Analisis Angry Birds Trilogy ,3DS,PS3,X360

Este no es precisamente otro de esos típicos casos en los que un juego no es conocido para todos hasta que no llega a consolas o se lanza su edición GOTY, ni algo así como un favor como la versión para PC de Superbrothers: Sword & Sworcery. Angry Birds es Angry Birds, y ya es como si alguien dijese Super Mario o Mickey Mouse. Iban un poco de sobrados los de Rovio al decir que podrían llegar a convertirse en la nueva Disney, pero de su éxito no cabe ninguna duda. Después de hacer pasar a millones de fans de todo tipo de edades, géneros y gustos por versiones gratuitas o casi tiradas de precio en móviles y PC, estaban tardando mucho en lanzarlo en consola, y aquí es donde vemos que una diferencia de precio importa.

 

 

Seguramente si Angry Birds no hubiese costado 0,79€ en iOS y Android o hubiese sido gratuito si jugabas desde Google Chrome, no habría llegado a tal éxito de masas. Si inicialmente se hubiese planteado como llega ahora, como un juego de Xbox 360, PlayStation 3 y Nintendo 3DS de precio reducido, Rovio habría hecho aguas, y ese es uno de los puntos más a favor que tienen los juegos de móvil en su guerra contra las consolas, pero cuando pasa al revés, la cosa cambia. Porque seamos sinceros, ¿quién pagaría ahora 30 euros por Angry Birds, Rio y Seasons pudiendo tenerlos por menos de cinco euros en la palma de tu mano?

 

De eso es de lo que trata Angry Birds Trilogy, de si merece o no la pena pagar su precio. Muchos reniegan ahora de Angry Birds porque se ha hecho excesivamente popular y lo juega incluso quien no tiene ni idea de videojuegos. En el fondo en este mundillo también hay mucha pose de hipster, pero debemos mirar al juego como lo que es y no como lo que ha supuesto, y desde aquí animo a todos aquellos que afirman que Angry Birds no es un videojuego a que intenten conseguir las tres estrellas en todos los niveles, que no deja de ser un reto digno de los más hardcore.

 

 

Como videojuego, da igual si lo controlas con el dedo, con un stylus o con el joystick (alejemos a Kinect de esta ecuación), Angry Birds ofrece un puzle arcade que requiere precisión y voluntad, y tiene muchos elementos para conformar un muy buen juego. La facilidad y la rapidez con la que uno puede reiniciar un nivel, sin cargas y sin siquiera tener que acceder a un menú es una de las claves de un éxito nada aleatorio, y es lo que lleva a muchos a picarse y a querer lograr siempre el máximo posible a base de una acción tan sencilla como lanzar a un pájaro desde un tirachinas contra construcciones de madera, cristal y piedra repletas de cerdos.

 

Todo esto se va al garete cuando queremos probar si el juego cambia algo con Kinect, donde ya no es una sola acción concisa y precisa, sino todo un completo aspaviento de ambos brazos en dos pasos, donde no caben ni la facilidad ni la precisión. Se habrán quedado muy a gusto poniendo en la carátula del juego esa banda morada que dice que mejor con Sensor Kinect. Pero menos mal que no es exclusivo y que un joystick y un par de botones nos permiten el buen toque que necesitamos.

 

 

No es que la industria del videojuego le deba mucho a Angry Birds, ni mucho menos, pero tampoco se merece el odio de tantos supuestos expertos de la materia que aborrecen todo lo que vende millones pero se echa su partidito diario al FIFA de turno. Pero más que para valorar el juego en sí, algo para lo que ya hemos tenido tiempo más que de sobra, esta vez estamos aquí para valorar la acción que representa el lanzarlo ahora para consolas, incluyendo en el conjunto desde su precio al extraño momento escogido, amén de no haber incluido Space por mucho que hayan dedicado un pequeño espacio a una veintena de niveles nuevos. Por eso esta nota. Angry Birds es un gran juego, pero Angry Birds Trilogy no vale todo lo que piden por él, pudiendo tenerlo a una décima parte de su precio en cualquier móvil.

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