáculos. La vacuidad, la soledad, los Roundy-bot, el hecho de pasar por algo difícil para encajar piezas de su memoria… Cuando está a punto de terminar, todo cobra sentido. Y piensa que ojalá la aventura no hubiese esperado tanto para desvelarle algunos detalles. Algún pequeño dato que le diera fuerzas y ánimos para continuar, puesto que su aventura es densa y repetitiva hasta llegar a las últimas fases.

 

Maya continúa su camino, medio intrigada por sus recuerdos y su madre, y medio cansada de que tenga que resolver el mismo proceso de puzles mecánicos y fragmentos de su memoria que necesitarían algo más de explicación. Camina ligeramente descontenta y se pregunta si, durante su recorrido, encontrará algo que le haga reaccionar y le invite a superar los escollos con más ganas. Con más determinación.

 

Pero ella no lo sabe.

6.5

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