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Analisis Assassin's Creed III La Tiranía del Rey Washington ,PS3,PC

El espacio es infinito, las oportunidades no.
Sábado 02 de Abril de 2016 por Diego Emegé

Tras La Infamia asistimos a la continuación del DLC de Assassin’s Creed III en el que Connor se enfrenta a una realidad alterada, un escenario dominado por el déspota Rey Washington. Recordemos que el DLC está dividido en tres capítulos mensuales que no conforman una continuación de la historia narrada durante la revolución Americana, y que para derrotar a nuestro casi invencible enemigo tendremos al alcance nuevos poderes chamánicos.

 

El episodio nos traslada a Boston, en un retorno a un escenario más amigable que La Frontera, donde reina el caos y la desesperación entre la ciudadanía debido al implacable reinado de Washington. Se agradece la vuelta a un entorno urbano, cuna de Assassin’s Creed, para poner en práctica el parkour de manera más continua que en el episodio anterior, donde era fácil acabar con la nieve hasta las rodillas. Los escenarios, tanto interiores como exteriores, presentan multitud de detalles que ayudan al jugador a introducirse inmediatamente en contexto y, aunque el capítulo únicamente se centra en la ciudad la sensación de libertad a la hora de vagabundear no se ve encorsetada por los límites del escenario.

 

La trama prosigue en Boston, desvelando algún punto interesante, que ya intuíamos, sobre esta realidad paralela. Los personajes toman posiciones y comienzan a prepararse para el desenlace mientras nos vamos acercando cada vez más al todopoderoso Rey Washington y a sus aliados. Ya no nos sentiremos tan solos como en La Frontera, ahora con la llegada a la ciudad formaremos equipo con otros personajes, algunos reciclados del tercer juego. Afortunadamente la historia avanza de manera más coherente que en el primer episodio y aparece como suficiente justificación para las misiones, pero sin aportar contenido reseñable al universo Assassin's.

 

El nuevo poder del águila tiene una faceta ofensiva y otra de sigilo y velocidad.

 

Las misiones principales mantienen el carácter apresurado que ya veíamos en La Infamia, con planteamientos variados y un gran peso del sigilo, pudiendo elegir en ocasiones la manera de alcanzar los objetivos: sin pensarlo dos veces en batalla o de manera completamente indetectable. Pero si queremos alcanzar los objetivos secundarios de las misiones principales tendremos que poner especial cuidado en cumplir los retos que nos ofrecen de la manera en que nos los piden. Así, por si algún jugador no tuviera ganas de probar los nuevos superpoderes de Connor, estos objetivos secundarios le empujaran a usarlos para acostumbrarse a ellos.

 

En esta ocasión Connor recibe el poder del águila tras consumir por segunda vez el té del árbol de la tribu, añadiéndose al poder del lobo que ya pudimos utilizar en el primer capítulo. La vertiente sigilosa del nuevo poder puede resultar muy útil a la hora de trasladarnos con rapidez y sin ser detectados por Boston, convirtiéndonos en un águila nos teletrasportaremos de un punto a otro de manera invisible y podremos enlazar vuelos para apenas poner un pie en tierra. La faceta ofensiva consistirá en lanzarnos con gran rapidez sobre un enemigo en un ataque aéreo y mortal, en una interesante reinterpretación del ataque aéreo básico. Pero su uso acarrea una penalización en la salud también, por lo que el poder del águila tendrá que ejecutarse intercalado con las capacidades que todo protagonista de Assassin’s Creed ya poseía. 

 

En este segundo capítulo volvemos a cruzar los tejados de una ciudad pero ahora podremos hacerlo volando si queremos.

 

Al igual que en el capítulo anterior, las mecánicas tradicionales no se ven enteramente relegadas por la inclusión de las nuevas, de hecho es patente la intención de Ubisoft de integrarlas y de potenciar su uso de manera conjunta. Así pues, seguiremos escalando aunque podamos volar y robando sin necesidad de utilizar el manto del lobo, ofreciéndonos la libertad de elegir el método. Otro tanto ocurre con las armas, puesto que los poderes pueden usarse como nuevas herramientas de exterminio que añadimos a las que ya conocemos, pero por si solos el poder del lobo y del águila no serán suficientes para aniquilar a los enemigos: el método más efectivo llega a través de una combinación entre los aspectos nuevos y clásicos.

 

Debido a que cada vez contaremos con mayores ventajas los enemigos aparecen a su vez reforzados cuando se presentan en gran número y gracias a sus distintos niveles de habilidad o resistencia. Lo que permite probar diferentes estrategias basadas en los nuevos poderes según el tipo de enemigos u obstáculos con los que nos encontremos en una misión, algo que le resultará extremadamente entretenido al jugador meticuloso.

 

Y es que parece que se ha puesto especial cuidado de no perder la esencia Assassin’s Creed, las novedades lejos de eclipsar la experiencia de juego tradicional la elevan y aportan mucha diversión. A pesar de que la historia es absolutamente predecible y se presenta sólo como una aceptable excusa para introducirnos en las misiones, la variedad de estas y el buen aprovechamiento de los escenarios permiten no caer en el aburrimiento, por lo que las carencias que observamos vienen compensadas con las nuevas mecánicas que ofrece cada capítulo, manteniendo el mismo nivel que experimentamos en el anterior.

8

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