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Analisis Crypt of the NecroDancer ,PC

Me paso el día bailando
Sábado 25 de Abril de 2015 por Dayo

Me estoy riendo ¿Por qué me estoy riendo? Este juego no es gracioso, no ha ocurrido nada destacable ni he visto algo improbable debido a la jugabilidad emergente. Lo único que estoy haciendo es moverme. Pero no es sólo moverme: estoy saltando o, más bien, bailando. Hay un latido de corazón que marca el ritmo al que debo moverme, que casualmente es el mismo ritmo de la música, así que podría decirse que estoy, a todos los efectos, bailando en medio de una mazmorra como un (¿una?) idiota.

 

Debe ser eso lo que me hace reír.

 

Crypt of the Necrodancer no es un juego que se tome muy en serio a sí mismo, pero eso no significa que esté en plan de coña con el jugador. Sabe lo que es y a lo que va: es un dungeon crawler musical y no intenta adornarlo de ningún modo. Si haces un juego de acción en el que te mueves con el beat, tienes que saber hacerlo con algo de humor. Los personajes, cuya estética pixelada bien podría recordar a Pokémon, dan pequeños brincos a cada nuevo paso y emiten pequeños gritos con cada golpe que dan y reciben. Hay un vendedor que sigue la música cantando y todos los monstruos, desde los minotauros a los no muertos, siguen el ritmo. Los limos saltan y se mueven con la canción, los dragones sacuden sus cabezas como si estuvieran en el videoclip de Ghost; es todo genial y con una filosofía de “tranquilo, es un juego”.

 

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Pero la música es más que el gimmick de turno. Crypt of the Necrodancer no es un juego de trucos baratos, y en el interior de este sencillísimo giro de tuerca se oculta un sistema de juego original y satisfactorio. Lo dicho: te mueves al ritmo de la música. Hay un contador que marca cuándo tienes que pulsar una tecla; si lo haces bien, tu multiplicador de monedas aumenta, a lo que tienes más capital para gastar en las tiendas, pero si fallas un beat o recibes un golpe, bajas un punto. Esto significa que, primero, este es un juego por turnos que, sin embargo, cede el paso al equipo contrario a cada medio segundo, a lo que segundo, tienes que tomar decisiones a toda velocidad sin olvidar que estás en un roguelike dungeon crawler.

 

Este cambio de dinámica frente a propuestas como Legend of Grimrock implica más que simplemente preocuparse por seguir el beat. La mayoría de dungeon crawlers se basan en tomar decisiones en las peores circunstancias y combatir lo improbable, tomando un equipo que está para el arrastre y enfrentándolo a un devorador de mundos. Pero en todas esas situaciones hay una cierta consciencia o premeditación. Las más de las veces el dungeon crawler te deja tu tiempo para pensar. Así luego no puedes quejarte cuando mueres. Pero Crypt of the Necrodancer exige que estés moviéndote constantemente si no quieres perder el ritmo, e incluso si tú no te mueves, los monstruos lo harán. Y cuando estás en una habitación reducida rodeado de monstruos, empiezas a ponerte nervioso y tomar malas decisiones. Pero incluso entonces, la culpa nunca es del juego. Cada enemigo es inmediatamente reconocible y tiene unos patrones de movimiento claros y muy predecibles: los esqueletos levantan las manos antes de atacar, los dragones toman aire antes de lanzar una llamarada, etcétera. También tienen unas pautas determinadas: los asesinos huyen de ti si les das la cara, pero te persiguen con las cuchillas dispuestas en cuanto te das media vuelta, mientras que los murciélagos esperan dos turnos para moverse. Esto crea un sistema de múltiples variables simples que exigen hacer malabarismos para no meter la pata, pero al final acaba siendo inevitable ponerse en medio de un golem incluso cuando sabes que se toman tres turnos para atacar y siempre se agachan antes de moverse. Pero entonces no te retiras.

 

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La culpa siempre es del jugador, y eso es muy importante a la hora de querer volver y mantener la idea de “otra partida más”. Es mucho más fácil combatir la frustración si la idea es “no debería haberme apresurado tanto a coger ese objeto, porque me puso en medio de ese esqueleto sin pensar” en vez de “este juego es injusto”, y Crypt of the Necrodancer consigue ser una obra adictiva. Es sorprendente el cómo consigue manejar tantos conceptos, incluyendo distintos tipos de armas, cada una con sus propiedades únicas, sin saturar al jugador. Al contrario, sus propuestas y opciones sólo enriquecen la experiencia. Y no soy de los que suelen valorar el contenido adicional, pero la posibilidad de jugar con distintos personajes que cambian por completo la dinámica de juego, incluyendo un bardo que puede moverse al ritmo que él desee, o una serie de cuatro breves desafíos que bien podrían considerarse magníficos puzles, pues tenemos entre manos una propuesta de las que no paran de dar, y si no te gusta un estilo, pues cambias.

 

Crypt of the Necrodancer no pretende ser más de lo que es: una experiencia divertida, un toque refrescante al dungeon crawler (que, viendo lo explotado que está, lo necesita) y otra muestra más de que, si crees que todo está inventado, es porque no lo has intentado lo suficiente. Cuando funciona se siente como un Rhythm Paradise de acción, y por supuesto Danny Baranowski (Super Meat Boy, Canabalt) a la batuta es garantía de un buen puñado de tonadillas pegadizas y que nunca cansan por mucho que vuelvas a escucharlas (y, creedme, las escucharéis una y otra vez a cada nueva muerte). Quizá no sea el mejor juego del mundo, pero es esa obra que consiguió hacerme reír con algo tan simple como los brincos de sus personajes. Y eso nunca viene mal.

 

Si quieres profundizar en la opinión de este texto puedes leer el análisis expandido.

8.5

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