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Analisis Crusader Kings III ,PC

La mejor historia que jamás soñaste jugar 
Lunes 31 de Agosto de 2020 por Rebeca Escribano

Quien me conozca sabrá que no soy muy fanática de los juegos de estrategia. Todos suelen tener una premisa parecida, entender fácilmente sus mecánicas básicas e ir asimilando aquellas que son más complicadas si quieres enfrentarte a retos cada vez más difíciles. Sin embargo, Crusader Kings III es diferente. Y es que este es el tipo de juego en el cual llevas a la bancarrota a tu reino y provocas una guerra civil por el simple hecho de enamorarte de tu esposa (y luego darle 14 hijos legítimos, claro está). 

 

En primer lugar, no es sencillo de entender. Tiene muchísimos factores que afectan a todo lo que está ocurriendo en la partida como tu género, religión, padres, primos, hermanos y a todo el que te metas, por supuesto, en la alcoba (aunque no siempre sea con fines lúdicos, como podréis entender). Todos los personajes que aparecen en el juego tienen una opinión personal sobre cualquier otro personaje y hay miles de ellos: desde reyes  a duques, condes y alcaldes cada uno con su propio séquito personal y con su propio backstory, preferencias y manías persecutorias. No solo eso, sino que además cada personaje tiene sus propios vicios y virtudes que afectan a nuestra relación con otros personajes y que provocan diferentes eventos aleatorios que nos darán nuevas características o modificarán las opiniones de nuestros vasallos. 

 

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Así es como llegué a perder mi reino en una de las partidas por decidir darle derechos sucesorios a mi hija y luego casarla con un simio maltratador. Pero vamos por partes. 

 

El juego no es fácilmente aproximable por un foráneo a la saga, aunque bien es cierto que han hecho un esfuerzo por simplificar para el público general algunas de sus mecánicas. Además de los personajes, la cantidad de menús, opciones, eventos y visualizaciones abruman a cualquiera que se atreva a entrar en él. Se necesitan unas cuatro horas de adaptación para empezar a entender cómo funciona el juego y será entonces cuando te des cuenta de que sus mecánicas empiezan a encajar en tu cabeza y que Crusader Kings III es una auténtica maravilla.

 

Es de agradecer por tanto que el tutorial supere con creces de la entrega anterior. Al fin y al cabo, comprender que partirás con influencia negativa en los reinos dominados por hombres cuando eres una mujer al mando, tiene mucho sentido… pero no que tu propio padre esté buscando envenenarte por impía (el término exacto del juego es “fornicadora”, el cual prefiero antes que “Persiguepollos”) . El tutorial, mucho más trabajadito que la infame introducción de Crusader Kings II, el cual hacía parecer fácil un manual de arreglo de una lavadora escrito en armenio, nos ejemplifica paso a paso lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de jugar. Gracias a ello, estoy segura de que mucha gente se animará a adentrarse en un entorno tan complejo y lo agradecerá cuando esté enganchada a este juego de tronos familiar.

 

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En Crusader Kings III seleccionamos a un señor feudal de alguna región de Europa, Asia o África y nuestro objetivo será llevar a nuestra dinastía a lo más alto y, evidentemente, para ello deberemos hacer crecer nuestro territorio. Hay varias opciones para lograrlo: el más lógico y el que a todos nos viene a la cabeza en un juego de estrategia es a través de la guerra, pero no es el único. Si decides ir por la vía poco pacífica, puedes declarar la guerra a cualquier territorio enemigo del que se tenga algún motivo casus belli para atacar. Para salir victorioso, es importante estudiar a tus enemigos, pero también a tus vasallos, lección que no aprendí hasta ver mi partida peligrar repetidas veces. No os diré que es la primera vez que una facción contraria a mi reinado aprovecha que mis ejércitos están ocupados en algún otro territorio para declarar un nuevo señor e intentar arrebatarme mis tierras. 

 

Otra manera de conseguir territorios es a través del matrimonio: casarte o casar a tus hijos y vasallos con la gente correcta nunca ha sido más lucrativo. Esto te permitirá ganar derechos sobre los territorios de nuestros padres y hermanos los cuales nos dan un casus belli válido para atacarlos o aprovechar nuestra línea de sucesión para eliminar a nuestra competencia con asesinatos planificados por nuestro jefe de espías. Como veis, todo muy civilizado. 

 

Aquí lo importante es que el mapa del juego acabe como el final de una obra de Shakespeare: que esté muerto hasta el apuntador. 

 

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Lo que más me ha enamorado del juego, es que por pura casualidad, genera historias que podrían novelarse sin que parecieran provenir de un videojuego de estrategia. Por ejemplo, en una de mis partidas, el señor feudal murió en batalla dejando como heredera legítima a su nieta, a la que llamaremos, Agapurcia. En este juego la partida no acaba porque tu personaje haya muerto, si no que tomas el papel de tu heredero principal. En mi caso, Agapurcia era una niña de 9 años que recibía a su preparadísima edad para gobernar el reinado de Galicia y Asturias. Evidentemente, pronto empezaron las conjuras de mis tíos envidiosos para intentar librarse de mí y se iban urdiendo planes de asesinato a mis espaldas. Por suerte, el jefe de espías de mi consejo descubrió el complot para intentar matarme y reaccioné como haría cualquier niña de nueve años intentando ser asesinada por su familiar: intenté meter a esa alimañana en un agujero profundo y oscuro. 

 

Lamentablemente, fallé (quién me va a culpar. Tengo nueve años). Mi tío aprovechando la ofensa declaró la guerra y se declaró el legítimo heredero de Galicia. Al mismo tiempo, viendo mi situación de debilidad, mi otro tío se levantó en armas reclamando para sí el reino de Asturias. La situación era desesperada: mis ejércitos no podrían hacer frente al de mis tíos y si ambos ganaban la guerra perdería todos mis territorios y con ello el juego (y la vida). Por suerte, encontré la solución en Francia, ya que uno de los hijos del actual rey acababa de quedarse viudo a los 40 años. Con mis medias de cazar Sugar daddys, decidí concertar un matrimonio con él e ignorar los 32 años que nos separaban en la cama (hay otros temas de los que hablar en la alcoba). 

 

Los ejércitos de mis tíos ya estaban asediando mis ciudades que resistían a duras penas, cuando marché para defender el reino de Galicia con la esperanza de que el matrimonio saliese adelante y pudiese convocar al rey de Francia para que me ayudase. Todo salió bien: el matrimonio fue aceptado, el rey me envió sus tropas y yo ignoré a la feminista que se sacudía en mis tripas. Milagrosamente ganamos la batalla y defendí la ciudad de A Coruña del asedio que estaba sufriendo al mismo tiempo que el ejército francés desembarcaba en Oviedo. Las tornas se giraron y pronto encarcelamos a mis dos tíos y la guerra terminó felizmente.  

 

Pero no todos los gallegos y asturianos estaban por la labor de aceptar a una niña de diez años (fue creciendo para alivio de mi rey) como gobernante. Así que tuve que mandar un mensaje claro para que no se me amotinasen los reinos: decapité a mis dos tíos y dejé que se extendiese el rumor de lo cruel que era. Sí, era una mujer menor de edad gobernando un territorio lleno de machistas, pero como me habían puesto fama de bruja, nadie volvió a osar levantar la mano contra mí (chúpate esa, patriarcado medieval). 

 

De esta historia se puede ver la mastodóntica capacidad que tiene Crusaders Kings III para combinar su esquema de juego y generar una buena cantidad de eventos únicos e imprevisibles.  Cada partida es una experiencia completamente nueva y disfrutable y si la segunda parte me mantuvo dos buenos años enganchada a sus mecánicas extrañas y sorprendiéndome a cada momento, está claro que esta tercera entrega más pulida será igualmente disfrutable durante muchos años. 

 

Un buen juego que necesita paciencia para introducirse en él pero que, si se la proporcionas, te regalará una cantidad de historias que no sólo son divertidas para ti, si no que te darán ganas de contárselas al resto.  

9

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