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Videojuegos: ¿Hemos perdido el factor esfuerzo - recompensa?

Lo tenemos olvidado
Por Rafa del Río

Vivimos en la era de la información, de los contenidos instantáneos, del ocio a un paso y la cultura a dos. Es precisamente hoy, cuando el ocio es más accesible que nunca y la información nos bombardea con sus contenidos desde todos los rincones, cuando más fácil resulta que pasemos por alto algunas cosas que son, cuando menos, interesantes. 

 

No es nada raro, y es el mercado con el que las grandes empresas llevan años soñando. Llamadlo Apple y su cultura cerrada de elitismo comercial, llamadlo Oculus Rift de Facebook. Llamadlo Nintendo, Microsoft, Sony o, si lo preferís, Ouya, Valve, Steam AMD... O id más lejos: Coca Cola, Bayer, Nestlé y todas las megacorporaciones que copan los contenidos que recibimos decidiendo por nosotros qué queremos conocer mediante el bombardeo persistente de una misma información que se repite en el tiempo una y otra vez. 

 

Otra forma de hacer las cosas

En este mega-mercado de la información dirigida y sabiamente manipulada para que acuda a nosotros, incautos receptores, hay otras formas de hacer las cosas. Formas que a veces escuchamos de soslayo, avistamos por el rabillo del ojo y luego caen en el olvido arrastradas por la marea de lo Nuevo, lo Necesario y lo Vital

 

Una de estas formas alternativas de hacer las cosas es Raspberry Pi, el microordenador del que os hablaba ayer y que me ha hecho recordar muchas cosas que creía olvidadas con el tiempo. Cosas como esas tardes que pasé programando en basic para mi casi recién estrenado Spectrum, con la revista con el listado en una pierna, mi chuleta con las variantes aplicables en la otra para hacer del juego 'algo mío' y un bocadillo de chopped que se secaba, olvidado, sobre su plato en el sofá.

 

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¿Hemos perdido el factor esfuerzo - recompensa?

Vivimos tiempos rápidos, tiempos inmisericordes con los que no están a la última en medio de este bombazo que es la información. Un simple móvil ya supone más entretenimiento que todos los ordenadores personales y consolas que había en el mercado a mediados de los ochenta, y es, precisamente ahora, cuando más difícil parece ser todo. Tenemos en el bolsillo del pantalón una diminuta estación que nos permite acceder a todo el saber y la cultura de la humanidad en un segundo, pero preferimos matar el tiempo discutiendo por tuiter acerca de las tetas de la famosa de turno y llamando gilipollas a los demás. Tenemos un acceso instantáneo a lo mejor de los videojuegos de la historia, pero preferimos jugar al f2p de moda y cabrearnos porque nos pide dinero. Podemos debatir la realidad con las mentes más potentes del momento, pero preferimos compartir vídeos de gatitos o gente cayéndose al suelo, y sin conocimiento ni datos, desde el minuto cero, nos creemos en posición del saber universal para juzgar a los emas con el rasero del 'piensan distinto o lo mismo que yo'. 

 

Tiempos rápidos en los que parece haberse perdido la satisfacción del viejo modelo 'esfuerzo - recompensa' en pro de estos 'acceder a lo que sea como sea' sin necesidad de hacer nada que no sea tocar el cuadradito más brillante y con más 'likes' de tu muro de Facebook. Juegos que ya no hay que comprar en la tienda y que se descargan directamente en tu consola u ordenador el día uno y desde la red; instalaciones para idiotas, en las que ya no hay que conocer ni el propio equipo para escribir su descripción en pro de la autodetección; mods de la comunidad al alcance de la mano para que ya no tengamos que modificar nuestros juegos, ponerle voz a nuestros héroes ni escribir mensajes ocultos en los niveles que ya no hacemos porque siempre habrá quien los haga para nosotros... 

 

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¿Qué tal si movemos el culo?

Vivimos tiempos modernos, tiempos utópicos que prometen convertirnos en esos terrestres blandengues e idiotizados de Wall-E -o de Red Dwarf, si lo preferís-. Tiempos en los que, oh, sí, todos corremos y estamos en forma gracias a runtastic y a la ropa tecnológica del Lidl, pero estamos permitiendo que nuestro cerebro se atrofie, engorde de grasa y muera sin hacer lo más mínimo por ponerlo en marcha. ¿Exagero? buscad 'esfuerzo' en google: fotos de gente corriendo, saltando, peleando, levantando pesas... pero ni uno, NI UNO SÓLO está leyendo o estudiando un puñetero libro. Se nos anima al corpore sano, sí, pero en una mens capta por los intereses mercantiles.

 

Esta semana me he enfrentado a mi Raspberry, me he codeado con el idioma Python y tras cinco días de pegarme con los viejos lenguajes de programación de los 80 he podido volver a jugar a Shenmue en mi nueva tele super tecnológica y maravillosa. He soltado una lágrima de felicidad, no sólo por la nostalgia, sino también por la recompensa del esfuerzo, del aprender aunque estoy viejo y de volver a demostrarme que todo es posible. Y aunque tenga el juego y la Dreamcast en la vitrina, aunque hubiera podido jugar de una forma más sencilla, todo el tiempo que le he dedicado a este esfuerzo ha hecho que sienta como propia, preciamente, la filosofía que inspiró en su momento a Yu Suzuki

 

Tal vez este no sea el mejor rincón en el que volcar este teto. No se puede decir que vosotros seáis precisamente el público del que me quejo en estas letras, pero aún asi, siento que debo enviar el mensaje. Aprovechad y disfrutad, pero también aprended, no os acomodéis, no perdáis vuestras habilidades por la comodidad de algo con fecha de caducidad, y sobre todo, no dejéis que sean otros los que nos digan cómo vivir a costa de anular vuestra capacidad de trabajo

 

¡Nos leemos!


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