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Analisis Ridge Racer Unbounded PC

Sábado 31 de Marzo de 2012 por Álvaro Ondina
Puede que Ridge Racer sea una de las sagas más clásicas del género de la conducción. Desde aquella máquina recreativa que dio el pistoletazo de salida hasta su última incursión en PSVita, la franquicia de carreras ha sido siempre sinónimo de velocidad y derrape. Y también, de juego de acompañamiento para cada nuevo lanzamiento de consola.

Con Unbounded, estos tiempos han pasado a mejor vida. Ridge Racer merecía un título que no sirviera como apuesta estándar para la compra de una consola, y dado que las últimas entregas quedaron demasiado anquilosadas en el pasado, era también buen momento para un cambio de marchas. Concretamente, entre la destrucción de Burnout y la interacción del entorno de Split/Second, Unbounded parece inspirarse más en la competencia que en sí mismo. Sin embargo, y ante la sequía que han dejado los rivales sobre el asfalto, este nuevo Ridge Racer se recibe como agua de mayo.

Una batalla automovilística en la que todo está permitido, donde cada uno de nosotros deberá plantear una estrategia desde el principio. Las maquinaciones para lograr el triunfo, tienen lugar desde el principio. Elegimos el escenario y, en función de la prueba seleccionada, realizamos un rápido estudio de lo que se nos pide. Analizamos los modelos de coches que tenemos desbloqueados. ¿Cuál nos conviene, el mas rápido, el más estable? Después seleccionemos el color, solo por coqueteo, por decir, ?que bonico, oye?. Tras unos consejillos, empieza la tensión. Vemos las imágenes de introducción de lo que nos espera y apretamos el gatillo a fondo y, tras el toque de salida, sentimos el tirón mientras hacemos ruedas y nos dejamos llevar por el piloto que llevamos dentro.

¿Qué es lo que encontramos en la carrera? La sensación de velocidad y derrape clásico. Nos convertimos en auténticos autocríticos tras un derrape fallido. Pasar de 210km/h a 120km/h por un fallo de cálculo jode en las entrañas. No es el fallo en sí, es que, cuando uno alcanza cierta posición, esas faltas nos pueden devolver a la última posición. Ganas me han dado en alguna ocasión de tirar el mando por uno de estos errores. Una de las estrategias que, no siendo novedosa o propia de la entrega, más le reconforta a un servidor, es el rebufo. Situarnos justo detrás de otro coche, acelerando y decelerando para alimentar nuestra propia potencia. Y es que la potencia o, como se llama propiamente en Ridge Racer, Power es lo que produce la mayor excitación durante la partida. Tener esa barra llena nos hace sentir un dios. Hasta que la gastamos y volvemos al agobio de mirar a todos lados, dando lo mejor de nosotros en cada recta, curva y rebasamiento.

¿Por qué nos importa tanto esa barrita, que tanto esfuerzo nos cuesta llenar y tan poco gastar? Ese complemento o ayuda es como el dinero, cuesta mucho ganarlo, se gasta muy rápido y podemos emplearlo en muchas cosas. Para empezar, lo rellenamos de varias formas; una es, como se comenta más arriba, utilizando el rebufo (recomendable usar esta técnica cuando los contrincantes gastan su power); otro es realizando una proeza. Ya sea un derrape bien llevado en una curva, permanecer en el aire un tiempo determinado o cuando, gastando nuestra barra de poder, causamos el caos para otros coches. Con la habilidad del power, no solo podemos adelantar al resto de vehículos, si no que, si un pobre diablo se interpone en nuestro camino o gastamos de mala leche y lo embestimos mientras pasamos por su lado, nos lo quitaremos de en medio durante un rato y ganaremos puntos. Si la maniobra de desmarque (o como un servidor disfruta llamándolo, el trompazo padre) es posible que se nos rellene de golpe de nuevo. Podéis imaginar el tirón que tiene si logramos varios seguidos.

El nitro aquí no es únicamente sinónimo de velocidad, sino de destrucción. Una amplitud que va desde el romper por romper, farolas, columnas, paredes (sí, pareciera que vamos en un tanque, pero mola), hasta descubrir atajos, como atravesar una tienda, un ayuntamiento, siempre haciendo uso del power. Cuando tengamos la barra llena, se nos marcarán estos objetivos, los más gratificantes, para nuestro deleite y ayuda. A parte del espectáculo, aquí es donde Unbounded se pone más serio. De repente, ahorrar turbos y saber cuándo utilizarlos contra el entorno cobra un nuevo sentido, puesto que no tenemos tanta facilidad para rellenar nuestra barra como en un Burnout.
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