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Analisis Gears of War 3 X360

Miercoles 21 de Septiembre de 2011 por Alejandro Pascual
Puede que no lo parezca, pero Gears of War ha cambiado mucho. Ha mutado. Ha madurado. También se ha infantilizado. En definitiva, ha decidido lo que quería ser de mayor. En el proceso, han ocurrido muchas cosas. Pequeños ligoteos con una narrativa sentimentaloide que no casaba con la proporción hipermusculada de sus protagonistas, bailes de salón con la iluminación, las coberturas y las armas más esperpénticas... Todo el jugo sanguíneo que se le podía sacar a un shooter moderno está en Gears of War 3.

Tanto, de hecho, que aunque los más puristas pongan el grito en el cielo, nos recuerda a Halo (dos razas enfrentadas; aparece una tercera más monstruosa y poderosa). No por la Inteligencia Artificial de monstruos con cabeza de chorlito que, o tiran para adelante como toros enfurecidos o se siguen cubriendo aunque les hayas ganado el flanco, sino por la disposición de unos escenarios que han sabido casar la belleza destruida con las auténticas arenas de combate llenas de puntos estratégicos donde solventar las situaciones más peliagudas (a destacar el fortín del Acto III). Siempre y cuando, claro, juegues en un modo de dificultad lo suficientemente decente como para que el juego no se convierta en un paseo de contraluces y ya está; y es que el modo de juego Normal ha sido infinitamente reducido de dificultad y el modo Elevada presenta ciertos altibajos.

Quizá, a diferencia de Halo, Gears of War no ha sabido vender su modo Pesadilla como éste su Legendario, lo que da lugar a pérdida de interés por algunos cruces de balas, que simplemente deseas que pasen para ver la siguiente escena cinemática. Pero las herramientas están ahí. Las mecánicas también. Gears of War 3 es el compendio de toda la experiencia acumulada de Epic a lo largo de su carrera. En el camino se han abandonado ideas, buenas y malas, pero el resultado es inequívocamente satisfactorio.

Dentro de las ideas buenas que se han dejado atrás, como los camaradas que se han perdido en una cruel guerra de la que poco a poco vamos entendiendo su magnificencia, el título no ha sabido imitar la buena sensación del original. Dejando aparte el factor sorpresa, cada acto de Gears of War 1 era precioso en su concepción: momentos guionizados con sustos, el momento de los Krill, el enfrentamiento con el corpser, el momento del vehículo, el momento del tren... la Berserker... Gears of War 3, sin embargo, se centra más en el combate. Su bestiario ha llegado a alcanzar cotas tan espeluznantes que es necesario crear multitud de escenarios para desplegar toda la potencia de ataque y todas las conjugaciones posibles a la hora de derrotarlos.

Y eso es lo que mejor sabe hacer Gears 3. Cuenta la historia básica. Retazos de un guión donde lo que se muestra en la escena cinemática parece tener menos importancia que lo que no se vio ni se ve, dejando a la imaginación del jugador la visión de cómo se arrasaron ciudades enteras, de cómo comenzó todo. Luego, como shooter, nos adentra en escenarios totalmente distintos entre sí, donde las posibilidades bélicas no tienen fin, donde una cosa tan tonta como apuntar, disparar, cubrirse y flanquear parece no tener límite gracias a la cantidad de rutinas de las decenas de enemigos bajo el filtro de las decenas de armas diferentes (de nuevo, como Halo, tenemos hasta espada y todo).

Lo mejor es que Gears 3 ha huido del concepto secuela. Gears of War 2 intentó seguir tanto esa idea de más y mejor que se pasó de listo y resultó ser demasiado largo, demasiado insípido (aunque el guión descarado lleno de insultos de su segunda parte sólo es superado por Bulletstorm). Ahora, el ritmo está más logrado. Salimos de las cuevas infinitas para estar bañados por un sol eterno tan bonito que distrae de la batalla agradablemente. Todo brilla y tiene una definición cristalina. Todo funciona a la perfección con una precisión meridiana. Y en un sector donde el juego perfecto (hablando de juego como movimientos de stick mezclado con botoneras) se consigue a la tercera, Epic cumple la norma.

A parte de todo esto, el multijugador (ordenado bajo el patrón Halo) es variado, cumpliendo en escenarios y alargando la vida jugable si eres de la vertiente de la tercera persona. El cooperativo a cuatro jugadores es excusa suficiente para que el modo Historia cambie completamente y los nuevos modos Bestia y Horda 2.0, aunque son más una actualización que una novedad en sí, siguen teniendo el carisma del que los inventó. Quizá se echa de menos misiones de campaña cooperativa paralelas a la historia principal.

Gears of War 3 no es la culminación de uno de los juegos insignia de Xbox 360. No tiene tanta pegada como su primera parte. Pero sí es la culminación de un trabajo bien hecho, constante, que sabe renovarse bajo reglas matemáticas estrictas interpoladas en las variables de armas, enemigos y escenarios, que crean un patio de recreo en honor a aquel que le guste disparar con sabiduría. Es cierto que también ha querido acercarse a aquel jugador que únicamente disfruta del sonido alborotado de sus lancers, de la sangre a borbotones y del sudor vitaminado, pero esto no es malo ni mucho menos.

Quizá, el único punto negativo de toda su trayectoria sería decir que Epic ha tenido en sus manos una franquicia capaz de hacerse un hueco en el Olimpo de los videojuegos de acción, recordado por futuras generaciones primero como un salto generacional y luego como una oda al juego polivalente, que te hacía sentir con su melancolía, sus notas de piano y su belleza destruida algo que te hacía olvidarte de que estabas matando monstruos, y nada más. Pero la pegada del primer Gears of War fue tan fuerte, tan consistente, tan sorprendente y tan bien recreada, que sus secuelas únicamente podían mantener el tipo. Y Gears of War 3 lo mantiene con una dignidad pasmosa. Es obligatorio de jugar y de saber cómo termina la lucha. Porque jugándolo uno se da cuenta de que detrás de su piel escamosa y sangre embotellada, esto es, ni más ni menos, cultura de videojuego.

NOTA FINAL: 9
9

/ 10


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