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Analisis Diablo III ,PC

El noble arte de copiarse a sí mismo
Domingo 20 de Mayo de 2012 por Alejandro Pascual

¿Cuántas veces has pensado, por eso de la nostalgia, en un juego que marcó tu infancia? Después de anestesiar tu mente, lo has vuelto a poner para darte cuenta de que el tiempo pasa. Y, a veces, es mejor quedarse con los recuerdos. Esto, que seguramente a Diablo II no le suceda, pues sigue habiendo jugadores a día de hoy que mantienen el espíritu del juego íntegro como el primer día, marca, sin embargo, el alma de Blizzard en todas sus obras.

 

Blizzard no quiere que el tiempo pase para sus juegos. Y, por ello, ha creado una nueva artesanía: el arte de copiarse a sí mismo. Porque, puede que Diablo III parezca novedoso, pero su esencia es la misma, clavada, que su precuela. ¿Es esto bueno o malo? Uno, después de tanto tiempo, ya no piensa en esos términos. ¿Sería bueno Casablanca II, en color y con efectos especiales? No, pero ¿sería bueno que cambiara la Coca-Cola por el simple hecho de que hayan pasado más de cincuenta años? Tampoco.

 

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A veces, Diablo III parece un SHMUP, en una dicotomía de disparo y esquive constante

 

Hay cosas que son como son. Y Blizzard es como es. Diablo III únicamente facilita el paso al nuevo jugador, intentando no perder al clásico. Funciona, porque ahora tanto jugadores nuevos como de la vieja escuela pueden recorrerlo. Se han pulido todas las cosas para que parezca que nada ha sido alterado, pero el nuevo sistema de runas, de creación de equipo y joyería ha cambiado lo suficiente como para que el más purista, al menos, arquee una ceja.

 

No es un RPG. Ni un Action-RPG. Diablo es un Item-RPG."

 

Ya no hay pasos en falso, porque tampoco hay sistema de distribución de puntos, por lo que nunca pasarás por arruinar un personaje por fomentar unas habilidades que, sencillamente, no funcionan. Salvo por las diferentes clases, todo en Diablo III puede cambiarse de cero. Se pierde la sensación de que subir de nivel significa nuevos puntos que asignar y se gana en crear más comunidad que no conocieron la década del 2000. En el fondo, no importa, porque si algo es Diablo es un juego de objetos.

 

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Su increíble atención al detalle rivaliza con sus tonos pastel. Diablo III es un artwork jugable

 

No es un RPG. Ni un Action-RPG. Diablo es un Item-RPG. Nada importan tanto como los objetos. Ni la historia. Ni la acción. ¿Una prueba? Morir en Diablo III no es importante. Blizzard no te castiga por tu falta de habilidad, sino que castiga tus objetos para que estos duren menos. De esta manera, tendrás que sustituir tu equipo en los niveles más avanzados y, sobre todo, no tendrán tanto atractivo a la hora de subastarlos.

 

La casa de subastas puede parecer novedosa, pero es otro de esos acercamientos de la franquicia hacia World of Warcraft. Puede que seas un enamorado de Diablo y te repela el MMO de Blizzard, pero sólo te estás engañando a ti mismo, pues comparten la misma droga: repetir y repetir, sí, pero ser cada vez mejor, en un círculo sin fin. De momento, la casa de subastas solo permite transacciones con dinero del juego, pero las transacciones con dinero real, aparte de controlar mejor lo que ocurre fuera de los límites del juego, es otra droga más para seguir jugando después de cada nivel de dificultad.

 

Continúa en Página 2...

Diablo III es, además, sus clases. Olvídate de lo que preferías o de lo que no tienes. Aparecerán en una futura expansión. Cada una de ellas es tan diferente como te dicen tus amigos que jugaron a su segunda parte. Las mazmorras son tan variadas (a parte de su componente de generación aleatoria) que recorrerlas con otra clase, tras acabarte el juego por primera vez, da exactamente la misma sensación de novedad. No tanto, sin embargo, lo que define la estrategia del juego. Una vez que tienes suficiente habilidad, es probable que no tengas que cambiar la estrategia durante toda la partida. Por ejemplo, un cazador de demonios, combinando trampa, salto y disparo en cadena, te permite afrontar prácticamente cualquier peligro.

 

También habrás escuchado que Diablo no se disfruta en una sola partida. Realmente, Diablo III se comienza a disfrutar a partir del nivel 20. Ahí es cuando la mejora de armas y armaduras, las runas y las joyas empiezan a demostrar su potencial. Un poco menos lo primero, ya que tu herrería, la cual puedes ir mejorando, siempre posee objetos menores o demasiado altos para tu nivel, por lo que no empezarás a sacarle verdadero potencial hasta tu segunda partida. Lo mismo ocurre con la joyería, donde empiezas a crear joyas perfectas poco antes del final. Ni que decir tiene que te olvides de la última runa hasta bien entrado en Infierno.

 

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Las escenas de vídeo son pocas, pero se agradecen. Demasiado libro antiguo, quizás

 

Pero antes de que llegues ahí, probablemente quieras entrar en una partida con un amigo, o que él entre en la tuya. El sistema de compañeros es tan estúpidamente fácil que, por un momento, se te olvida el precio que estás pagando para que esto sea así. La primeras semana ha sido un completo horror. En los primeros días, imposible. En los últimos, de rezar al altísimo. Del famoso Error 37 hemos pasado a un sistema de prioridades donde estar AFK (lejos del teclado) es sinónimo de estar OFS (Out of the Fuckin' Server). Y es que no se puede jugar a Diablo III sin estar conectado a Internet. Da igual que únicamente quieras jugar off-line. De hecho, aunque lo hagas, tendrás lag, y esto es una de las cosas más estúpidas que nos hemos encontrado en nuestra historia como jugadores.

 

...tu dedo índice se convierte en una metralleta con munición ilimitada."

 

Con todo, quizá Diablo III, en su afán por no defraudar a nadie, ha optado por un conservadurismo extremo. Esto no significa que no sea divertido. Pero, como explicábamos al comienzo del análisis, es difícil luchar contra uno mismo, contra su propio legado y contra la nostalgia. Hacer click es, en el fondo, hacer click. Sus gráficos pastel son, en definitiva, pastel. Su narrativa demoníaca es una mezcla de vídeos punteros con bocadillos de mortadela. Así pues, está en manos del usuario juzgar si la originalidad y el clasicismo es un lastre o algo a obviar cuando tu dedo índice se convierte en una metralleta con munición ilimitada.

 

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El botín es la razón por la que juegas a Diablo III: No hay nada más importante que los objetos

 

Puede que Diablo III posea el mismo secreto que la Coca-Cola. Uno es consciente de su falta de empuje hacia delante, de sus ganas de aportar algo realmente nuevo a la industria de los videojuegos. Y, sin embargo, poco importa. Es tan condenadamente adictivo en el más simple de los pecados capitales, la avaricia, que uno no puede dejar de pensar en lo que va a hacer la próxima vez que juegue. Eso sólo sucede con los juegos más puros y sinceros de la Historia: irse a la cama dando vueltas a fichas de colores; soñar con pasillos y fantasmas; atender al profesor mientras piensas nuevas estrategias con Ken; ver una persecución policial en la tele y pensar "¡hey! Yo también he hecho eso"; estar en la sala de espera del médico de cabecera y acordarse del Theme Hospital; acabar un partido de baloncesto exhausto e imaginarte que tienes agotada tu barra de STAMINA; montar un mueble de Ikea e imaginar que desbloqueas un logro… Ahora, a todos ellos puedes sumarles pasear por la calle pensando en los materiales necesarios para lograr tu nueva ballesta legendaria, mientras en tu mente suena un eco sordo: click. Click. Click… 

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