Nos hacemos viejos

Parece que fue ayer cuando nos ofrecieron la posibilidad de disfrutar de nuestros videojuegos con nuestros amigos sin la necesidad de que ninguno de nosotros se moviera de casa. Esos primeros MMO que aumentaban las posibilidades, que cambiaban matar simples monigotes guiados por una IA algo pobre por otros aficionados como nosotros, algo más de lógica.

Sin remontarnos a sus comienzos, recuerdo ahora esas partidas de Counter Strike en que, quedabas con unos amigos a una hora en concreto para echar una partida de correpasillos. Cuando aún pocos tenían internet e iba a casa de un amigo para verle jugar. Era para mí un contraste increíble con mi NES. Eso llamaba mi curiosidad y provocó el comienzo de esas partidas en el ciber de la esquina. Nos llamábamos y quedábamos a las 5 para jugar. A veces varios amigos en la misma sala para enfrentarnos unos a otros.

Más tarde, el sector ganó fuerza y amplió su catálogo ofreciéndonos la oportunidad de disfrutar de los MMORPGs como el Ultima Online, o el más reciente Guild Wars. Viene a mi memoria el acordar con mis amigos comprar World of Warcraft, donde pasábamos largas tardes recorriendo los páramos con mi Paladín y sus guerreros, entrando en las mazmorras todos juntos o simplemente, aprovechando la ambientación nocturna y tenebrosa de un cementerio, sentarnos alrededor de un fuego a contar historias, aunque a veces alguno que otro undeath nos interrumpiese.

Con la evolución de las consolas y ordenadores, vinieron mejoras y, por supuesto, teníamos que probarlas. En los últimos años hemos podido jugar a Street Fighter IV, donde hemos aprendido que es toda una escuela dedicada al estudio de estrategias de ataque y defensa. Aun recuerdo un video que un amigo me facilitó, donde pude apreciar un combate legendario. Muchos, seguro, estarán a la espera de Star Wars: The Old Republic, a las puertas de su lanzamiento; y cómo no, los que hemos disfrutado de esta saga, no vemos el momento de probar Gears of War 3. Esta última producción es la que me ha llevado a redactar estas líneas.

Hace poco me di cuenta de que, según avanza la vida y nos hacemos mayores, la posibilidad de disfrutar de este modo de juego se ve reducida al tiempo que nos queda después de nuestro trabajo, familia y demás obligaciones. Y es que no nos engañemos, nos hacemos mayores y eso conlleva problemas para compartir tiempo libre. Puede que veamos menos a nuestros amigos y, el poco tiempo que nos queda, lo empleemos en tomar una cerveza con ellos y hablar del mundo real.

Ahora, al llegar a casa, cogemos el teléfono y llamamos al amigo deseando coincidir en disponibilidad con él para pasar un buen rato y vivir nuevas aventuras que nos permitan evadirnos de la agotadora realidad. Esto cada vez es más difícil, vamos comprobando que nuestras llamadas coinciden con una cena y, por el contrario, las suyas, coinciden con una reunión nuestra. Aun así, seguimos intentando buscar momentos para disfrutar de un CoD: Black Ops en modo zombie con un amigo o, si disponemos de poco tiempo, echar un combate rápido a Street Fighter. Si ya es difícil quedar con un amigo para echar una partida, imaginad lo que va ser intentar quedar con varios para jugar al modo cooperativo para cuatro de Gears of War 3.

Seguimos tratando de buscar un rato, una tarde, un par de minutos libres, para coincidir con nuestros amigos e interpretar el papel, de héroes en la batalla, enemigos en un ring y sentir, por un rato, que podemos aparcar los problemas y hacer una visita atrás a la infancia donde teníamos todo el día libre; pero a medida que los años pasan, la lucha virtual se pelea más contra el tiempo que contra la máquina. No es que no tengamos tiempo para jugar, la eterna excusa, pero a medida que crecemos las prioridades cambian y los videojuegos no siempre ganan la partida. Y poco a poco miramos, con mucha nostalgia, al pasado, y a esa infancia libre de preocupaciones, donde jugar a videojuegos con los amigos era fácil y natural, y no una cita más en nuestra agenda.
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