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Analisis Sine Mora X360

Lunes 26 de Marzo de 2012 por Ra?l F. Rosso
Si son jugadores talluditos y curtidos recordarán aquella canción que decía ?No puedo resistir la marcianitits total. Ya podrán volver las hombreras, juntarse de nuevo Martes y Trece o quedarse Lady Gaga anticuada. Los matamarcianos (o shumps, como dicen los modernos) siempre han perdurado con los años, exiliados y devaluados en una industria que los tuvo como género preferente hace unas décadas pero que fue desplazado en pos de propuestas más profundas, barrocas y de menor pureza conceptual.

Y así, muy de cuando en cuando, aparece un estudio que le echa narices al asunto y retoma el tema como si ayer mismo hubiese salido para Megadrive el Thunderblade. Y si está bien hecho se hace de culto, y todos se ponen taquicárdicos porque vuelven a sentir lo mismo que cuando se descargaron pirata el Ikaruga para la Dreamcast hace una década, pasión minoritaria que no necesita de calado mediático para ser considerada una preciosa obra de arte. Como este Sine Mora lanzado como descarga digital en exclusiva para Xbox Live Arcade.

Que un estudio japonés haya colaborado con otro occidental da muy buena espina en el sentido de que quizás sirva como filtro al pajerismo y sobriedad oriental que nunca dio su brazo a torcer a la hora de internacionalizar sus vicios y hábitos más arraigados. Que la Grasshopper Entertainment de Suda 51 haya colaborado con Digital Reality le sonará a Klingon al más ajeno, pero tengan en cuenta que es una gran pista para darnos cuenta de que este podría ser un grandísimo intento por ofrecer un matamarcianos al público más mainstream como diciendo ?¡Hey, que todavía seguimos molando, y esta vez te voy a dar cuartelillo!. Puede parecer a priori más de lo mismo, pero no hay más que hurgar un poco para darse cuenta de que hay mucha concesión que es de agradecer.

Sine Mora es un videojuego tan demencial a la hora de profundizar en él como asequible cuando lo tocamos por primera vez. Estamos ante un exponente del género que bebe de todos sus clichés en cuanto a la forma de jugar a un shump de scroll lateral. Ya saben, cientos de disparos en pantalla que debemos esquivar, power ups, gigantescos bosses con rutinas de comportamiento que debemos aprender y todas esas cosas chulas que aunque ancladas en otro tiempo, siguen divirtiendo.

El argumento de Sine Mora qué quieren que les diga, me ha dado un poco igual. Creo que la cosa va del enfrentamiento entre dos súper potencias en un romántico universo industrializado donde las avionetas y los barquitos de vapor conviven con engendros mecánicos que disparan cañones láser, y en el que muchos de los personajes son animales antropomórficos que hablan en perfecto alemán. Tan agradecidamente evocador como prescindible, y de hecho, en el modo historia podemos pasar rápido las pocas escenas cinemáticas y conversaciones que hay. Saben a lo que vienen.

Existen dos vueltas de tuerca fundamentales por las que Sine Mora funciona tan bien incluso sin que tengamos vestigio alguno de nostalgia por el género. Por un lado está la estética. Nada de reminiscencias japocacharreras tecnofuturistas. Unos fondos y naves totalmente en 3D que se dejan querer y que como pocas veces ocurre, producen ese efecto enternecedor que emanaban los sprites pero sin hacer uso de ellos. Sobrevolar una ciudad en pleno asedio, unos bellísimos lagos y prados en los que tiene lugar una batalla campal o meternos en las tripas de una megafactoría industrial son un acompañamiento de rechupete para ponernos a lidiar con el meollo de la cuestión. El tic de la cuestión está en que no existen ?vidas? al uso. Se acabó la frustración extrema de perder créditos injustamente por fallos irrisorios, idiosincrasia que siempre ha resultado ser un cáncer para el género en cuanto a que personas no tan dotadas para estos menesteres puedan divertirse con él. Aquí lo que tenemos que gestionar es el tiempo que tenemos.

Disponemos de una cuenta atrás permanente que al llegar a cero hará que perdamos una de nuestras continuaciones. Para evitarlo, tendremos que derrotar a enemigos y realizar cadenas de muertes de enemigos para ir sumando segundos a esa implacable cuenta regresiva. Cuanto mejor lo hagamos recibiremos multiplicadores que harán aumentar todavía más el contador, mientras que si recibimos impactos o chocamos con algún elemento del escenario haremos que disminuya. Tan simple como estratégico y desafiante en los niveles más altos, pero que además tiene una última pieza para conformar este interesante puzzle conceptual.

Existe una forma más de utilizar ese tiempo que le da todavía más interés a este desaguisado espacio-temporal, y es que también podemos gastar ese tiempo que tengamos acumulado en una suerte de bullet time que podemos activar y desactivar cuando deseemos para salir de los embrollos más complicados. Todo esto hace que exista un componente estratégico bastante alto entre tanta epilepsia con bolitas de colores. Pero epilepsia buena, de la que da gustito.

Otro puntito a favor de la adaptación progresiva es la variedad en sus modos de juego. El primer paso es el inevitable modo historia, donde aprenderemos todo lo básico, recorreremos todos los escenarios y utilizaremos las diferentes naves que podemos seleccionar en otros modos. Eso sí, como buen matamarcianos clásico, la experiencia no tiene por qué durar mucho más de una hora si nos apañamos lo suficientemente bien en el nivel de dificultad más bajo. La verdadera naturaleza de la diversión aquí no reside en ?acabar el juego?, sino en ser capaces de hacerlo en grados de dificultad superiores y conseguir mejor puntuación que los demás. El síndrome de la tabla de puntuación en una máquina recreativa que se resiste a fenecer.

Y es precisamente para explotar esta escalabilidad que existen el modo de ataque por puntos en el que repetir un escenario concreto al completo y otro de enfrentamiento contra enemigos finales para entrenarnos con aquellos que se nos atraviesan, además del inevitable modo Arcade que elimina cualquier vestigio o concesión a la historia o la pausa para concentrar tan solo las secciones puramente jugables del modo historia. Y poco más.

Tópicos a patadas reinterpretados con un gusto suculento para los tiempos actuales que seguramente, y al igual que en muchas otras ocasiones, quedará relegado al olvido y dentro de unos años será recordado como uno de los referentes del género y todos esos repelentes recursos que utilizamos al hacer alguna retrospectiva. Así que en este caso dense el gusto de no vivir anclados al pasado y si nunca fueron muy de marcianitos pero les pica el gusanillo no sé qué más decirles a estas alturas. Bueno, luego también está al que no le gusta un género tan anodino a priori. Qué puñetas, a esos también les insto a que lo hagan.

NOTA FINAL: 8,5
9

/ 10


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