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Analisis GTA Episodes from Liberty City PS1

Viernes 16 de Abril de 2010 por Omar Álvarez
Cuando consideramos Episodes from Liberty City el mejor juego del año 2009, no fue mero postureo: su robusta propuesta y un año cargado de secuelas inútiles dejaban en evidencia el estado de la industria en momentos de presión económica y social, apuntando por el peligroso rodillo de buscar mayores beneficios a base de explotar nombres y ahorrar recursos.

Aunque curiosamente, la exclusiva con Microsoft también fuese una mera estrategia financiera, los sobresalientes ?The Ballad of Gay Tony? y ?The Lost & Damned? llegan a PS3 y PC despejando dos incógnitas entre los rezagados: efectivamente, esto es una industria y también correcto, Episodes from Liberty City sigue siendo un listón a superar en propuesta, densidad y calidad.

Cuando te introduces en Liberty City, disfrutas de sus calles, vives uno de esos momentos que te desencajan la mandíbula al descubrir como tras un accidente inesperado, el conductor vecino sale volando por los aires con una precisión milimétrica o escuchas ?I wanna be your dog? por los altavoces de tu descapotable mientras disfrutas de un horizonte prácticamente pictórico, no nos cabe ninguna duda de que calificaríamos una y otra vez a GTA IV y sus episodios extra como la gran superproducción por excelencia del mundo del videouego, un proyecto que justifica cualquier maniqueo y sacrificio comercial a favor de crear algo realmente grande y robusto. Nunca ningún otro videojuego había conseguir un entorno tan palpable y extenso sin entorpecer su propia filosofía jugable.

La dicotomía entre el bien y el mal. La difusa línea entre lo moralmente correcto y el deber. Contexto y coherencia. GTA hace mucho, mucho tiempo que se quito el cliché de pasatiempo para atropellar a peatones digitales. La franquicia ha sabido crear una atmósfera inimitable, que combina algunas de las mejores soluciones visuales y narrativas del cine con pura mecánica y conciencia del ensayo y erorr del videojuego clásico: incluso en momentos puntuales, cuando escapamos en medio de una persecución que dejarían en evidencia el trabajo de Peter Yates en Bullit, mientras maravillados con la capacidad orgánica que tiene la sinfonía de Rockstar de que todo encaje (banda sonora, parajes, motor técnico y animaciones), no puedes parar de reír, asombrado, gracias a un diálogo escrito de forma soberbia que se sobrepone a la acción y te deja totalmente exhausto. Todo ello sin alardes ni segundas lecturas: se trata, al fin y al cabo, de un pasatiempo, aunque a otro nivel de sofisticación.
9

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