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Analisis From Dust X360

Jueves 28 de Julio de 2011 por Víctor Junquera
From Dust es atractivo, es innegablemente bello. No hay mejor forma de empezar a hablar de él que nombrando su principal virtud, y es que aunque todos los demás pros del juego tienen su pequeña contra, el atractivo visual es lo único tan puro y auténtico que no hay opción posible. Es hipnótico aún sin jugarlo. Pero cuando hablamos de videojuegos, de jugar, de interactuar, es donde empezamos a ver las arrugas de un rostro aparentemente inmaculado.



El creador de Another World nos trae un simulador de Dios, pero no algo como lo que fuese Black & White en su día, ni como Populous, ni siquiera como Doshin The Giant. Es mucho más sencillo que eso, pero mucho más complejo de describir. Somos El Hálito, un ente que ayuda y guía a una tribu que prosperará alrededor de unos tótems diseminados por cada isla, hasta que una vez asentados, estén preparados para dirigirse a la siguiente fase siguiendo los pasos de sus ancestros.

Aunque la ambientación tribal es intachable, la narración le da un toque pretencioso bastante sobrante, digno de alguien que sabe que podría hacer un juego de culto, e intentándolo se queda a medias, que es lo que le pasa a From Dust en conjunto. Todo apunta maneras, pero basar todo en la sola idea de absorber un material (arena, agua o lava) de un sitio para soltarlo en otro mientras relegas la interacción a la simple orden de enviar un grupo de aborígenes hace que, por muchos elementos nuevos que se introduzcan en cada pantalla, la simple idea de mover un grano más de arena pueda llegar a aburrir.

Cada isla nos propondrá un reto diferente en función de la disposición del terreno y los poderes que podamos ir adquiriendo como dioses cuando una colonia se asiente alrededor de un tótem. Porque eso tendremos que hacer, guiarlos de tótem a tótem para desbloquear la meta y hacer que lleguen a ésta. Pero nunca será tan sencillo como clicar y que vayan solos. Las inclemencias de la naturaleza estarán siempre presentes, y bien tormentas o tsunamis, terremotos, incendios o volcanes en erupción, siempre habrá algo que interrumpa el avance o destruya los poblados. Porque ninguno de estos hombres y mujeres son resistentes al fuego, y ni siquiera saben nadar, así que la simple idea de cruzar un río se les antojará imposible a menos que les ayudes erigiendo un puente de arena. Pero cuidado, bloquear el cauce del río en un punto concreto puede hacer que el agua se desvíe y acabe por arrasar un poblado.
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