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Volviendo a Fallout 4

Segundas partes pueden ser buenas
Por Julián Plaza

Yo fui de los que no entendía Dark Souls. Durante un tiempo, no hice más que maldecirlo tras cada nueva oportunidad que le daba. Quería enamorarme de él, pero parecía un romance imposible. Tampoco supe ver la obra maestra postrada ante mí en mi primer contacto con The Wonderful 101, en la que seguro que es la entrada más tardía dentro del mundo del periodismo de videojuegos a la obra de Hideki Kamiya. Pero esto me ha pasado otras veces.

 

Ocurre por no tener tiempo, paciencia o simplemente predisposición. A todos nos ha pasado. Mirando en la biblioteca recuerdas que tienes ese juego que dejaste a medias, o aquél otro que terminaste con prisas. Entonces lo cojes, lo juegas un rato y te encanta, mucho, mucho más que la primera vez. En mi caso con Fallout 4 tuve que poner la directa; a semana y media para el embargo, el análisis tenía que salir. Sé que es tiempo suficiente para dar con un veredicto, pero eso me llevó a jugar otra partida.


Fallout 4_1

Ya voy, hijo

El mundo postapocalíptico de Bethesda cuenta con multitud de puntos de no retorno que cortan, de sopetón, con personajes y misiones que quizás te hubiese gustado conocer. Es la gracia del juego. La pena es que con la obligación de conocer el desenlace de la historia principal les dije adiós a un buen puñado de sitios que, en otra partida, hubiese pisado muchas más veces. Y los tiros no solo van por ahí. También me apetecía empezar una partida interpretando a la madre -o padre- que da por perdido a su hijo y emprende un viaje con un único destino: el horizonte.

 

Por eso me dije que con la llegada de Nuka World, el punto y final de todo el contenido adicional (oficial) que pretende llegar al juego, me daría el lujo de volver a perderme en la Commonwealth. Bendito el día que tomé esa decisión. Desde mi partir del refugio 111 no he hecho otra cosa que ir desactivando los objetivos de misión y explorar el mapa. Refugios que no conocía, sitios como la casa de la bruja y pequeños lugares donde las paredes hablan se han ido dejando caer dando como resultado otra historia. Mi historia.


Nuka World

Hay mucho loco por ahí

Gracias a las expansiones he roto con la inevitable sensación de ‘dejá-vu’ del mapa central. Me he metido en terrenos dignos de Lovecraft junto con mi compañero de armas, Nick Valentine, para más tarde buscar la jubilación en una Nuka World que no deja de querer fijarse en George Miller. Con mi sombrero de Cowboy y mi fiel asaltrón, he puesto mi nombre a estas tierras áridas y he combatido a cualquiera que haya querido oponerse a mí. En un mundo sin ley, he sucumbido a las reglas del juego.


No digo que no hubiese podido vivir todo esto con mi primer personaje. Está claro que sí. El problema es que, en mi cabeza, aquél pobre superviviente del refugio 111 era un padre desolado en busca de respuestas; alguien que poco o nada pintaba después yendo de malote. Más allá de lo jugado, me hice una idea mental de su personalidad -¿soy el único que lo hace?- que me sacaba del juego para todo lo que quería hacer después. Y Fallout 4 es una obra que tiene por muchísimo descubrir. Ahora, en el papel de la madre destrozada que soy, de esa persona en busca de su lugar en un nuevo mundo, todo lo que hago tiene más sentido.


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